FELIPE MARTÍNEZ LÓPEZ.
Publicado en el periódico Tiempo, de Oaxaca, Oax., el 19 de octubre de 2008.
Una de las características más reiteradas de la política del desarrollo mexicano ha sido el marcado y persistente apoyo a la empresa privada, mediante privilegios y concesiones a los sectores económicos más poderosos del país. Sus resultados no han sido en beneficio de la mayoría de los habitantes del país.
Tres han sido las grandes etapas político-económicas para consolidar el capitalismo mexicano. Una primera va de la década de 1940 a 1970. Durante el período presidencial de Manuel Ávila Camacho (1940-1946) se reorganizó Nacional Financiera y se revitalizó el aparato productivo del gobierno, con el fin de favorecer a la iniciativa privada del país. Esa misma política siguió Miguel Alemán en el sexenio posterior, impulsando a las empresas privadas, tanto nacionales como extranjeras. En general, los siguientes periodos presidenciales mantuvieron el esquema, sin tener más objetivos que la acumulación privada de capital.
Si bien el periodo de 1940 a 1970 se caracterizó por altos porcentajes de crecimiento del Producto Interno Bruto nacional, no se observó ninguna mejora en la calidad de vida de la población. Por ejemplo, de 1940 a 1946, el crecimiento económico fue de 9.7% anual, con Ruiz Cortines llegó a 10% y con Adolfo López Mateos a 11.7%; sin embargo, en 1970 vivían en condiciones de pobreza extrema el 39.2% de la población y el 23.3% en la pobreza. El 62.5% de los mexicanos eran pobres. Para ese mismo año, el Banco de México informaba que el 20% de las familias concentraban el 56% del ingreso nacional y 10 años después concentraban el 60%. Con estos datos, se puede observar la falacia del supuesto de que el crecimiento sostenido garantiza un incremento de los niveles de bienestar de la población en general, pues el esquema seguido, de la sustitución de importaciones o de industrialización del país, lo único que impulsó fue la tendencia a la concentración del ingreso en el país.
La segunda etapa va de 1970 a 1995. En los sexenios de Luis Echeverría y José López Portillo se produjo un proceso de crecimiento monopólico estatal y privado, a pesar de la crisis y recesión económica con que tomó el gobierno el segundo, por la devaluación del peso y por los convenios firmados con el Fondo Monetario Internacional. Sin embargo, el descubrimiento de nuevos yacimientos petroleros, el incremento de la plataforma de extracción y el aumento del precio del petróleo, le permitieron al gobierno de López Portillo impulsar una política de creciente endeudamiento para acelerar la industrialización del país. Los resultados obtenidos fueron una elevada inflación, el aumento de la deuda externa, el desempleo y el agudizamiento de la concentración del ingreso. Al finalizar el sexenio, junto con América Latina, México entró en “la década perdida” en materia económica, registrando tasas negativas de crecimiento (-4. 2% en 1983, -3.8% en 1986), la fuga de capitales por la devaluación del peso y la caída de los precios del petróleo.
La tercera etapa comienza a partir del sexenio del presidente Miguel de la Madrid, cuando se intentó reencauzar al país en un nuevo proceso, buscando abrir la economía al exterior. Este proceso se consolidó con la llegada a la presidencia de Carlos Salinas de Gortari, en 1998, cuando se encontró con una economía en recesión, la disminución de las actividades productivas y el mercado interno deprimido por los bajos ingresos de la población.
Salinas impulsó medidas económicas de corte abiertamente neoliberal, para orientar el crecimiento hacia la apertura comercial del mercado externo, lo que, si bien propició el aumento de la producción manufacturera, disminuyó la actividad del sector primario. A pesar de las promesas discursivas, la política económica impulsó el incremento de las diferencias regionales y el decrecimiento de las actividades del sector agropecuario. Así, en 1989, el crecimiento promedio anual del sector primario registró tasas negativas de -3.1 %, y la pérdida de 2.4 millones de empleos. A su vez, 14.3 millones de mexicanos cayeron en la pobreza extrema. Durante todo este periodo, el ingreso de la población se pulverizó y el salario mínimo sufrió un deterioro de 32%, debido a las políticas de contención salarial que no iban a la par con los montos de la inflación.
El siguiente gobierno comenzó con la devaluación del peso debido al llamado "error de diciembre" de Ernesto Zedillo, que obligó a mantener el impulsó al sector exportador y la búsqueda de inversión privada, tanto nacional como extranjera. A partir de 2000, la mayoría de los votantes mexicanos depositaron su confianza en el Partido Acción Nacional, que abrazó y extendió el neoliberalismo y la visión empresarial como medio y fin del gobierno mexicano; incluso, el panista Vicente Fox llegó a definirse como un empresario haciendo funciones de presidente.
Los resultados obtenidos no han sido de ninguna manera halagüeños. En esta etapa, si bien la economía mexicana ha mostrado periodos de bajo crecimiento, se han marcado aun más claramente los desequilibrios regionales, se incrementaron las corrientes migratorias de las áreas rurales a las ciudades y se vive un constante deterioro de las condiciones laborales. Las características de la economía mexicana son: 1) incapacidad para absorber la mano de obra disponible; 2) no generar fuentes de empleo, debido a la falta de crecimiento constante de los sectores económicos, principalmente el manufacturero; 3) imposibilidad de mejorar las deterioradas condiciones de trabajo, permitiendo la existencia de jornada de más de 48 horas e ingresos mensuales menores a dos salarios mínimos para casi el 50% de la población con empleo; y, 4) incapacidad para aumentar la seguridad laboral y las prestaciones de ley de los mexicanos.