24 de febrero de 2009

MAL DESARROLLO Y DESARROLLO.

FELIPE MARTÍNEZ LÓPEZ.

Publicado en el periódico Tiempo, de Oaxaca, Oax., el 22 de febrero de 2009.

Para comprender la complejidad del concepto “desarrollo”, podemos reflexionar sobre su posible origen en el ámbito de la Biología. En ese contexto, los seres vivos se desarrollan a lo largo del periodo que media entre su aparición en el mundo y una cierta madurez o plenitud vital: la semilla se desarrolla hasta convertirse en árbol, el embrión se desarrolla para convertirse en recién nacido, el niño se desarrolla hasta ser adulto. Después, el sentido inicial se extrapoló a otros contextos: desarrollo de un proyecto, psicomotor, rural, de un estado o un país. El sentido figurado induce a pensar en el término como un despliegue de posibilidades que están presentes en un determinado ser, hasta alcanzar la plenitud o la madurez; pasar de un estado de predesarrollo, en el que aún no se dispone de las facultades o capacidades, hasta disponer de ellos en su conjunto.

La comparación biológica invitar a entender el desarrollo como un proceso que conduce, en condiciones favorables, a una situación de pleno despliegue de las capacidades físicas, como el estar sano, bien alimentado, disponer de recursos sanitarios y de ciertas protecciones de seguridad contra la violencia; culturales, como la capacidad para mantener tradiciones autóctonas, creatividad, conocimientos científicos y técnicos; políticas: participación en las tareas de gobierno, estatuto de ciudadanía sin discriminaciones opresivas; económicas y ecológicas: producción distribución y consumo suficiente para sobrevivir y vivir bien sin alterar el equilibrio ecológico.

Desde esa perspectiva, nos percatamos que alguna de las concepciones sobre el desarrollo aceptadas en los últimos 50 años son en realidad, concepciones de mal desarrollo. Si un organismo vivo desarrolla en exceso uno de sus miembros, mientras que los otros permanecen raquíticos, diremos que se ha producido una malformación, y pensaremos que ese desafortunado crecimiento inarmónico impedirá al organismo el disfrute de su plenitud vital, puesto que dejará diversas capacidades fuera de su alcance.

Del mismo modo, el modelo de desarrollo de los pueblos en un sentido exclusivamente economicista, induce al mal desarrollo, al identificar el desarrollo como sinónimo de crecimiento económico, sin importar el entorno físico-ambiental, lo cultural, lo político, o la desatención a la distribución equitativa de los recursos económicos logrados, entre toda la población. Parece evidente que no se puede hablar en serio de “desarrollo”, si no indicamos inmediatamente qué entendemos por el concepto y sus fines.

El objeto del desarrollo.

Si se plantea la cuestión de qué tipo de estrategia puede ayudar mejor para avanzar hacia el objetivo del desarrollo social, económico, político, cultural y ecológicamente sostenible, inmediatamente surgen al menos tres posibilidades. Primero, centrar los esfuerzos en las comunidades locales a través de “proyectos de desarrollo”, observando las mejoras que se vayan produciendo en las condiciones de vida de sus habitantes; segundo, considerar el entorno regional como el objeto de desarrollo, observando las mejoras económicas y sociales de los grupos humanos promedio y programando actuaciones de alcance regional para conseguir y consolidar tales mejoras; y, tercero, considerar el desarrollo en términos globales, estatales, que insiste en las relaciones de interdependencia que ligan a la entidad con la nación y con todos los países del mundo, en una red imposible de evitar.

No existe acuerdo, en la teoría ni en la práctica, con respecto a la prioridad que merecen los niveles local, regional y estatal a la hora de hacer frente a los problemas del subdesarrollo. Mientras que algunos agentes del desarrollo piensan en lo local como decisivo, para otros es determinante lo regional, y un tercer grupo sostiene la necesidad de reforzar el nivel estatal. Sin embargo, considero que los tres niveles y su mutua interrelación deberían ser atendidos simultáneamente, pues de lo contrario se cometería el desatino de relegar aspectos que son relevantes para avanzar hacia las metas integrales del desarrollo y de bloquear el proceso al olvidar las interacciones entre los niveles.

Por otra parte, existen fundamentalmente dos posiciones en cuanto a la ordenación de los fines del desarrollo: a) los “realistas” proponen seleccionar fines concretos y medibles, y establecer prioridades entre ellos: primero el crecimiento económico, después la democracia, y después la disminución de las desigualdades, etc.; y, b) los “holistas” proponen la búsqueda simultánea de diversos fines, evitando el descuido de algunas de las estrategias para avanzar prefiriendo otras.

Creo que la visión “holista” es preferible, si se adopta seriamente, dado que la “realista” ha mostrado históricamente deficiencias importantes. Hay multitud de países donde ha habido crecimiento económico y se ha descuidado la participación democrática y sobre todo la equidad en el reparto de la riqueza producida, mientras que también hay ejemplos de un avance simultaneo en los tres aspectos, con efectos positivos duraderos.

En lo general, podemos resumir que en los procesos de desarrollo se debe trabajar simultáneamente a nivel local, regional y estatal, poniendo especial atención a las interrelaciones que se producen entre los tres niveles, para facilitar las tareas encaminadas al logro de un desarrollo pleno para todos, pero compatible con el equilibrio ecológico.

20 de febrero de 2009

CNDH: COHETEROS PUEBLERINOS.

FELIPE MARTÍNEZ LÓPEZ.

Publicado en el periódico Tiempo, de Oaxaca, Oax., el 20 de febrero de 2009.

Como los coheteros de los pueblos, la reciente recomendación emitida por la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH), del 13 de febrero pasado, no satisfizo a nadie y sólo dejó un mar de confusiones, como acostumbra hacerlo en todas sus acciones esta infausta institución.

Para comenzar, el documento hace una banal recopilación de notas periodísticas y declaraciones de los amigos y familiares de los desaparecidos, y les da carácter de verdad absoluta. Por eso, justamente, el ministro de la Suprema Corte, Sergio Salvador Aguirre Anguiano, definió a la CNDH como un “organismo que se dedica a recabar pruebas o evidencias, pero que no sigue los principios jurídicos de contradicción. Toma contacto con los hechos, anota lo que le place y llega a conclusiones no vinculativas” (Milenio, 11/02/2009).

A pesar de la falta de seriedad metodológica, la CNDH concluye dos cuestiones fundamentales. Por un lado, comprueba que en el Hotel del Árbol estuvieron hospedados cuatro agentes ministeriales de Chiapas y no los reclamados como dirigentes del EPR. Por el otro, observa que la policía preventiva municipal efectúa sus rondines habituales, después que las demás fuerzas policíacas y los militares se retiraron del lugar. Así, de una actividad cotidiana de la policía municipal, la CNDH concluye que: la policía municipal “más que acudir a ese lugar en busca de supuestas personas armadas, realizaron un operativo envolvente, a partir del cual se denunció la desaparición…” (CNDH, Recomendación 007, 13/02/2009).

Es decir, de un hecho absolutamente normal, el que elaboró el informe de la Comisión concluye un supuesto que da por verdad y, a partir de ahí, arguye que el gobierno estatal y municipal tienen la responsabilidad de informar del paradero de los desaparecidos o, en su caso, asumir la responsabilidad de compensar a los familiares, por lo que hubiera ocurrido. Ante su incapacidad para demostrar la participación estatal, la CNDH induce a la aceptación tácita estatal, lo que podría desencadenar las actuaciones legales correspondientes y posteriores. Esa es la primera pifia de la Comisión, por lo que su acción no es vinculativa y no tiene ninguna validez jurídica ante ninguna instancia legal. Tanto dinero invertido, para emitir un documento que tiene el valor legal de la tinta gastada en él.

Por otra parte, la CNDH emite sus recomendaciones al gobierno del Estado, al federal y al municipal. Se le olvidó que el ejército también participó en la acción denunciada. Este hecho, obviamente, dio pie para que los interesados en el caso, los familiares y los allegados políticos de los desaparecidos, argumentaran que la Comisión hizo caso omiso de sus propias argumentaciones, para excluir a una institución fundamental en el proceso internacional que están armando.

Así, como siempre lo hace, la CNDH sólo enredó aún más el asunto y da pie para generar suspicacias, además de sentar las bases para que las organizaciones periféricas del EPR puedan litigar a futuro, en las cortes internacionales a que son tan afectas, el caso de los desaparecidos. Pero, además, le permite a su presidente, José Luis Soberanes, estar en el centro de la atención mediática para intentar alcanzar su próxima e inmediata aspiración administrativa. Es una lástima que la Comisión no encuentre su camino en la defensa de la sociedad y se pierda en el limbo entre la justicia y la burocracia política.

15 de febrero de 2009

LOCOS Y ENANOS.

FELIPE MARTÍNEZ LÓPEZ.

Publicado en el periódico Tiempo, de Oaxaca, Oax., el 15 de febrero de 2009.

¡Qué impresionantes avances, estos si saben gobernar! Es la expresión que el presidente Calderón quisiera escuchar de labios de todos los mexicanos. Para su desgracia, lo que piensan y opinan muchos mexicanos es que fue una verdadera locura entregarle el poder a dos panistas que no atan ni desatan: un loco y un enano.

A estas alturas, se ha comprobado fehacientemente que Vicente Fox siempre estuvo mal de sus facultades mentales —Sacra Rota Romana dixit— e, incluso, físicamente tenía serios problemas hormonales, según declaraciones de sus propios ex amigos. Enredado en sus problemas psicológicos y físicos, dejó a otros gobernar el país. Como él mismo lo declaró, encargó el changarro para dedicarse a la frivolidad de recién casado y de político en campaña permanente, mientras su “pareja presidencial” se despachaba con la cuchara grande. La que gobernaba era una mujer a la que nadie eligió y nos mostró que, en su ambición desmedida de poder y de dinero, no le importó despedazar su matrimonio, tratando de alcanzar las luces fantasmagóricas del poder; en el camino fue sembrando de riqueza el sendero de los hijos de su primer matrimonio.

Ciertamente, Vicente Fox no estaba preparado para gobernar. Ni siquiera pudo terminar su carrera de licenciado en administración empresas y debió entregar el Plan Estatal de Desarrollo de Guanajuato como si fuera su tesis profesional, cuando esos documentos los elaboran las instancias administrativas de los gobiernos estatales. Este empresario fracasado despedazó todas las empresas puestas en sus manos. Su última hazaña fue endeudar tanto la agroindustrial familiar a su cargo, que debió rescatarla el Fobaproa de tan negros recuerdos.
Su paso por la Coca-Cola lo describe de cuerpo entero una entrevista de Félix Cortés Camarillo. Cuando le preguntó cuántos libros leía al mes, Fox le respondió que no leía libros, pero le podía preguntar cuántas rejas de refrescos vendía al día. Tampoco funcionó en la Coca-Cola, aunque diga que su fortuna se la debe a esa empresa. Lo cierto es que su rancho —no el de la mamá— y su fortuna, fueron hechos con el dinero de la presidencia de la República. Nada fue más claro cuando, aprovechando la visita de George Bush, ordenó que, con dinero del municipio de San Francisco del Rincón y presupuesto, presumiblemente del Estado Mayor Presidencial, se agregaran estancias y se remodelara la casa materna, además de sentar las bases del rancho que después mostró como si fuera el trofeo de un triunfador de las finanzas privadas.

Fox la primera desgracia para los panistas. El primer desastre para ese partido, que llegó a la presidencia de la República abanderando el cambio y el ejercicio honesto del dinero público. Ni cambiaron nada, ni demostraron honestidad. Por el contrario, mantuvieron los peores esquemas de los dinosaurios priistas, y nos endosaron a malos administradores públicos, pero, eso sí, muy buenos para los negocios personales.

El siguiente administrador panista es Felipe Calderón. Para estos momentos, también ha demostrado fehacientemente su enanez política y administrativa. Hasta hoy, ninguna de las iniciativas importantes aprobadas en las cámaras federales tiene su sello. Por el contrario, todas las iniciativas llevan la marca de Manlio Fabio Beltrones, el coordinador de la bancada priista en el senado de la República. Incluso, la última reforma importante, la de Pemex, fue orquestada y consensuada entre los priistas y los perredistas, aunque Calderón, al final, se haya vanagloriado de ella y la declaró la mejor reforma posible. Sin embargo, hace unos días dio muestra clara de su incontinencia verbal, al denostar la misma reforma que había ensalzado unos meses antes.

Esa es la estatura política de nuestro gobernante. Se refleja también en su lucha contra el crimen organizado; una batalla donde las bajas gubernamentales son tan altas, que Calderón debió meterse al enrarecido ambiente de la procuración de justicia, para tratar de demostrar que está haciendo algo. La operación limpieza no es más que circo, maroma y teatro, en una lucha sin un objetivo estratégico preciso y, por lo mismo, condenado al fracaso táctico inmediato.

Pero no es sólo eso. La crisis económica nos está demostrando su descontrol, incluso sobre los de casa. El conflicto entre el secretario de Hacienda y el director del Banco de México sobre las expectativas de crecimiento, es la prueba palpable de que Calderón no tiene la menor idea sobre el país donde gobierna. Además, no quisiera escuchar ninguna declaración sobre la magnitud de la crisis que ya está aquí. Por cierto, la que él inició el año pasado con las alzas indiscriminadas en los precios de la gasolina, el diesel y el gas, que desencadenaron una cascada de alzas en los precios de los alimentos y los productos industrializados. Ese proceso inflacionario se vino a agravar con la crisis mundial propiciada por los norteamericanos con sus fraudes financieros. La magnitud del problema es tal, que el catarrito pronosticado por Casterns se ha convertido en neumonía y, a partir de julio próximo, en una enfermedad terminal, afortunadamente, para el panismo gubernamental.

Todas las afrentas económicas, sociales y políticas que los gobiernos panistas han infringido a la población se las van a cobrar en las próximas elecciones federales. Lo bueno es que será apenas el comienzo. En el 2012, estoy convencido que el pueblo de México corregirá el error: ni locos ni enanos en la presidencia de la República.

13 de febrero de 2009

CHARLES DARWIN.

FELIPE MARTÍNEZ LÓPEZ.

Publicado en el periódico Tiempo, de Oaxaca, Oax., el 13 de febrero de 2009.

Ayer celebramos los 200 años del nacimiento de Charles Darwin, en Shrewsbury, Inglaterra. En una época, cuando las tinieblas de la religión aprisionaban la inteligencia humana, fue capaz de elaborar una de las teorías científicas que más comprobaciones materiales ha tenido en la historia de la ciencia. A partir de él, pudimos responder a, por lo menos, dos de las clásicas preguntas hechas desde los albores de la humanidad: quiénes somos y de dónde venimos.

Para Darwin, no son las más fuertes ni las más inteligentes de las especies quienes sobreviven, sino las más adaptables a los cambios. Por eso desaparecieron y quedaron en el olvido, durante millones de años, los dinosaurios; por eso, también, los mamíferos, una de las especies más débiles, terminaron dominando la faz de la tierra y, de ellos, quizá los más débiles -sin garras, colmillos, ni fuerza descomunal, pero con un cerebro y ojos adaptados al entorno-, los seres humanos, supieron aprovecharse de las debilidades, dentro de las fortalezas de los demás, para convertirse en los señores de la Tierra.

A pesar de la constatación diaria de la Teoría de la Evolución, parece increíble que, en sociedades tan avanzadas como la estadounidense, aún hay personas que dudan de su veracidad. Allá, en varios estados y condados, en las escuelas aún se enseña la teoría del creacionismo; según la cual, Dios creó el universo y la tierra en seis días y al séptimo descansó, culminó el proceso con la creación del hombre y de su costilla extrajo a la mujer. Para el Génesis de la Biblia, estos hechos ocurrieron no hace más de 5 mil años, casi el mismo tiempo en que los judíos siguen contando sus días actualmente. Para los creacionistas, la Teoría de la Evolución es una verdadera blasfemia y así se le considera y trata en algunas de las escuelas del país que ha logrado poner a varios hombres en la Luna y ya depositó varios artefactos mecánicos en las desoladas y candentes arenas marcianas.

Para nuestra fortuna, en México no llegamos a esa situación. Pero no porque nuestras iglesias católica o protestantes acepten a cabalidad la Teoría de la Evolución. Por el contrario, es el resultado de que México sea el único país latinoamericano donde la iglesia política y militante fue derrotada militarmente el siglo antepasado. Es uno de los resultados de la lucha de los liberales contra los conservadores católicos del siglo XIX. Mientras Darwin escribía y defendía su libro, El origen de la especies, los liberales mexicanos abrían, con pólvora y sangre, el camino de la ciencia y la escuela laica en el país. Hoy en día, casi ningún mexicano, salvo los que están cayendo en las garras de las corrientes más reaccionarias del protestantismo, se atreven a pensar que la historia del universo comenzó hace 5 mil años, cuando tenemos pruebas fehacientes de que la tierra tiene, por lo menos, 4 mil 500 millones de años de existencia y que sólo la historia de Egipto rebasa el periodo que el Génesis de la Biblia enuncia.

Esa es la herencia del hombre que, desde las Islas Galápagos, vio la tenue luz para abrir un sendero en la oscuridad del clericalismo conservador del siglo XIX y abrió las puertas de las amplias avenidas de la ciencia y consolidó la modernidad, que hoy estamos dejando atrás, para entrar a la posmodernidad de la tecnología digital, los estudios del cosmos, la democracia participativa y también, por qué no decirlo, la globalización económica mundial.

9 de febrero de 2009

EL CONCEPTO DESARROLLO.


FELIPE MARTÍNEZ LÓPEZ.

Publicado en el periódico Tiempo, de Oaxaca, Oax., el 8 de febrero de 2009.

Casi desde que se estableció la planificación del desarrollo en el estado de Oaxaca, nuestros gobiernos estatales se equivocaron al seguir un proceso de "mal desarrollo", motivado por la confusión de identificar el concepto del "desarrollo" con el "crecimiento económico". Desde entonces, los técnicos y los gobernantes se malmatan intentando alcanzar los mejores índices de crecimiento y nos recetan, un día sí y otro también, sus declaraciones sobre las bondades del desarrollo empresarial privado como panacea para alcanzar altos niveles de competitividad, productividad y aprovechamiento de las ventajas comparativas e impulsar las competitivas. La mayoría tiene razón en equivocarse, porque copian un lenguaje y usan conceptos que no comprenden.

La noción de desarrollo implica alcanzar altos estándares en alimentación, salubridad, seguridad, educación, vivienda, atención médica y, en general, una mayor calidad de vida para toda la población, a través de una mejor distribución y administración de los recursos disponibles y no siempre con un simple aumento o crecimiento de tales recursos.

Por el contrario, el crecimiento económico es el aumento de la producción total de bienes y servicios a lo largo de un determinado período de tiempo. Su desempeño se mide en términos del incremento del Producto Interno Bruto (PIB) a través de los años. La división del PIB por el número de habitantes da como resultado la renta per cápita. Así, una sucesión de años en los que crecen el PIB y la renta per cápita indica que se produce un proceso de crecimiento económico, pero esto no garantiza, en rigor, que exista desarrollo, pues el crecimiento puede producirse de una manera tan desequilibrada, sin equidad y tan injusta, que el aumento de los recursos no beneficie al conjunto de la población. Eso es precisamente lo que observamos en México, donde el 1 por ciento de los hogares concentra 9.2 por ciento del ingreso total nacional, mientras, el 1 por ciento de las familias más pobres sólo obtiene 0.07 por ciento del ingreso, según dijo José Narro Robles, rector de la UNAM.

Naturalmente, es frecuente que cierto avance en el crecimiento económico se traduzca en un mayor desarrollo global, pero incluso, en esos casos, no existe una correspondencia directa o proporción exacta: un alto crecimiento puede producir un pequeño desarrollo, mientras que un bajo crecimiento, junto con una reforma de la distribución de los recursos entre la población, puede dar lugar a un gran avance en términos de desarrollo.

La confusión entre “desarrollo” y “crecimiento económico” comenzó después de 1945 y estuvo marcado en gran medida por la Guerra Fría entre el bloque de países capitalistas y los comunistas. Los primeros insistían en la identificación de los conceptos, mientras los segundos promovían una transformación revolucionaria de la sociedad. Los capitalistas hablaban de un proceso unilineal y los otros lo identificaban como un proceso antilineal.

La teoría del desarrollo unilineal cobró fuerza a partir de la publicación, en 1955, de un ya famoso libro: “Las etapas del crecimiento económico. Un manifiesto no comunista”, del economista Walter Whitman Rostow, donde, tomando el símil del proceso del despegue de un avión, establecía cinco etapas del desarrollo necesarias de cubrir para alcanzar el desarrollo: 1) las sociedades tradicionales, 2) condiciones previas al despegue, 3) despegue, 4) marcha hacia la madurez y 5) sociedad de consumo de masas; posteriormente añadió la sexta etapa de la calidad. El éxito de esta teoría en la economía y su importación a los procesos de desarrollo de los países pobres, impulsó la identificación entre "desarrollo económico" y "modernización", identificando este último término con la transformación de las sociedades tradicionales en sociedades capitalistas.

Las críticas a la teoría del desarrollo como "modernización socioeconómica" se han dividido en dos bandos contrapuestos. Por un lado están los "conservadores", partidarios de reducir al máximo la intervención del Estado en el mercado, como se recomendaba en algunas de las etapas modernizadoras; y, por el otro, los "neo marxista", quienes definen la teoría de la modernización como una ideología para ocultar la relación de dependencia y servidumbre de los países pobres con respecto a los ricos. Entre los segundos, destaca especialmente Samir Amín, al establecer que el subdesarrollo no es una etapa anterior al desarrollo, sino una situación permanente de "periferia" respecto al "centro".

Con el paso del tiempo, poco a poco el mundo se percató que la ideología del desarrollo, inspirado en la teoría económica de Rostow, no consideraba el problema de los recursos no renovables, como el petróleo, ni los límites ecológicos del crecimiento. Ambos aspectos se pusieron de manifiesto durante la década de los setenta y, desde entonces, ha crecido la conciencia del sinsentido de crecer a costa del entorno ambiental, pues a mediano y largo plazo es suicida. La conciencia de los límites ecológicos del crecimiento condujo la formulación del concepto "desarrollo sustentable".

A partir de los años 80, particularmente tras el eco de los trabajos de Amartya Sen, los organismos de Naciones Unidas comenzaron a reconocer la posibilidad de incrementar el crecimiento económico sin producir un incremento paralelo de bienes sociales como la salud, la educación, la libertades básicas o una distribución equitativa de la renta entre la población. La conciencia de la insuficiencia del concepto de desarrollo, entendido como crecimiento económico, condujo a la noción de "desarrollo humano" o "desarrollo social".

Desde entonces, se ha llegado a la conclusión entre los teóricos del desarrollo, que el desarrollo nunca debe confundirse con el mero crecimiento económico; debe entenderse como proceso multilineal donde estén considerados el despliegue de las capacidades humanas de toda la población, la equitativa distribución de la riqueza socialmente producida y el respeto o el restablecimiento del equilibrio ecológico. En esos términos, el desarrollo debe centrarse en tres cuestiones básicas: la vida digna, la sociedad justa y la relación con el medio ambiente.

6 de febrero de 2009

CALDERÓN, EL MENTIROSILLO.

FELIPE MARTÍNEZ LÓPEZ.

Publicado en el periódico Tiempo, de Oaxaca, Oax., el 6 de febrero de 2009.

Encarrerado por los pequeños intereses de unos gobernadores que confunden la política con la polaca, el presidente Felipe Calderón vuelve a las andanzas de mentirle a los mexicanos con el cuento chino de que la privatización petrolera hubiera resuelto los problemas de México.

No dudo, en absoluto, que la venta de PEMEX habría hecho mucho muy ricos a los mexicanos... pero a los de la familia de Calderón y haría, a los familiares de Juan Camilo Mouriño, más ricos de lo que ahora son, bajo el amparo de los negocios del PEMEX todavía paraestatal y mexicano.

En su visita a la agencia municipal de La Ventosa, en Juchitán, Calderón inició una andanada política a partir de la petición del gobernador Ulises Ruiz para que la nueva refinería se estableciera en Salina Cruz. Respondió que con gusto hubiera dado su anuencia, pero inmediatamente aclaró que, como los partidos políticos de oposición se negaron a aprobar su iniciativa de ley, en esos momentos sólo se podía establecer una refinería y no cuatro o más, como supuestamente se hubieran establecido si las cámaras federales hubieran aprobado su propuesta de reforma.

En días pasados, seguramente sin haber leído la respuesta presidencial a la demanda del gobernador oaxaqueño, el gobernador priista de Campeche volvió a hacer la misma petición. Como era de esperarse, Calderón le volvió a recetar la filípica, pero ahora dio los nombres de sus detractores: el PRI, el PRD, el PT y Convergencia fueron los partidos que se opusieron a la propuesta presidencial que tenía el aval del PAN, el Panal y el PVEM. Con la negativa de los primeros, volvió a repetir Calderón, se cerraron las posibilidades de construir más de cuatro refinerías en diferentes puntos del país. Es decir, el partido de los pedigüeños era el responsable de su negativa y casi, casi, del desastre económico mexicano.

Lo que no dice Calderón, y curiosamente nadie le ha revirado, es que su famosa reforma modernizadora de PEMEX no era más que la venta de la paraestatal más grande e importante del gobierno y la que le ha permitido contar con los recursos suficientes para su gasto corriente y para el financiamiento de los programas asistenciales para los pobres del país, además de financiar el modelo de desarrollo económico basado en el enriquecimiento extremo de una pequeña capa de la población, vinculada a los consorcios internacionales y con posibilidades de exportar su producción. Sin PEMEX, todo el modelo se iría por la borda y quedaría un gobierno desnudo y sin recursos, en manos de las empresas petroleras internacionales, entre las que destacarían las españolas que hoy tienen las puertas abiertas, las mismas que les abrió el queridísimo amigo, pero desgraciadamente desaparecido, Juan Camilo Mouriño.

Lo más seguro es que, si se hubiera privatizado PEMEX, tampoco se pondrían las refinerías ni en Salina Cruz ni en Campeche. Sus sedes serían negociadas y financiadas a partir de los intereses del mercado petrolero más grande del mundo: al igual que ahora, pero en ese entonces de manera más abierta, la infraestructura petrolera estaría encaminada a satisfacer el voraz apetito de la industria norteamericana. Pero, también es seguro que, en ese entonces, Calderón y sus corifeos anunciarían que, por lo menos, se habrían creado algunos empleos más, aunque el país se desmoronara en sus cortas manos, como por cierto hoy lo está logrando, a punta de incapacidad administrativa y aridez intelectual.

1 de febrero de 2009

EL CÍNICO Y EL DESESPERADO.

FELIPE MARTÍNEZ LÓPEZ.

Publicado en el periódico Tiempo, de Oaxaca, Oax., el 1 de febrero de 2009.

La reaparición de Ernesto Zedillo en la política mexicana es quizá la prueba más palpable de que, siempre, los cínicos y los desesperados hacen causa común. La declaración del ex presidente en Davos, argumentando que el rescate financiero de Estados Unidos es mucho menor de lo que costó el mexicano, es una verdadera afrenta a la gran mayoría de los mexicanos y una declaración expresa de que, en su período de gobierno, fue sólo el gerente encubierto de los intereses financieros nacionales e internacionales, como ahora lo es más abiertamente.

La desesperación de Felipe Calderón es porque sabe que la actual crisis económica va a ser muy parecida a la del ya famoso “error de diciembre” de 94, al menos en su origen. Ambas crisis son producto de la irresponsabilidad financiera con que se manejan los grandes financieros que basan su riqueza en la especulación y las altas tasas de intereses; y también de la incapacidad de los gobiernos para controlar esas ambiciones desmedidas, como claramente le llamó Barack Obama, el nuevo presidente norteamericano. Esa es una verdad que, me imagino, tanto el ex presidente como el mandatario actual no han de haber externado en su desafortunado desayuno.

Aquel “error de diciembre” fue realmente la primera crisis internacional de la globalización financiera y mostró, no solamente las debilidades internas del modelo neoliberal del desarrollo, sino evidenció la inestabilidad a la que está expuesta la economía mundial, al descansar en el financiamiento privado de flujos de capital que circulan sin ninguna cortapisas ni regulación nacional o internacional alrededor del mundo. Fue además, el resultado de la incapacidad del modelo neoliberal para suplir eficazmente al modelo de desarrollo conocido como de sustitución de importaciones.

Desde mediados de los 80, los neoliberales pretendían crear un sector exportador como eje de la industria y de la acumulación de capital, sin embargo, estas crisis nos han demostrado el conjunto de contradicciones y desequilibrios que cuestionan la viabilidad de ese proyecto. Lo que vivió Zedillo fue la reaparición, en proporciones ampliadas, del viejo problema estructural de la restricción económica externa. La misma madre de la crisis que estamos apenas empezando a vivir este año.

La recurrencia de las crisis financieras, motivadas por cambios abruptos en la dirección de los flujos internacionales de capital de cartera, o por el desplome bursátil en las economías desarrolladas, pone en riesgo no sólo a economías nacionales aisladas, sino, como ahora, ha provocado una crisis sistémica mundial. Pero está basada en la incapacidad del modelo neoliberal para dinamizar la economía mexicana y generar, mediante el comercio exterior, las divisas que reclama la reproducción ampliada del sistema productivo; está vinculada con la aplicación de una reforma económica basada en la privatización generalizada y en una apertura comercial y financiera indiscriminada y sin contrapesos, que hizo a nuestra economía totalmente dependiente de las grandes corporaciones transnacionales y de los flujos de capital de cartera.

Las causas del fondo de la crisis de Zedillo se encuentran, pues, en la reforma neoliberal de la economía. La apertura comercial y financiera que indujeron, provocó un crecimiento incontrolable del déficit en cuenta corriente de la balanza de pagos, haciendo a la economía mexicana altamente vulnerable de los flujos de capital provenientes del exterior. Pero también, la política monetaria y fiscal restrictiva, aplicada desde 1992 para moderar el desequilibrio externo y mantener los flujos externos de capital, frenó el crecimiento de la economía y acrecentó los problemas de la cartera vencida.

Si bien la apertura comercial impulsó las exportaciones, para pasar del 18% en 1981 al 31.7% en 1994, también dio otro giro a la economía, porque se incrementaron las importaciones. El desequilibrio comercial y la creciente integración comercial y financiera del país con la economía mundial hicieron a la mexicana más tolerable y dependiente de la atracción de flujos de capital del exterior, indispensables para el financiamiento de la balanza de pagos. En el lapso de 1989 a 1993, el déficit acumulado en la balanza en cuenta corriente sumó 96,092 millones de dólares, que fue financiado casi en su totalidad con un superávit acumulado de la cuenta de capital. Lo grave del asunto es que, la mayor parte de los flujos de capital externo, fueron de cartera, atraídos solo por los altos rendimientos ofrecidos en México y por la creciente apreciación del peso mexicano. Para ello, incrementaron el rendimiento real promedio de los Cetes a 28 días de 2% en 1991 a 7.7% en 1993; después, se emitieron los Tesobonos, indiciados al tipo de cambio del dólar, para asegurar a los inversionistas la absorción de posibles pérdidas cambiarias.

A final de cuentas, la estrategia neoliberal no pudo crear un modelo económico secundario exportador, sino dio lugar a una suerte de modelo terciario importador, basado en el predominio de las actividades financieras, comerciales y especulativas, y en el ingreso desbordado de productos y capitales provenientes del exterior. La desarticulación del sistema productivo, en lugar de atenuarse, se acentuó. La restricción externa de la economía produjo una nueva ola de endeudamiento interno y externo, el verdadero aspecto clave del “error de diciembre”. Cuando los desequilibrios y las políticas aplicadas se consideraron insostenibles, los capitales salieron en estampida provocando una crisis financiera y bancaria sin precedentes.

Como se puede ver, las condiciones actuales de la economía mexicana siguen siendo casi las mismas. Por eso, me explico la reunión de Calderón con Zedillo. Ambos enfrentan casi la misma realidad, aunque separados por 14 años de distancia.