FELIPE MARTÍNEZ LÓPEZ
Publicado en el periódico Tiempo, de Oaxaca, Oax., el 31 de julio de 2009.
A partir de hoy, tendremos a Andrés Manuel López Obrador de visita constante en Oaxaca, al menos durante los próximos tres meses, según ha anunciado. Va a palpar la pobreza y la miseria, pero no solo la económica, sino también la espiritual y partidista en que viven sus adeptos y correligionarios. La peor miseria humana es la de quienes indujeron a los oaxaqueños a actuar como vándalos, en aquellos oscuros días de 2006 y la que los ha derrumbado como partidos opositores.
Los oaxaqueños difícilmente olvidaremos los aciagos días de 2006, cuando aquí hicieron de las suyas los atencos, los panchosvilla y toda esa fauna de atolondrados y vividores que han hecho de la capital del país su propia jungla de servidumbre, para vivir del presupuesto público y de las actividades que rayan en la delincuencia, cuando no en la defensa de la delincuencia “social” –como la define el Peje. De las camionetas con logotipos del PRD, su entonces partido, bajaban las cacerolas, las tortas y los refrescos para alimentar a las turbas en el plantón y las barricadas. Oaxaca fue el laboratorio de la rebelión que se propuso impulsar en el Distrito Federal, para impedir la toma de posesión del entonces Presidente Electo, Felipe Calderón.
Tres años después del “ya merito”, el farsante de la presidencia legítima regresa a tierras oaxaqueñas, pero no en el tsuru blanco, donde lo conducía el chofer mejor pagado de todo el país, sino montado en las alas de la fantasía de un segundo asalto, una nueva oportunidad para poner el famosísimo “huevo de la serpiente”, contra el que tanto luchó la izquierda de la segunda mitad del siglo pasado. La diferencia es que ahora no trae las carretadas de dinero del presupuesto del Distrito Federal, ni las inmensas prerrogativas federales de la campaña presidencial, que le abrieron las puertas de la televisión comercial para producir el famosísimo “Efecto Peje”, que proporcionó 9 becas en la cámara de diputados a otros tantos vividores de la política oaxaqueña.
Ahora se va a enfrentar, como en la campaña electoral pasada, a la verdadera cara de la desorganización organizativa de sus partidarios. No habrá concentraciones tumultuarias, porque ya no hay esperanzas de puestos públicos futuros, ni dinero para aceitar la maquinaria de las movilizaciones interesadas. Ahora solo estarán los fieles y contados presidentes municipales, que después pagarán los platos rotos de las auditorías por desviación de recursos, para financiar la visita del pequeño virrey de Iztapalapa. Ese mismo profesional del trapecio que dio el salto mortal de presidente estatal priista en Tabasco, para amanecer en las filas del perredismo, donde también traicionó la confianza de Cuauhtémoc Cárdenas, es el mismo que transitó más de diez años por las aulas de la UNAM y, hasta donde se sabe, nunca pudo concluir sus estudios.
Fracasado de la vida y derrotado en las lides de la política real, López Obrador comienza su periplo por las tierras oaxaqueñas, donde tratará de sembrar la insidia, el rencor y el resentimiento social. Su único problema es que llega en momentos de tranquilidad política y con la cruda electoral de la pasada derrota. Su sendero no será de flores, multitudes y vítores, sino marcado por la desconfianza, la desunión, la deslealtad y la simulación de sus correligionarios. No habrá pintas de la esperanza, sino grafitis de la desesperación.
Publicado en el periódico Tiempo, de Oaxaca, Oax., el 31 de julio de 2009.
A partir de hoy, tendremos a Andrés Manuel López Obrador de visita constante en Oaxaca, al menos durante los próximos tres meses, según ha anunciado. Va a palpar la pobreza y la miseria, pero no solo la económica, sino también la espiritual y partidista en que viven sus adeptos y correligionarios. La peor miseria humana es la de quienes indujeron a los oaxaqueños a actuar como vándalos, en aquellos oscuros días de 2006 y la que los ha derrumbado como partidos opositores.
Los oaxaqueños difícilmente olvidaremos los aciagos días de 2006, cuando aquí hicieron de las suyas los atencos, los panchosvilla y toda esa fauna de atolondrados y vividores que han hecho de la capital del país su propia jungla de servidumbre, para vivir del presupuesto público y de las actividades que rayan en la delincuencia, cuando no en la defensa de la delincuencia “social” –como la define el Peje. De las camionetas con logotipos del PRD, su entonces partido, bajaban las cacerolas, las tortas y los refrescos para alimentar a las turbas en el plantón y las barricadas. Oaxaca fue el laboratorio de la rebelión que se propuso impulsar en el Distrito Federal, para impedir la toma de posesión del entonces Presidente Electo, Felipe Calderón.
Tres años después del “ya merito”, el farsante de la presidencia legítima regresa a tierras oaxaqueñas, pero no en el tsuru blanco, donde lo conducía el chofer mejor pagado de todo el país, sino montado en las alas de la fantasía de un segundo asalto, una nueva oportunidad para poner el famosísimo “huevo de la serpiente”, contra el que tanto luchó la izquierda de la segunda mitad del siglo pasado. La diferencia es que ahora no trae las carretadas de dinero del presupuesto del Distrito Federal, ni las inmensas prerrogativas federales de la campaña presidencial, que le abrieron las puertas de la televisión comercial para producir el famosísimo “Efecto Peje”, que proporcionó 9 becas en la cámara de diputados a otros tantos vividores de la política oaxaqueña.
Ahora se va a enfrentar, como en la campaña electoral pasada, a la verdadera cara de la desorganización organizativa de sus partidarios. No habrá concentraciones tumultuarias, porque ya no hay esperanzas de puestos públicos futuros, ni dinero para aceitar la maquinaria de las movilizaciones interesadas. Ahora solo estarán los fieles y contados presidentes municipales, que después pagarán los platos rotos de las auditorías por desviación de recursos, para financiar la visita del pequeño virrey de Iztapalapa. Ese mismo profesional del trapecio que dio el salto mortal de presidente estatal priista en Tabasco, para amanecer en las filas del perredismo, donde también traicionó la confianza de Cuauhtémoc Cárdenas, es el mismo que transitó más de diez años por las aulas de la UNAM y, hasta donde se sabe, nunca pudo concluir sus estudios.
Fracasado de la vida y derrotado en las lides de la política real, López Obrador comienza su periplo por las tierras oaxaqueñas, donde tratará de sembrar la insidia, el rencor y el resentimiento social. Su único problema es que llega en momentos de tranquilidad política y con la cruda electoral de la pasada derrota. Su sendero no será de flores, multitudes y vítores, sino marcado por la desconfianza, la desunión, la deslealtad y la simulación de sus correligionarios. No habrá pintas de la esperanza, sino grafitis de la desesperación.