DIÁLOGO DE SORDOS.
FELIPE MARTÍNEZ LÓPEZ.
Publicado el 8 de mayo de 2008 en el diario Tiempo
Como era de esperarse el EPR asumió la posición de siempre: no a un dialogo con el gobierno, sí a la presentación de sus dos dirigentes desaparecidos. Los apresurados se quedaron como siempre: chiflando en la loma y haciendo público su protagonismo mediático.
Quienes conocen la actuación de la guerrilla tienen muy claro que su lucha es para vencer o morir. No tiene medias tintas. Para la mediación y la componenda están las ONGs y las organizaciones sociales, lo que conocemos como sus grupos periféricos y los vividores de la izquierda institucionalizada.
Cuando el EPR lanzó su manifiesto nombrando a sus representantes, nunca mencionó el término diálogo con el gobierno. Eran sus representantes para encabezar la búsqueda de los dos desaparecidos y para recibir las notificaciones gubernamentales del avance de las investigaciones policiacas. Eran, pues, recaderos de lujo. Nunca fueron miembros de una comisión de paz.
Por eso me causó risa cuando la vividora del drama del hijo desaparecido, la senadora Rosario Ibarra se apuntó para encabezar una comisión que nunca existió; pero más hilaridad me causó el ex obispo Samuel Ruiz, cuando dejó entrever que su segundo cuarto de hora publicitario estaba cerca y ya se veía encabezando las mesas de negociación en la catedral metropolitana, con los verdes encapuchados eperristas y el enmascarado que saquea a la nación desde la Secretaría de Gobernación.
Para no variar, el gobierno federal demostró su sed de legitimidad anunciando, con bombos y platillos, la aceptación del supuesto diálogo, pero con la condición de que los eperristas anunciaran el adiós a las armas. Esto nos demostró que el CISEN sigue desmantelado, como en el periodo foxista o es solo un centro de acopio de datos, pero sin ninguna inteligencia de procesamiento.
Siguiendo la lógica del escolapio, el gobierno federal buscó a los chivos expiatorios para inmolarlos en el altar de la supuesta segura y pronta paz. Nadie mejor que el odiado régimen priista oaxaqueño para cumplir con ese papel, porque, si el gobierno federal peca de ingenuidad, los funcionarios oaxaqueños enarbolan la soberbia y la inconsistencia como sinónimo de gobernabilidad y acción política.
En lo particular, me queda claro que las filtraciones periodísticas, culpando a funcionarios del gobierno estatal de las desapariciones, tenía como fin debilitar al gobernador Ulises Ruiz Ortiz para que no esté encabezando a grupos priistas que se oponen a la privatización de PEMEX; también era para desviar la atención de los verdaderos culpables del delito perseguido. Porque, si la mitad de lo que se escucha en las calles de Oaxaca es cierto, el funcionario acusado es culpable de incapacidad administrativa y soberbia, pero no de la desaparición de personas y el verdadero involucrado está fuera del accionar de la justicia y muy lejos de las posibilidades vengativas de la guerrilla.
Es muy lamentable que el gobierno estatal no tenga una política de comunicación social, clara y definida, y un comunicador profesional; por ese dislate, todos los involucrados en el hecho debieron declarar a la prensa individualmente y, más que ayudar al gobierno estatal, enrarecieron el entorno y ayudaron a la propaganda negra del gobierno federal.
Lo he dicho siempre, es una verdadera lástima que el Gobernador del Estado encabece solitarias luchas y sus empleados vivan en las discotecas, los restaurantes y en el limbo de la vana zalamería.