12 de octubre de 2010

REPITIENDO EQUÍVOCOS ECONÓMICOS

FELIPE MARTÍNEZ LÓPEZ
Publicado en el periódico Tiempo, de Oaxaca, Oax., el 9 de octubre de 2010.

Oaxaca ha repetido los viejos esquemas económicos transitados por la nación. Nuestros gobernantes viven aún en la etapa superada por el país a partir de la década de los cuarenta, cuando dejó atrás el viejo modelo agrario exportador, para plantearse la posibilidad de la industrialización bajo el esquema de la sustitución de importaciones.

Nuestra incipiente tecnocracia se percató que somos una entidad dedicada a la agricultura de subsistencia, con algo de actividad agropecuaria y muy poca agroindustria. Producimos casi para el autoconsumo, solo una mínima parte de la producción estatal sale al mercado externo, pero fundamentalmente como materia prima y no en productos manufacturados. Por eso, ha sido una constante de los gobiernos estatales la necesidad de impulsar la industrialización de la entidad, bajo las mismas premisas y con las mismas promesas del gobierno federal para impulsar la industrialización a partir de 1940.

En el entorno nacional, el viejo modelo agrario exportador saltó en pedazos en el intervalo entre las dos guerras mundiales, cuando los países más desarrollados compraban las materias primas a bajo precio, sin disminuir los precios de sus productos manufacturados, a pesar del incremento de la productividad por la modernización tecnológica de sus industrias. Era un proceso oligopólico, de intercambio desigual, como lo documentó Raúl Prebisch, donde los países de la periferia transferían excedentes económicos a los centros. Mientras Estados Unidos y Europa se enfrascaban en la Segunda Guerra Mundial, dejando de producir los productos para su consumo interno, los países latinoamericanos encontraron su gran oportunidad para producir mercancía ligera, en un proceso conocido después como sustitución de importaciones, impulsando un modelo basado en la industrialización y en el crecimiento del mercado interno.

El círculo vicioso oaxaqueño es la repetición de este esquema, con especial énfasis a partir de la década de los 80. La burocracia estatal intuye la existencia de un proceso económico de intercambio desigual con el resto del país y la inexistencia de un mercado interno consolidado, a partir de ahí, copian la respuesta económica impulsada por el gobierno mexicano desde la década de los 40: el proyecto de la industrialización, la búsqueda de la mayor productividad y la tecnología de punta. Aunque en la entidad no se le aplica el nombre de “sustitución importaciones”, sí se retoma mecánicamente el procedimiento y lo plantean como un modelo de desarrollo para el estado de Oaxaca.

En muchos sentidos, ese esquema de desarrollo económico nacional, impulsado especialmente a partir del modelo de sustitución de importaciones, buscando la industrialización y su consiguiente resultado de crear un empresariado privado fuerte, pujante y competitivo, ha llevado a los gobiernos estatales a concentrar aquí todos los grandes males observados en la escala nacional, sin tener los pocos beneficios alcanzados allá.

El modelo impulsó el crecimiento de la economía mexicana —colocando a la industria privada como eje de acumulación del capital y desarrollando los servicios, elevó el empleo e incrementó los salarios reales y alteró de manera importante la estructura social y espacial del país, aumentando el peso de los trabajadores asalariados de las capas medias y de la población urbana sobre la rural—, pero fue incapaz de abrir un verdadero sistema productivo nacional, coherente e integrado, sobre todo porque los países como México tienen una incapacidad estructural para generar las divisas necesarias para el desarrollo económico, impidiendo, así, mantener el impulso del esquema.

El drama oaxaqueño es que aquí no tenemos grandes capitales ni empresarios privados, nuestros ricos se quedaron anclados en el comercio tradicional, donde se gana el doble de lo que se invierte y sin ningún riesgo; le tienen miedo a los retos, por eso se oponen sistemáticamente a toda innovación como la que representó hace medio siglo la posibilidad de la instalación de la Volkswagen en los Valles Centrales y ahora con su resistencia a las cadenas de supermercados. Por eso, todos los gobernadores hacen lo que recientemente hizo Gabino Cué: asistir a implorarle a 11 grandes empresarios nacionales nos hagan el favor de invertir en Oaxaca.

El resultado desde siempre, ha sido el mismo. Nadie invierte en Oaxaca porque no tenemos un mercado interno dinámico y auto sostenible; tampoco contamos con la logística (carreteras rápidas y cercanía a centros de consumo) adecuado para que vengan a arriesgar su capital. Tienen razón, los capitanes de la industria no hacen asistencia social, invierten donde aseguran ganancias sustanciosas y personales, ellos no hacen beneficencia social.