FELIPE MARTÍNEZ LÓPEZ
Publicado en el periódico Tiempo, de Oaxaca, Oax., el 10 de marzo de 2010.
A raíz de mi último artículo sobre la perversión de la política, recibí varios comentarios preguntando sobre las alternativas posibles. Una de ellas es la organización ciudadana independiente. Es una vía difícil, sin muchos beneficios inmediatos, pero con un inmenso caudal de futuro para quienes luchan por transformar a la sociedad.
En el sistema actual, los partidos políticos representan la llave de acceso o de permanencia en el poder, entendido éste como la distribución de canonjías, sinecuras, acceso al dinero público sin controles efectivos y el otorgamiento de contratos a los amigos, con el previo pago de un porcentaje del total del costo o, en el peor de los casos, a empresas fantasmas o de prestanombres de los mismos funcionarios públicos. Una verdadera camada de nuevos ricos está saliendo de las últimas administraciones sexenales, pero también de las municipales, sin ningún distingo por el partido donde militan. Destacan, por cierto, los últimos presidentes de Juchitán de Zaragoza, donde no solo hay un abandono absoluto de la obra pública, sino que tampoco comprueban los recursos municipales. Han sido célebres las huelgas de hambre de Leopoldo de Gyves y Alberto Reyna, ¡para que no les obliguen a comprobar millones de pesos! Para desgracia de los juchitecos, los gobiernos estatales han cedido al chantaje y todo queda en un acuerdo de mutua protección.
Los cargos de elección popular se distribuyen entre amigos de confianza –sin importar su capacidad académica, personal o profesional- o entre parientes consanguíneos, siempre y cuando garanticen la lealtad al Jefe y la defensa del estado actual de cosas. En este esquema se encuentra todos los partidos políticos. No hay uno solo que se salve. En todos los partidos los hijos, esposas, hermanos, primos y amantes cobran como senadores y diputados, tanto locales como federales. El proceso era muy observable, desde hace tiempo, en el PRD, pero recientemente se dispararon los números tanto en el PRI como en el PAN, destacándose este último partido por el cinismo de sus gobernadores, quienes hacen gala de esta nueva modalidad del nepotismo. En el Partido Verde el asunto también tiene hondas raíces, pero se destacó por sus últimas ventas de candidaturas a diputados federales a las empresas televisivas, a cambio de comentarios favorables en sus barras noticiosas y de opinión; a través del Verde, las empresas televisivas tienen bancadas parlamentarias.
Publicado en el periódico Tiempo, de Oaxaca, Oax., el 10 de marzo de 2010.
A raíz de mi último artículo sobre la perversión de la política, recibí varios comentarios preguntando sobre las alternativas posibles. Una de ellas es la organización ciudadana independiente. Es una vía difícil, sin muchos beneficios inmediatos, pero con un inmenso caudal de futuro para quienes luchan por transformar a la sociedad.
En el sistema actual, los partidos políticos representan la llave de acceso o de permanencia en el poder, entendido éste como la distribución de canonjías, sinecuras, acceso al dinero público sin controles efectivos y el otorgamiento de contratos a los amigos, con el previo pago de un porcentaje del total del costo o, en el peor de los casos, a empresas fantasmas o de prestanombres de los mismos funcionarios públicos. Una verdadera camada de nuevos ricos está saliendo de las últimas administraciones sexenales, pero también de las municipales, sin ningún distingo por el partido donde militan. Destacan, por cierto, los últimos presidentes de Juchitán de Zaragoza, donde no solo hay un abandono absoluto de la obra pública, sino que tampoco comprueban los recursos municipales. Han sido célebres las huelgas de hambre de Leopoldo de Gyves y Alberto Reyna, ¡para que no les obliguen a comprobar millones de pesos! Para desgracia de los juchitecos, los gobiernos estatales han cedido al chantaje y todo queda en un acuerdo de mutua protección.
Los cargos de elección popular se distribuyen entre amigos de confianza –sin importar su capacidad académica, personal o profesional- o entre parientes consanguíneos, siempre y cuando garanticen la lealtad al Jefe y la defensa del estado actual de cosas. En este esquema se encuentra todos los partidos políticos. No hay uno solo que se salve. En todos los partidos los hijos, esposas, hermanos, primos y amantes cobran como senadores y diputados, tanto locales como federales. El proceso era muy observable, desde hace tiempo, en el PRD, pero recientemente se dispararon los números tanto en el PRI como en el PAN, destacándose este último partido por el cinismo de sus gobernadores, quienes hacen gala de esta nueva modalidad del nepotismo. En el Partido Verde el asunto también tiene hondas raíces, pero se destacó por sus últimas ventas de candidaturas a diputados federales a las empresas televisivas, a cambio de comentarios favorables en sus barras noticiosas y de opinión; a través del Verde, las empresas televisivas tienen bancadas parlamentarias.
Éstas han sido las causas, entre otras, para que los partidos políticos pierdan credibilidad y difícilmente pueden cambiar su forma de accionar; hacerlo implicaría un verdadero suicidio de sus dirigentes y camarillas. Por eso, la alternativa es el impulso de la autonomía de los ciudadanos, su organización en asociaciones civiles y ciudadanas, y una posterior confederación de muchas voces y activismo individual y colectivo. Esto implica el retorno al ágora pública, la reconquista de los espacios de concentración ciudadana para dialogar sobre la problemática social y encontrar propuestas de solución. Sacar las discusiones del parlamento actual y de las oficinas gubernamentales, para trasladarla a la plaza pública. Implica concienciar a la ciudadanía de sus derechos, pero también de sus obligaciones, especialmente aquél donde coinciden los dos términos: reconstruir la política, para que responda a los intereses de los ciudadanos y no al de las camarillas en el poder.