En la memoria política oaxaqueña, dos cosas marcan la vida política de don Jesús Martínez Álvarez: cuando el juchiteco Teodoro “el Rojo” Altamirano llegó a la Secretaría General del Despacho, subió al escritorio del titular y se meó allí, además de decir palabras altisonantes sobre la maternidad del jefe; en segundo lugar, fue el primer alto funcionario -era gobernador interino- del que supimos se tituló casi a escondidas y en forma express, generando la escuela que cuajó en el “gobierno del cambio y la transición”.
Poco más de 25 años después, el popularmente conocido como “Chuchín” regresa al cargo donde lo encumbró don Pedro Vásquez Colmenares. Casi en las mismas circunstancias, pero con muchos años más a cuestas y después de haber transitado por dos partidos, varios grupos políticos y una lealtad a toda prueba a sus amigos de siempre. Llega al cargo más conflictivo del momento, no por sus implicaciones constitucionales, sino por el enredijo de las cuotas partidistas.
La edad del nuevo secretario me recuerda una vieja anécdota. Diódoro Carrasco nombró a don Agustín Márquez Uribe secretario general de Gobierno, pensando utilizar su prestigio de viejo abogado y su envidiable historial político. Un día, el secretario atravesó el salón de gobernadores del palacio de gobierno, diez minutos antes de las tres de la tarde. Entró a la antesala del gobernador y pidió hablar con él. Le pidieron esperar, porque atendía a una comisión. A las tres de la tarde en punto, don Agustín vio su reloj y dijo: “Jorgito, ya es la hora de la comida; le dices al gobernador que vine a buscarlo, pero yo como a mis horas” y se fue. El secretario general de Gobierno no comprendió que los tiempos habían cambiado y los horarios no eran los mismos, los grupos tampoco y sus intereses ya no respondían a la usanza de los años sesenta y los setenta, y que los mariscos ya no eran iguales a los de antaño. Duró poco más de seis meses en el cargo, antes de regresar a la tranquilidad del hogar.
Don Jesús llega en la ola de la revancha, ésa que encalló en las arenas del salinismo, a mediados de los ochenta y fue anunciada como el inicio de la negra noche sobre Oaxaca en un periódico local. Su fuerza ya la vivió el primer damnificado del régimen: don Benjamín Robles Montoya dejó el cargo de secretario particular del gobernador, para asumir las funciones de coordinador de los Módulo de Desarrollo Social. Como secretario particular fue el dique y el ariete que contuvo y demolió a doña Irma Piñeiro Arias y sus afanes de construir una plataforma para aspirar a una senaduría de la república. El historial lo identificaba como el enemigo inmediato de los nostálgicos que ganaron la Secretaría General de Gobierno.
En su camino por regresar las agujas del reloj de la historia, queda otro grupo por destruir: el de Diódoro Carrasco Altamirano y deben poner sus barbas a remojar el nuevo secretario de Desarrollo Social, el procurador general de Justicia, el secretario de Seguridad Pública, el coordinador de Proyectos Estratégicos y el secretario de Finanzas, entre otros. La chiquillada –PRD y PT-puede durar hasta principios de 2013; el PAN es de casa.
Hace poco más de 25 años, los nostálgicos del poder aprendieron una dura lección: el camino a la titularidad del Ejecutivo no admite competencia política y no hay candidato opositor pequeño; también comprendieron que en el exilio no hay amigos, sino aliados de ocasión.
Publicado en el periódico Tiempo, de Oaxaca, Oax., el 15 de agosto de 2011.