5 de octubre de 2008

ANDANZAS MAGISTERIALES.


FELIPE MARTÍNEZ LÓPEZ.

Publicado en el periódico Tiempo, de Oaxaca, Oax., el 5 de octubre de 2008.

Para fortuna de los oaxaqueños y para desgracia de los morelenses, el destino de la educación pública nacional se está decidiendo en el estado de Morelos. La disidencia de la Sección 19 del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE), aprovechando el cambio de su dirigencia estatal y la novatada de los recién llegados, inició un movimiento que terminó en la confrontación con la recién firmada Alianza por la Calidad de la Educación.

Como argumento para la movilización, que comenzó como una lucha por el control de la dirigencia, utilizaron un tema clave para cualquier profesor sindicalizado: el gobierno federal quería arrebatarles el derecho de heredar las plazas a los familiares que decidieran. En una ahora famosa nota televisiva, una profesora de Morelos declaró públicamente que estaban luchando para conservar los usos y costumbres de la herencia de las plazas magisteriales.

Obviamente, el argumento era el más endeble y el más susceptible de repudio por la opinión publica. Cuando la dirigencia de la disidencia nacional se percató del hecho, modificaron el formato de las declaraciones y convocaron la ayuda de sus seguidores y defensores en la prensa del Distrito Federal. A partir de entonces, el movimiento magisterial morelense y sus portaplumas manejaron la lucha como defensa contra la privatización de la educación pública. Siguiendo el eslogan de la lucha por el petróleo, la consigna fue ¡no a la privatización de la educación en México!

En el proceso, el magisterio disidente morelense abrevó de lo más nefasto de la Sección 22 oaxaqueña. Cerraron las escuelas y bloquearon las carreteras; en las casetas de pago, dejaban pasar los vehículos, pero antes, los automovilistas tenían que “cooperar para la causa”. No le pagaban al gobierno federal, pero el sindicato magisterial sí cobraba el peaje. El mismo esquema de la toma de la caseta de la supercarretera en la desviación a Telixtlahuaca, donde, año con año, los profesores oaxaqueños se forran los bolsillos con los ingresos federales.
La siguiente etapa fue el bloqueo al Palacio de Gobierno y las calles de Cuernavaca. La semana pasada, la disidencia magisterial morelense dio un paso más en la copia del modelo oaxaqueño, al convocar a las organizaciones sociales y políticas para integrarse en una coordinadora de lucha: estaban convocando al fantasma de la APPO morelense.

Para su desgracia, en Morelos gobierna el PAN y en Los Pinos despacha ahora Felipe Calderón. Por eso, tuvieron una respuesta pronta. Los padres de familia de Morelos y la Asociación Nacional de Padres de Familia inmediatamente se movilizaron, convocaron a recuperar las escuelas y llamaron al gobierno estatal para impartir clases por la televisión estatal. Por su parte, la secretaria de Educación Pública también dio una respuesta contundente: las plazas son del Estado mexicano y no de ningún particular, dijo.

Con estos hechos, todo la mesa de negociación se encontró con la barrera de la necesidad de profesionalizar el proceso educativo y de evaluar sus resultados, tanto el trabajo de los profesores, como el conocimiento adquirido por los estudiantes. Precisamente las causas reales de la revuelta magisterial. Mientras las dirigencias sindicales consideran la plaza como patrimonio personal, la SEP plantea la permanencia en las plazas, pero con la consiguiente actualización en los procesos pedagógicos y en las modificaciones curriculares; a los de nuevo ingreso, también se plantea su evaluación, como paso previo para su contratación.

En contraparte, los defensores de la disidencia argumentan las disparidades regionales. Es decir, que un profesor de Oaxaca no sabe lo mismo que uno del Distrito Federal o uno de Nuevo León; que un niño oaxaqueño tiene capacidades diferentes a los otros niños de otras entidades. En síntesis, la defensa argumenta que los usos y costumbres regionales deben prevalecer por sobre la media nacional; pero también defienden que cada estado otorgue las plazas de acuerdo a los usos y costumbres establecidos entre los institutos estatales de educación y las secciones sindicales: la venta de plazas, su asignación mediante el puntaje por asistencia a marchas y plantones, entre otras linduras de la irracionalidad sindical.

Mientras en Morelos se disputa el destino de la educación nacional, los profesores oaxaqueños mantienen su misma línea. Eligieron un nuevo líder, sobre la base del activismo y la virulencia radical. Por eso, su primer acto fue dirigirse al estado de Morelos y enviar, a partir de esta semana, un contingente de profesores oaxaqueños para engrosar las desfortalecidas filas de la disidencia morelense.

No conformes con el paro de labores durante la semana de la elección de su dirigencia, los profesores volvieron a dejar sin clases a los niños oaxaqueños el jueves pasado. El pretexto era lo de menos: festejar el “¡2 de octubre, no se olvida!” o el apoyo solidario a la lucha morelense, de lo que se trata es dejar vacías las aulas, para manifestar la combatividad del supuesto magisterio democrático oaxaqueño. Y luego denuncian que quien quiere privatizar la educación en México es el gobierno federal, sin terminar de entender que, con sus largas ausencias de las aulas, han hecho más por la privatización de la educación en el estado, al impulsar el auge a las escuelas privadas, donde incluso asisten los hijos de los propios líderes magisteriales oaxaqueños.