FELIPE MARTÍNEZ LÓPEZ.
Publicado en el periódico Tiempo, de Oaxaca, Oax., el 10 de julio de 2009.
Después de la absoluta derrota que le propinaron los electores del voto duro priista, la oligarquía mexicana y los panistas no terminan de entender que su fin y de una forma de hacer política están a la vuelta de la esquina.
Muchos de los intelectuales volcados a la derecha y el propio presidente Calderón, quieren leer los resultados de las elecciones como un mandato para regresar hacia atrás, casi a aquellos espantosos días cuando el PAN cogobernaba con Salinas de Gortari y la ardilla Fernández de Cevallos vivía en Los Pinos. Quisieran reeditar los viejos tiempos de las “reformas estructurales”, para terminar de consolidar el neoliberalismo a la mexicana. Para ellos, la solución de la crisis económica estriba en la reforma laboral, para que desaparezcan los sindicatos -pero también la seguridad social y la semana de cuarenta horas laborables-, la generalización del IVA y, de pasadita, la conclusión de la privatización de PEMEX.
No olvidemos que, en el salinato, el PAN impulsó y aceptó tres grandes reformas que cambiaron la faz de México: la reforma al artículo 130 constitucional, para reconocer a las iglesias –un eufemismo para legalizar la creciente participación política de la Iglesia Católica mexicana-; la reforma al artículo 27, para impulsar y permitir la venta de las tierras comunales y ejidales; y la privatización de las empresas estatales y paraestatales. Les faltaron las reformas laborales y de PEMEX, porque se le acabó el tiempo a Salinas de Gortari y llegó Zedillo, un verdadero enclenque ideológico y político a la presidencia de la República, y porque el PAN ya no quiso avanzar más, pues quería concluir el trabajo en el mandato de uno de los suyos. Ilusos. No previeron los efectos de las reformas políticas aceptadas e impulsadas por ellos mismos.
Su gran problema es que los priistas ven este triunfo como el inicio de la amplia alameda para retornar a Los Pinos y no como la vereda para colaborar con el panismo. Por primera vez, en mucho tiempo, el PRI tiene un precandidato presidencial que une a casi todos los liderazgos y camarillas priistas. Además, el precandidato probó, en la campaña electoral pasada, las fórmulas para su propio lanzamiento y le funcionaron.
Después de la publicidad televisiva del día de las elecciones, muy pocos priistas dudan que Enrique Peña Nieto fue el verdadero artífice del triunfo electoral priista. La afirmación puede no ser cierta. Eso lo discutirán los ideólogos, pero la semilla fue sembrada y ha comenzado a germinar. Además, el grupo duro del priismo –pero también proclive al diálogo panista-, el de los sonorenses, con sus cofradías de las manos caídas y los bárbaros empresariales, fueron bombardeados y aniquilados con el desastre electoral del gobierno sonorense. En el orden mencionado, Manlio Fabio Beltrones fue atacado en su línea de flotación y difícilmente podrá seguir siendo el émulo de Fernández de Cevallos; por su parte, el gobernador Bours ya no podrá cumplir la función de dinamitero de una candidatura presidencial priista, como lo hizo en la campaña de Roberto Madrazo. Están, pues, abiertos los senderos para construir, pero no para colaborar; para que el priismo crezca y no solo sirva de bastón al decrépito panismo federal.
Mientras tanto, el pen…denciero presidente nacional del PAN ya se fue, pero los panistas oaxaqueños hacen mutis, para beneplácito de los priistas. Con esos dirigentes panistas, el 2010 oaxaqueño pinta de colores brillantes.
Publicado en el periódico Tiempo, de Oaxaca, Oax., el 10 de julio de 2009.
Después de la absoluta derrota que le propinaron los electores del voto duro priista, la oligarquía mexicana y los panistas no terminan de entender que su fin y de una forma de hacer política están a la vuelta de la esquina.
Muchos de los intelectuales volcados a la derecha y el propio presidente Calderón, quieren leer los resultados de las elecciones como un mandato para regresar hacia atrás, casi a aquellos espantosos días cuando el PAN cogobernaba con Salinas de Gortari y la ardilla Fernández de Cevallos vivía en Los Pinos. Quisieran reeditar los viejos tiempos de las “reformas estructurales”, para terminar de consolidar el neoliberalismo a la mexicana. Para ellos, la solución de la crisis económica estriba en la reforma laboral, para que desaparezcan los sindicatos -pero también la seguridad social y la semana de cuarenta horas laborables-, la generalización del IVA y, de pasadita, la conclusión de la privatización de PEMEX.
No olvidemos que, en el salinato, el PAN impulsó y aceptó tres grandes reformas que cambiaron la faz de México: la reforma al artículo 130 constitucional, para reconocer a las iglesias –un eufemismo para legalizar la creciente participación política de la Iglesia Católica mexicana-; la reforma al artículo 27, para impulsar y permitir la venta de las tierras comunales y ejidales; y la privatización de las empresas estatales y paraestatales. Les faltaron las reformas laborales y de PEMEX, porque se le acabó el tiempo a Salinas de Gortari y llegó Zedillo, un verdadero enclenque ideológico y político a la presidencia de la República, y porque el PAN ya no quiso avanzar más, pues quería concluir el trabajo en el mandato de uno de los suyos. Ilusos. No previeron los efectos de las reformas políticas aceptadas e impulsadas por ellos mismos.
Su gran problema es que los priistas ven este triunfo como el inicio de la amplia alameda para retornar a Los Pinos y no como la vereda para colaborar con el panismo. Por primera vez, en mucho tiempo, el PRI tiene un precandidato presidencial que une a casi todos los liderazgos y camarillas priistas. Además, el precandidato probó, en la campaña electoral pasada, las fórmulas para su propio lanzamiento y le funcionaron.
Después de la publicidad televisiva del día de las elecciones, muy pocos priistas dudan que Enrique Peña Nieto fue el verdadero artífice del triunfo electoral priista. La afirmación puede no ser cierta. Eso lo discutirán los ideólogos, pero la semilla fue sembrada y ha comenzado a germinar. Además, el grupo duro del priismo –pero también proclive al diálogo panista-, el de los sonorenses, con sus cofradías de las manos caídas y los bárbaros empresariales, fueron bombardeados y aniquilados con el desastre electoral del gobierno sonorense. En el orden mencionado, Manlio Fabio Beltrones fue atacado en su línea de flotación y difícilmente podrá seguir siendo el émulo de Fernández de Cevallos; por su parte, el gobernador Bours ya no podrá cumplir la función de dinamitero de una candidatura presidencial priista, como lo hizo en la campaña de Roberto Madrazo. Están, pues, abiertos los senderos para construir, pero no para colaborar; para que el priismo crezca y no solo sirva de bastón al decrépito panismo federal.
Mientras tanto, el pen…denciero presidente nacional del PAN ya se fue, pero los panistas oaxaqueños hacen mutis, para beneplácito de los priistas. Con esos dirigentes panistas, el 2010 oaxaqueño pinta de colores brillantes.