21 de junio de 2010

PRAGMATISMO IZQUIERDISTA

FELIPE MARTÍNEZ LÓPEZ

Publicado en el periódico Tiempo, de Oaxaca, Oax., el 19 de junio de 2010.

Cada vez es más clara la debacle electoral de la coalición de la derecha pragmática y la “izquierda” institucionalizada. No hay puerta que abran, que lleve un haz con luz de triunfo en los procesos electorales por las gubernaturas estatales. Desde un principio, los panistas cometieron el error de aliarse con lo más débil y nocivo de la burocracia perredista. El amarre no comenzó en estos procesos estatales. Este proceso sí fue una política de Estado, donde intervinieron, por lo menos, dos poderes de la Federación.

Todo comenzó cuando Jesús Ortega decidió competir, por cuarta ocasión, por la presidencia del CEN del PRD, contra Alejandro Encinas, un viejo ex comunista y candidato de López Obrador para el mismo cargo. Parecía ser una lucha entre corrientes encontradas del perredismo, por el control interno del partido. En ese lance, los panistas comprendieron el lado oscuro del candidato de los “Chuchos”. No era un militante de la izquierda comunista o vinculado a los grupos antaño guerrilleros; tampoco lo era del priismo socialdemócrata o nacionalista-revolucionario. Jesús había militado en las organizaciones surgidas a propósito de luchas intestinas y sólo con miras en las prerrogativas partidistas o en los cargos de elección popular.

Su última estación fue el Partido Socialista de los Trabajadores, una organización que ni era de izquierda ni representaba una fuerza social o política real, pero tenía la mala fama de ser esquirol de la política priista de la época. Ahí, Rafael Aguilar Talamantes lo hizo secretario general y le dio una diputación. Pero su líder tenía fama de ser un traidor de toda la izquierda y un aguerrido luchador de causas personales, experto en invadir propiedades privadas y luego chantajear a sus dueños para que se las liberara. Para salvar la cara, decidió integrarse en la fundación del Partido Mexicano Socialista y entró en el proceso de la nominación de Heberto Castillo como su precandidato a la presidencia, para las elecciones de 1988. Poco después, junto con el PARM, el PFCRN, el PPS y otras pequeñas organizaciones, apoyaron la candidatura de Cuauhtémoc Cárdenas como el candidato de la izquierda unificada. Así entró Jesús Ortega al lavatorio de pecados juveniles en que se convirtió el PRD, pero también llegó con el pie derecho: cobraba nuevamente como diputado federal. Era, es, pues, un pragmático del recurso económico público. Eso lo entendieron los panistas del gobierno federal y apostaron por él.

Lo demás es cosa pública. Volvió a perder las elecciones internas de su partido, pero supo argumentar legalmente la validez de su triunfo. Sus contrarios quisieron demostrar que ganó en casillas con votaciones fantásticas, donde triplicaban o cuadruplicaban el número de votantes reconocidos oficialmente en las listas electorales del IFE. No hubo ningún argumento que lo convenciera para pactar con sus contrincantes. Todo lo apostó a la controversia legal y el asunto llegó a manos del Tribunal Federal Electoral. Como era de esperarse, ahí obtuvo la victoria, con una sentencia irrevocable.

Inmediatamente comenzó a tejer la cercanía con empresarios del Distrito Federal y Monterrey, para presentarse como la izquierda democrática y parlamentaria. A principios de este año, supimos, con sorpresa, que la verdadera estrategia era olvidarse de la ideología, para seguir su viejo juego del pragmatismo electoral. En ese entonces, anunciaron, con bombos y platillos, la extraña alianza del PAN y el PRD, dos supuestos partidos antagónicos, uno de la derecha política y el otro de la supuesta izquierda mexicana.

Desde entonces, el PRD ha ido de tumbo en tumbo. Sin estructura electoral, se abrazó de las delegaciones federales dirigidas por panistas para hacer proselitismo electoral; sin candidatos con presencia social, recogió a los perdedores de las contiendas internas priistas y a los propuestos por los panistas. Para su mala suerte, el candidato propio, en Quintana Roo, le resultó un pillo de siete suelas, acusado por el gobierno federal de delincuencia organizada, lavado de dinero y tráfico de indocumentados.

Las encuestas serias, el principal dirigente de la izquierda opositora y el líder moral de la derecha partidista han insistido, en los últimos días, en la inminente derrota de la coalición derecha panista-izquierda perredista. Tanto López Obrador como Vicente Fox han vaticinado el carro completo para las coaliciones priistas. Ambos coinciden en que el principal error es el abandono de la ideología, en aras del pragmatismo electoral. Ambos apuntan hacia la cabeza de los principales líderes de la alianza antinatural. Quizá por eso, en la panista presidencia de la República se han prendido los focos de alarma y ahora echan mano de la propaganda negra. Jesús Ortega ha dejado de servirles. Ahora enfocan hacia Goebbels y el viejo adagio: una gran mentira, repetida muchas veces, se convierte en una pequeña verdad.