7 de diciembre de 2008

POLÍTICAS ECONÓMICAS EQUIVOCADAS.


FELIPE MARTÍNEZ LÓPEZ.

Publicado en el periódico Tiempo, de Oaxaca, Oax., el 7 de diciembre de 2008.

En Oaxaca, la persistencia de la miseria y pobreza con desigualdad ha sido impulsada por las equivocadas políticas públicas económicas. Para empezar, al menos desde 1981, ningún gobierno ha definido con claridad su concepto de desarrollo. Tampoco se pusieron de acuerdo, ni han terminado de comprender que el crecimiento económico no conduce necesariamente y unívocamente al proceso de desarrollo, en cualquiera de las últimas cuatro vertientes que han tomado carta de naturalización en la discusión teórica y práctica instaurada a nivel mundial.

Desde una perspectiva comparativa, en el estado se han repetido los viejos esquemas transitados en el país. En mucho, vivimos aún en una etapa superada a nivel nacional desde la década de los cuarenta, cuando se dejó atrás el viejo modelo agrario-exportador, para plantear la posibilidad de la industrialización bajo el esquema de la sustitución de importaciones.

Por el contrario, nuestro estado se mantiene en el primer esquema. Sus características son las de una entidad dedicada a la agricultura de subsistencia, con muy poca actividad agropecuaria y agroindustrial. En realidad, casi todo lo que producimos lo consumimos y solo una mínima parte de la producción estatal sale al mercado externo, pero fundamentalmente como materia prima y no en productos manufacturados. Quizá por esto, ha sido una constante de los gobiernos estatales la necesidad de impulsar la industrialización de la entidad, bajo las mismas premisas y con las mismas promesas que el gobierno federal impulso la industrialización a partir de 1940.

Recordemos que el modelo agrario exportador saltó en pedazos en el período de intervalo entre las dos guerras mundiales, cuando los países más desarrollados compraban las materias primas a bajo precio, sin disminuir los precios de sus productos manufacturados, a pesar del incremento de la productividad y la tecnologización de sus industrias. Era un proceso oligopólico, de intercambio desigual, según Raúl Prebisch, donde los países de la periferia transferían excedentes económicos a los centros. En ese entorno surge la Segunda Guerra Mundial. Mientras Estados Unidos y Europa se enfrascaban en el conflicto, dejando de producir los productos para su consumo interno, los países latinoamericanos encontraron su gran oportunidad para producir mercancía ligera, en un proceso conocido después como sustitución de importaciones, impulsando un modelo basado en la industrialización y en el crecimiento del mercado interno.

El círculo vicioso oaxaqueño es la repetición de este esquema, con especial énfasis a partir de la década de los 80. La burocracia estatal se percata de la existencia de un proceso económico de intercambio desigual con el resto del país y la inexistencia de un mercado interno consolidado, entonces, la respuesta planteada es la misma que experimentó –con relativo éxito- el gobierno mexicano a partir de la década de los 40: el proyecto de la industrialización, la búsqueda de la mayor productividad y la tecnología de punta. Aunque en la entidad no se le aplica el nombre de “sustitución importaciones”, sí se retoma mecánicamente el procedimiento y lo plantean como un modelo de desarrollo para el Estado de Oaxaca.

En muchos sentidos, ese esquema de desarrollo económico nacional, impulsado especialmente a partir del modelo de sustitución de importaciones, buscando la industrialización y su consiguiente resultado de crear un empresariado privado fuerte, pujante y competitivo, ha llevado a los gobiernos estatales a concentrar aquí todos los grandes males observados en la escala nacional, sin tener los pocos beneficios alcanzados allá.

Si bien es cierto que el modelo impulsó el crecimiento de la economía mexicana, colocando la industria como eje de acumulación del capital y desarrollando los servicios, elevó el empleo e incrementó los salarios reales y alteró de manera importante la estructura social y espacial del país, aumentando el peso de los trabajadores asalariados de las capas medias y de la población urbana sobre la rural, también fue incapaz de abrir un verdadero sistema productivo nacional, coherente e integrado, sobre todo porque, los países como México, tenían una incapacidad estructural para generar las divisas que reclamaba el desarrollo económico, lo que impidió mantener el impulso del esquema.

Esta es la misma situación de Oaxaca. Todos los diagnósticos de los planes estatales de desarrollo, a partir de la década de los ochenta, confirman la existencia de un escaso ahorro interno y la falta de capital para financiar la industrialización, fundamentalmente por la inexistencia de la propiedad privada en el entorno rural. Así, los campesinos, a quienes los planes de desarrollo quieren ver como rancheros agrícolas, no logran encontrar financiamiento para impulsar los procesos de infraestructura hidroagrícola y agroindustrial. A esta situación debemos agregar que el proceso de sustitución de importación nacional impulsó un paulatino abandono del sector agropecuario, focalizándolo a la producción de la materia prima de la industrialización y olvidándose de las demás ramas de la producción agrícola. Así se comenzó a perder la autosuficiencia alimentaria y crecieron las importaciones de productos agropecuarios.

Enmarcados en ese proceso, durante casi 30 años, los diferentes gobiernos estatales que han dirigido el destino del Estado de Oaxaca se han equivocado reiteradamente en el proceso para concretar el deseo de impulsar el desarrollo económico de la entidad.