ARROGANCIA PANISTA.
FELIPE MARTÍNEZ LÓPEZ.
(Publicado en Tiempo, 11 de julio de 2008)
Tiene toda la razón, Manuel Espino, ex dirigente nacional del PAN al afirmar que los panistas son unos malagradecidos. A estas alturas, para nadie es ya un secreto que el grupo panista en el poder copió las formas más negativas del quehacer político de los tiempos del priismo dinosáurico. La corrupción aflora en todas las oficinas públicas del gobierno federal panista, los golpes bajos y los despidos pasionales son lo cotidiano en las relaciones políticas de los hombres panistas en el poder, pero sobre todo, sobresalen por su ineficacia e ineptitud administrativa.
Como Espino ha dicho y con suficiente conocimiento de causa, los panistas en el poder son los entes políticos más olvidadizos. Casi ninguno de ellos recuerda el importante papel que jugó Santiago Creel en el proceso de la negociación para identificar a la democratización del país con la alternancia en el poder. También olvidaron los intrincados vericuetos seguidos en la secretaría de Gobernación de Diódoro Carrasco Altamirano para que el gobierno priista de Ernesto Zedillo no interfiriera en el proceso electoral y se obtuviera una alternancia pacífica.
A todo este trabajo de filigrana se le dio en pago una patada en el trasero a su ejecutor. Quizá el hecho no llamara la atención, si no fuera por el descuido de las formas y su presentación como un ajuste de cuentas políticas. En mucho ayudó al hecho el perfil político del actual presidente nacional panista y sus actitudes de perdona vidas para cualquier acción que ejecuta. En lo general, toda declaración, acción política y planteamientos de Germán Martínez tienen un fuerte toque de autoritarismo, molestia, encono y vendetta.
La más reciente acción de los funcionarios panistas en el poder, al ordenar el espionaje político contra el coordinador de los senadores priistas, su familia y sus ayudantes, también muestran que el jefe del Cisen, el secretario de Gobernación Juan Camilo Mouriño, olvidó muy pronto que Manlio Fabio Beltrones fue el único priista que lo apoyó y con su respaldo impidió el proceso legislativo para investigar sus corruptelas y latrocinios al amparo de los contratos con Pemex.
La defensa de Mouriño a las actividades del Cisen, no es más que la aceptación de la intención gubernamental de recabar información susceptible de ser utilizada para inducir al investigado a aceptar los requerimientos de un proceso de chantaje. Creo que muy poca gente pone en duda que el espionaje al senador Beltrones tenía como fin último la presión para que apoyara la aprobación de la iniciativa presidencial para la privatización de Pemex. El problema del gobierno es que la supuesta víctima le resultó más inteligente y con más conocimiento de la mecánica del espionaje que los imberbes burócratas de la Secretaría de Gobernación.
Todos los días el gobierno federal panista no hace otra cosa más que remachar los clavos de su ataúd político. No hay acción, ni declaración que hagan que no conduzca al futuro tan predicho. Por eso, las próximas elecciones federales serán el primer toque de campanas del réquiem del panismo en el poder. Incluso los neófitos delegados federales panistas en el estado de Oaxaca lo han comprendido. Por eso, en lugar de dedicarse a servir a la gente, se han empeñado en contratar a sus incondicionales y familiares, además de afanarse en consolidar el patrimonio familiar, para hacer más llevadero el ostracismo económico que les espera dentro de muy poco tiempo.