FELIPE MARTÍNEZ LÓPEZ
Publicado en el periódico Tiempo, de Oaxaca, Oax., el 6 de julio de 2009.
Este lunes comienza, de hecho, un nuevo momento en la vida política del país y del estado. Este viraje, en el escenario nacional, estará marcado inicialmente por una pausa hasta el mes de septiembre, cuando asuman su cargo los nuevos diputados federales electos. Para entonces, la Cámara de Diputados estará dominada por una mayoría priista y sus aliados, muy lastimada por el pandillerismo político del pendenciero presidente nacional del PAN, Germán Martínez, quien cortó los puentes comunicantes del presidente Felipe Calderón con los liderazgos priistas, en un absurdo afán por detener la creciente ola tricolor.
Hasta esos días, el entorno nacional estará enmarcado en un intento por esconder la gravedad de la crisis económica nacional. El gobierno federal tendrá todavía unos meses más, de relativa calma política, para tratar de maquillar los catastróficos datos del despeñadero económico nacional. En estos meses, seguiremos oyendo a los funcionarios federales y a sus corifeos empresariales e institucionales seguir insistiendo en el argumento de "la crisis que vino de fuera", para justificar la inexistencia de una estructura productiva y la falta de un liderazgo nacional que pudiera impulsar un desarrollo endógeno, para minimizar o impedir otra crisis económica, mundial o local.
A pesar de la debacle política panista, el gobierno federal mantendrá su táctica de poner toda la canasta de los huevos políticos en la lucha contra el narcotráfico. Calderón sabe que es una batalla perdida, pero mediáticamente lo pone en el centro de la atención pública nacional y en un punto de interés importante para el gobierno norteamericano. En términos de estrategia administrativa, también conoce la fuerza de la amenaza de la detención de cualquier funcionario municipal o estatal con algún vínculo -imaginario, real o inventado- con los carteles de la droga nacional. Es una permanente espada de Damocles sobre la cabeza de casi todos los gobernadores del país, excluyendo, obviamente, a los gobiernos panistas, a quienes se mide con aquella vieja frase porfiriana: "A los amigos, justicia y gracia; a los enemigos, justicia a secas".
Digo que la lucha contra el narcotráfico es una batalla perdida, porque también estoy convencido que el presidente Calderón sabe que, si hubiera un día cuando lograran capturar al último jefe de los carteles de drogas y al último de los narco minoristas, al siguiente segundo surgiría la nueva generación de narco minoristas y los próximos capos de los nuevos carteles de la droga. Visto desde esta perspectiva, me convenzo cada día más, que la actual lucha del gobierno contra el narcotráfico no tiene otra finalidad más que sostener a la débil e ineficiente administración gubernamental federal. La administración calderonista comenzó esta batalla perdida, como una forma para legitimarse ante el embate deslegitimador del pejismo perredistas y va a concluir como el desastre vietnamita de los norteamericanos: sin honor y sin victoria alguna.
Mientras ese día llega, seguiremos teniendo una administración federal que irá de tumbo en tumbo, sin un proyecto político definido y real, sin una estrategia de desarrollo económico viable y en beneficio de la mayoría de los mexicanos, y dirigidas todas las pequeñas tácticas gubernamentales por una verdadera caterva de políticos panistas ambiciosos, oportunistas e ineptos.
Publicado en el periódico Tiempo, de Oaxaca, Oax., el 6 de julio de 2009.
Este lunes comienza, de hecho, un nuevo momento en la vida política del país y del estado. Este viraje, en el escenario nacional, estará marcado inicialmente por una pausa hasta el mes de septiembre, cuando asuman su cargo los nuevos diputados federales electos. Para entonces, la Cámara de Diputados estará dominada por una mayoría priista y sus aliados, muy lastimada por el pandillerismo político del pendenciero presidente nacional del PAN, Germán Martínez, quien cortó los puentes comunicantes del presidente Felipe Calderón con los liderazgos priistas, en un absurdo afán por detener la creciente ola tricolor.
Hasta esos días, el entorno nacional estará enmarcado en un intento por esconder la gravedad de la crisis económica nacional. El gobierno federal tendrá todavía unos meses más, de relativa calma política, para tratar de maquillar los catastróficos datos del despeñadero económico nacional. En estos meses, seguiremos oyendo a los funcionarios federales y a sus corifeos empresariales e institucionales seguir insistiendo en el argumento de "la crisis que vino de fuera", para justificar la inexistencia de una estructura productiva y la falta de un liderazgo nacional que pudiera impulsar un desarrollo endógeno, para minimizar o impedir otra crisis económica, mundial o local.
A pesar de la debacle política panista, el gobierno federal mantendrá su táctica de poner toda la canasta de los huevos políticos en la lucha contra el narcotráfico. Calderón sabe que es una batalla perdida, pero mediáticamente lo pone en el centro de la atención pública nacional y en un punto de interés importante para el gobierno norteamericano. En términos de estrategia administrativa, también conoce la fuerza de la amenaza de la detención de cualquier funcionario municipal o estatal con algún vínculo -imaginario, real o inventado- con los carteles de la droga nacional. Es una permanente espada de Damocles sobre la cabeza de casi todos los gobernadores del país, excluyendo, obviamente, a los gobiernos panistas, a quienes se mide con aquella vieja frase porfiriana: "A los amigos, justicia y gracia; a los enemigos, justicia a secas".
Digo que la lucha contra el narcotráfico es una batalla perdida, porque también estoy convencido que el presidente Calderón sabe que, si hubiera un día cuando lograran capturar al último jefe de los carteles de drogas y al último de los narco minoristas, al siguiente segundo surgiría la nueva generación de narco minoristas y los próximos capos de los nuevos carteles de la droga. Visto desde esta perspectiva, me convenzo cada día más, que la actual lucha del gobierno contra el narcotráfico no tiene otra finalidad más que sostener a la débil e ineficiente administración gubernamental federal. La administración calderonista comenzó esta batalla perdida, como una forma para legitimarse ante el embate deslegitimador del pejismo perredistas y va a concluir como el desastre vietnamita de los norteamericanos: sin honor y sin victoria alguna.
Mientras ese día llega, seguiremos teniendo una administración federal que irá de tumbo en tumbo, sin un proyecto político definido y real, sin una estrategia de desarrollo económico viable y en beneficio de la mayoría de los mexicanos, y dirigidas todas las pequeñas tácticas gubernamentales por una verdadera caterva de políticos panistas ambiciosos, oportunistas e ineptos.
En ese entorno nacional, los oaxaqueños también entramos a una nueva fase de la política local. Para comenzar, el sindicalismo magisterial ha entrado ya en la desmovilización política, por las vacaciones de fin de cursos de los profesores oaxaqueños. Los partidos de oposición entrarán en una clara crisis interna, por las derrotas sufridas y la demostración palpable de su incapacidad para contar con una estructura organizativa propia. Por el contrario, el priismo estatal está exultante por los resultados obtenidos, lo que llevará a más de un dirigente a sentirse con posibilidades de ser el próximo candidato a gobernador, el año que viene. Lo cierto es que el PRI oaxaqueños sigue funcionando con las mismas reglas de antaño y su próximo candidato a gobernador está ya más que definido, aunque debamos esperar hasta los primeros días del año próximo para saber específicamente a que oídos llegan lo que el escritor Luis Spota llamó las "palabras mayores".