FELIPE MARTÍNEZ LÓPEZ.
Publicado en el periódico Tiempo, de Oaxaca, Oax., el 17 de mayo de 2009.
Las próximas elecciones federales ya tienen a sus presuntos ganadores: el PRI y el abstencionismo. Con otras palabras, así casi lo afirmó el presidente del Consejo General del IFE, Leonardo Valdés Zurita, al pronosticar un abstencionismo entre 65 y el 69% el próximo 5 de julio. Antes que él, Roy Campos, de Consulta Mitofsky, concluía que al 62.6% de los ciudadanos no le interesaba la política, el 27.5 la sigue de lejos y sólo 9 % mostraban interés.
La alta abstención pronostica el casi seguro triunfo de los candidatos priistas. Así lo aseguraban las encuestadoras serias, salvo una, cercana a la presidencia de la República, que quiso repetir su gracia de anticipar el triunfo de Felipe Calderón en las pasadas elecciones federales y le permitió a Fox intervenir en el proceso para quebrar lo que parecía el imparable triunfó de López Obrador.
Según una encuesta de María de las Heras, el PRI alcanzaría una votación de 40%, contra 34% de PAN, con lo que tendría la mayor cantidad de diputados, pero sin conseguir la tan deseada mayoría absoluta. La misma encuestadora apuntaba la razón del triunfo: “Según nuestros cálculos, los partidos apenas conseguirían el voto de sus electores estables, aquellos cuya preferencia electoral no se ve alterada por las circunstancias de una elección, sino que tienen que ver con factores de más largo alcance.” (Milenio, 27/04/2009). Unos días después, la encuestadora Berumen calculaba que, con los “votos efectivos” de votantes probables, el PRI tenía el 44.7% de las intenciones, seguido por el PAN con 36.8% y el 13% del PRD (El Universal, 11/05/2009).
Estas encuestas se efectuaron cuando el PAN ya había encontrado el camino para evadir la nueva ley electoral, esa que prohíbe a los partidos y a los particulares contratar espacios mediáticos para difusión política, pero no dice nada sobre el manejo de Internet. Y ese fue el punto débil que aprovecharon los panistas. Dinero para las campañas, el panismo tiene. Su caja chica, o caja fuerte, como se quiera ver, está en las dependencias públicas. La mejor prueba la tuvimos hace unas semanas, cuando el director de la Lotería Nacional renunció porque quiso financiar la campaña del candidato panista a gobernador del estado de Campeche. Su renuncia no fue por su delito –que debía conducirlo a la cárcel-, sino por ser militante del PANAL: era un funcionario desechable. El esquema es claro. El gobierno federal paga a las televisoras y las estaciones de radio, y ellos lo único que hacen es recoger las videograbaciones que el PAN cuelga en la Internet.
El gran problema de los panistas es que estas elecciones intermedias no las van ganar las televisoras, ni hay carisma publicitaria en campaña, como en las presidenciales. Las próximas elecciones las van a ganar los votos duros de los partidos políticos. Esos votantes que acuden a la urna, aun sin campañas televisivas ni radiales o aunque los candidatos no lleguen a las casas o a las comunidades de los votantes, porque van impulsados por el recuerdo de las siglas del partido, por el rencor contra algún otro o por un difuso sentido de agradecimiento.
En la historia política del país, el partido con mayores posibilidades de movilizar amplias masas ciudadanas bajo este esquema, sigue siendo el PRI, porque es el único que tiene presencia organizativa o en la memoria colectiva, en cada una de las localidades del territorio nacional. Ningún otro partido, incluido el PAN, ha logrado penetrar en estas inmensas redes del localismo geográfico. El PRI lo hizo, no por una actitud consciente de organización política, sino como resultado indirecto de la época en que fue la Secretaría de Asuntos Electorales de los gobiernos priistas en el poder.
Esa es la gran virtud del priismo y su próxima llave de triunfo. No van a ganar los candidatos priistas, por el contrario, quienes van a perder son los candidatos de la oposición, que no es lo mismo, aunque suene casi igual. Las razones son muy claras. Tanto el PAN, como esa rara coalición en torno al cacicazgo de López Obrador, se atiborraron de candidatos desconocidos y tránsfugas del PRI; el PRD, con sus pleitos internos y sus listas familiares de candidatos, no tienen visos de triunfo. Con esos candidatos, más la amenaza del abstencionismo, queda un camino pavimentado para el triunfo de los candidatos priistas, que no son los mejores, pero sí los menos peores de la caterva de suspirantes a la beca de la cámara federal.
Publicado en el periódico Tiempo, de Oaxaca, Oax., el 17 de mayo de 2009.
Las próximas elecciones federales ya tienen a sus presuntos ganadores: el PRI y el abstencionismo. Con otras palabras, así casi lo afirmó el presidente del Consejo General del IFE, Leonardo Valdés Zurita, al pronosticar un abstencionismo entre 65 y el 69% el próximo 5 de julio. Antes que él, Roy Campos, de Consulta Mitofsky, concluía que al 62.6% de los ciudadanos no le interesaba la política, el 27.5 la sigue de lejos y sólo 9 % mostraban interés.
La alta abstención pronostica el casi seguro triunfo de los candidatos priistas. Así lo aseguraban las encuestadoras serias, salvo una, cercana a la presidencia de la República, que quiso repetir su gracia de anticipar el triunfo de Felipe Calderón en las pasadas elecciones federales y le permitió a Fox intervenir en el proceso para quebrar lo que parecía el imparable triunfó de López Obrador.
Según una encuesta de María de las Heras, el PRI alcanzaría una votación de 40%, contra 34% de PAN, con lo que tendría la mayor cantidad de diputados, pero sin conseguir la tan deseada mayoría absoluta. La misma encuestadora apuntaba la razón del triunfo: “Según nuestros cálculos, los partidos apenas conseguirían el voto de sus electores estables, aquellos cuya preferencia electoral no se ve alterada por las circunstancias de una elección, sino que tienen que ver con factores de más largo alcance.” (Milenio, 27/04/2009). Unos días después, la encuestadora Berumen calculaba que, con los “votos efectivos” de votantes probables, el PRI tenía el 44.7% de las intenciones, seguido por el PAN con 36.8% y el 13% del PRD (El Universal, 11/05/2009).
Estas encuestas se efectuaron cuando el PAN ya había encontrado el camino para evadir la nueva ley electoral, esa que prohíbe a los partidos y a los particulares contratar espacios mediáticos para difusión política, pero no dice nada sobre el manejo de Internet. Y ese fue el punto débil que aprovecharon los panistas. Dinero para las campañas, el panismo tiene. Su caja chica, o caja fuerte, como se quiera ver, está en las dependencias públicas. La mejor prueba la tuvimos hace unas semanas, cuando el director de la Lotería Nacional renunció porque quiso financiar la campaña del candidato panista a gobernador del estado de Campeche. Su renuncia no fue por su delito –que debía conducirlo a la cárcel-, sino por ser militante del PANAL: era un funcionario desechable. El esquema es claro. El gobierno federal paga a las televisoras y las estaciones de radio, y ellos lo único que hacen es recoger las videograbaciones que el PAN cuelga en la Internet.
El gran problema de los panistas es que estas elecciones intermedias no las van ganar las televisoras, ni hay carisma publicitaria en campaña, como en las presidenciales. Las próximas elecciones las van a ganar los votos duros de los partidos políticos. Esos votantes que acuden a la urna, aun sin campañas televisivas ni radiales o aunque los candidatos no lleguen a las casas o a las comunidades de los votantes, porque van impulsados por el recuerdo de las siglas del partido, por el rencor contra algún otro o por un difuso sentido de agradecimiento.
En la historia política del país, el partido con mayores posibilidades de movilizar amplias masas ciudadanas bajo este esquema, sigue siendo el PRI, porque es el único que tiene presencia organizativa o en la memoria colectiva, en cada una de las localidades del territorio nacional. Ningún otro partido, incluido el PAN, ha logrado penetrar en estas inmensas redes del localismo geográfico. El PRI lo hizo, no por una actitud consciente de organización política, sino como resultado indirecto de la época en que fue la Secretaría de Asuntos Electorales de los gobiernos priistas en el poder.
Esa es la gran virtud del priismo y su próxima llave de triunfo. No van a ganar los candidatos priistas, por el contrario, quienes van a perder son los candidatos de la oposición, que no es lo mismo, aunque suene casi igual. Las razones son muy claras. Tanto el PAN, como esa rara coalición en torno al cacicazgo de López Obrador, se atiborraron de candidatos desconocidos y tránsfugas del PRI; el PRD, con sus pleitos internos y sus listas familiares de candidatos, no tienen visos de triunfo. Con esos candidatos, más la amenaza del abstencionismo, queda un camino pavimentado para el triunfo de los candidatos priistas, que no son los mejores, pero sí los menos peores de la caterva de suspirantes a la beca de la cámara federal.
Por eso la molestia del gobernador Ulises Ruiz con los candidatos priistas que no levantan el vuelo y no efectúan una campaña seria. La actitud también era de esperarse. Casi ninguno de los candidatos priistas oaxaqueños tiene una historia de vínculo personal con las regiones donde fueron asignados; tampoco, durante su desempeño personal en las dependencias donde cobraron, tuvieron visos de genialidad o, por lo menos, de intentar servir a los pueblos más atrasados y necesitados del estado. Su característica fundamental es la de ser amigo del gobernante o seguidor del presidente del partido. Con esas características, van a la campaña montados en la estructura gubernamental, pero no aportan ni carisma, ni prestigio, mucho menos liderazgo. Tiene la gran fortuna de no haberles tocado una campaña presidencial. Dentro de tres años, los actuales candidatos del PRI tendrían asegurada una clara y contundente derrota en sus distritos electorales.