FELIPE MARTÍNEZ LÓPEZ
Publicado en el periódico Tiempo, de Oaxaca, Oax., el 28 de abril de 2010.
Si las elecciones fueran hoy, el nunca bien ponderado César Nava, presidente del CEN panista, ya debería empacar sus bártulos, para seguir a Germán Martínez rumbo al basurero de la desmemoria política del panismo militante.
Según todas las encuestas levantadas por las empresas Parametría y Gabinete de Comunicación Estratégica, las coaliciones panerredistas o los partidos por separado, van camino a un rotundo fracaso electoral. El primero en saltar del barco a pique ha sido el Partido del Trabajo. Las encuestas fueron el primer grito de alarma para avisarles del error de la alianza con los monaguillos panistas y el perredismo gobiernista de Jesús Ortega. Vendieron las alianzas como freno al incontenible avance priista, pero terminaron siendo una verdadera faramalla mediática. Hoy sabemos que las coaliciones llevan a la bancarrota panista y, en su caída, arrastran a un desdibujado PRD que malbarató su ideología al diablo con sotana, para terminar siendo un lamentable y triste cascarón vacío.
En ninguno de los estados con elecciones, las tan cacareadas coaliciones suscitaron interés alguno, ni allegaron el caudal de votos esperados. El extraño experimento de unir el agua y el aceite está terminando como un verdadero y profundo fracaso. En unos días más, el primer golpe mediático lo va a sentir César Nava, cuando los priistas ganen la capital yucateca, un coto panista que ahora otea al futuro político del país. Pocas semanas después, le seguirán los demás estados, donde, por cierto, solo Oaxaca y Tlaxcala van a tener una probable competencia y no por la fuerza o la simpatía electoral del PAN o sus coaligados, sino merced al olvido del gobierno estatal del importante papel que tienen las políticas públicas para consolidar los triunfos electorales.
Si Ulises Ruiz ganó por un apretado margen de 32 mil votos, no fue porque los priistas hubieran abandonado el “voto duro”, sino porque el régimen del gobernador Murat fue el primero que privilegió la cooptación política por sobre la administración gubernamental. Sin proyecto de gobierno, ni idea de la administración pública, se dejó al amparo de la fantasmal ingeniería electoral los resultados del triunfo electoral de 2004. El resultado lo vimos la noche de las elecciones, cuando en el PRI oaxaqueño había caras largas, porque parecía que Gabino Cué tenía posibilidades de triunfo.
El esquema se mantuvo en este periodo. Se privilegió lo electoral, por sobre la administración gubernamental. No hubo proyecto de desarrollo, ni visión del gobierno. No hubo gobernanza, sino solamente movilización electoral. El resultado va a ser el ya anunciado por las encuestas. Un triunfo priista por un reducido margen de votos. Sin embargo, los electores levantarán la mano de Eviel Pérez Magaña, como en los otros estados de la República también el PRI ganará con márgenes más holgados, porque algunos de ellos tienen presupuesto suficiente y, en los otros, los gobernadores entendieron que gobernar es administrar, que gobernanza implica hegemonía y consenso, escuchar y tener un proyecto para arrastrar a todas las fuerzas sociales en pos de una visión de futuro.
Publicado en el periódico Tiempo, de Oaxaca, Oax., el 28 de abril de 2010.
Si las elecciones fueran hoy, el nunca bien ponderado César Nava, presidente del CEN panista, ya debería empacar sus bártulos, para seguir a Germán Martínez rumbo al basurero de la desmemoria política del panismo militante.
Según todas las encuestas levantadas por las empresas Parametría y Gabinete de Comunicación Estratégica, las coaliciones panerredistas o los partidos por separado, van camino a un rotundo fracaso electoral. El primero en saltar del barco a pique ha sido el Partido del Trabajo. Las encuestas fueron el primer grito de alarma para avisarles del error de la alianza con los monaguillos panistas y el perredismo gobiernista de Jesús Ortega. Vendieron las alianzas como freno al incontenible avance priista, pero terminaron siendo una verdadera faramalla mediática. Hoy sabemos que las coaliciones llevan a la bancarrota panista y, en su caída, arrastran a un desdibujado PRD que malbarató su ideología al diablo con sotana, para terminar siendo un lamentable y triste cascarón vacío.
En ninguno de los estados con elecciones, las tan cacareadas coaliciones suscitaron interés alguno, ni allegaron el caudal de votos esperados. El extraño experimento de unir el agua y el aceite está terminando como un verdadero y profundo fracaso. En unos días más, el primer golpe mediático lo va a sentir César Nava, cuando los priistas ganen la capital yucateca, un coto panista que ahora otea al futuro político del país. Pocas semanas después, le seguirán los demás estados, donde, por cierto, solo Oaxaca y Tlaxcala van a tener una probable competencia y no por la fuerza o la simpatía electoral del PAN o sus coaligados, sino merced al olvido del gobierno estatal del importante papel que tienen las políticas públicas para consolidar los triunfos electorales.
Si Ulises Ruiz ganó por un apretado margen de 32 mil votos, no fue porque los priistas hubieran abandonado el “voto duro”, sino porque el régimen del gobernador Murat fue el primero que privilegió la cooptación política por sobre la administración gubernamental. Sin proyecto de gobierno, ni idea de la administración pública, se dejó al amparo de la fantasmal ingeniería electoral los resultados del triunfo electoral de 2004. El resultado lo vimos la noche de las elecciones, cuando en el PRI oaxaqueño había caras largas, porque parecía que Gabino Cué tenía posibilidades de triunfo.
El esquema se mantuvo en este periodo. Se privilegió lo electoral, por sobre la administración gubernamental. No hubo proyecto de desarrollo, ni visión del gobierno. No hubo gobernanza, sino solamente movilización electoral. El resultado va a ser el ya anunciado por las encuestas. Un triunfo priista por un reducido margen de votos. Sin embargo, los electores levantarán la mano de Eviel Pérez Magaña, como en los otros estados de la República también el PRI ganará con márgenes más holgados, porque algunos de ellos tienen presupuesto suficiente y, en los otros, los gobernadores entendieron que gobernar es administrar, que gobernanza implica hegemonía y consenso, escuchar y tener un proyecto para arrastrar a todas las fuerzas sociales en pos de una visión de futuro.
A pesar de todos los errores, el PRI, por lo que se ve, habrá de darle una verdadera paliza electoral al proyecto para desideologizar la política, impulsado por Felipe Calderón y arrastrando al iluso de Jesús Ortega, para empujarlo al torbellino del desastre político electoral.