Nunca imaginó Felipe Calderón el desaguisado que iba a ocasionar su visita a Oaxaca. Venía a concretar su política educativa derechista –subsidio a las escuelas privadas de educación básica e inauguración de universidades privadas en educación superior- y dejó una estela de humo, fuego y un gobierno estatal malparado. El final ya lo conocemos todos: provocadores heridos, profes transfigurados en pandilleros, mujeres policías golpeadas por misóginos, un secretario de Seguridad Pública convertido en hazmerreír nacional y la demostración de la inexistencia de una estrategia de gobierno clara y definida.
Según las crónicas, toda la estructura gubernamental estaba fuera del lugar. El vice gobernador de facto utilizaba el teléfono celular para intentar dialogar con el interlocutor inadecuado; Flavio Sosa nunca le contestó la llamada. La secretaria General de Gobierno, el vínculo político institucional, se hizo tan chiquita que nadie supo de ella en esas horas aciagas; por lo demás, la Sección 22 no le reconoce ninguna interlocución institucional. El director del IEEPO, supuesto patrón de los profesores oaxaqueños, asumió su verdadero papel: se disolvió en la nada y no articuló declaración alguna. El secretario de Protección Ciudadana hizo el ridículo más grande de la historia oaxaqueña, desde aquella vez que Tito Zárate cacheteó al director de tránsito estatal, Carlos Aldeco Reyes, hace casi 35 años.
Nadie entiende que la Sección 22 no es un liderazgo sindical. Es un conglomerado de intereses con fines particulares. Ahí coinciden, desde los que buscan su interés económico personal, hasta quienes están casados con la idea de la revolución armada para instaurar el socialismo real del siglo pasado. Hoy, quienes llevan la batuta del sindicato son los radicales herederos de los derrotados en el Movimiento Democrático Universitario de la década de los setenta; pero, en su viejo esquema, ni aparecen como tales, ni pueden asumir el control del sindicato magisterial. El gran problema de la guerrilla es que sus aliados están conscientes de sus atribulaciones. Ése quizá sea el origen del dramático calificativo de “delator” a uno de los asesores del gobernador actual. Al descalificarlo, cerraron un canal de comunicación y dejaron el mensaje de su presencia en el magisterio.
Todo lo demás es lo esperado. Los profes seguirán con sus marchas y las escuelas cerradas. Las disculpas exigidas y el perdón balbuceado por el gobierno no fueron suficientes. El resultado de la asamblea estatal es que no hay diálogo, sino exigencias que el gobierno debe cumplir, si quiere continuar con la ficción del entendimiento. Las demandas son claras: despido de tres funcionarios y varias más que sientan las bases para un zafarrancho en el plantón del próximo mayo. A menos que el gobierno entregue a la Sección 22 la dirección y los recursos financieros del IEEPO, además de los recursos económicos de los programas asistenciales, con lo que le estará echando gasolina al fuego del radicalismo oaxaqueño. En ese camino, un día no muy lejano, tendrá que volver a intervenir el Ejército y las fuerzas de élite de la PFP para contener la Ínsula Barataria que la guerrilla experimentó en 1977 en la UABJO y van a intentar revivir en la Oaxaca de la derecha del siglo XXI.
Publicado en el periódico Tiempo, de Oaxaca, Oax., el 25 de febrero de 2011.