FELIPE MARTÍNEZ LÓPEZ.
Publicado en el periódico Tiempo, de Oaxaca, Oax., el 8 de febrero de 2009.
Casi desde que se estableció la planificación del desarrollo en el estado de Oaxaca, nuestros gobiernos estatales se equivocaron al seguir un proceso de "mal desarrollo", motivado por la confusión de identificar el concepto del "desarrollo" con el "crecimiento económico". Desde entonces, los técnicos y los gobernantes se malmatan intentando alcanzar los mejores índices de crecimiento y nos recetan, un día sí y otro también, sus declaraciones sobre las bondades del desarrollo empresarial privado como panacea para alcanzar altos niveles de competitividad, productividad y aprovechamiento de las ventajas comparativas e impulsar las competitivas. La mayoría tiene razón en equivocarse, porque copian un lenguaje y usan conceptos que no comprenden.
La noción de desarrollo implica alcanzar altos estándares en alimentación, salubridad, seguridad, educación, vivienda, atención médica y, en general, una mayor calidad de vida para toda la población, a través de una mejor distribución y administración de los recursos disponibles y no siempre con un simple aumento o crecimiento de tales recursos.
Por el contrario, el crecimiento económico es el aumento de la producción total de bienes y servicios a lo largo de un determinado período de tiempo. Su desempeño se mide en términos del incremento del Producto Interno Bruto (PIB) a través de los años. La división del PIB por el número de habitantes da como resultado la renta per cápita. Así, una sucesión de años en los que crecen el PIB y la renta per cápita indica que se produce un proceso de crecimiento económico, pero esto no garantiza, en rigor, que exista desarrollo, pues el crecimiento puede producirse de una manera tan desequilibrada, sin equidad y tan injusta, que el aumento de los recursos no beneficie al conjunto de la población. Eso es precisamente lo que observamos en México, donde el 1 por ciento de los hogares concentra 9.2 por ciento del ingreso total nacional, mientras, el 1 por ciento de las familias más pobres sólo obtiene 0.07 por ciento del ingreso, según dijo José Narro Robles, rector de la UNAM.
Naturalmente, es frecuente que cierto avance en el crecimiento económico se traduzca en un mayor desarrollo global, pero incluso, en esos casos, no existe una correspondencia directa o proporción exacta: un alto crecimiento puede producir un pequeño desarrollo, mientras que un bajo crecimiento, junto con una reforma de la distribución de los recursos entre la población, puede dar lugar a un gran avance en términos de desarrollo.
La confusión entre “desarrollo” y “crecimiento económico” comenzó después de 1945 y estuvo marcado en gran medida por la Guerra Fría entre el bloque de países capitalistas y los comunistas. Los primeros insistían en la identificación de los conceptos, mientras los segundos promovían una transformación revolucionaria de la sociedad. Los capitalistas hablaban de un proceso unilineal y los otros lo identificaban como un proceso antilineal.
La teoría del desarrollo unilineal cobró fuerza a partir de la publicación, en 1955, de un ya famoso libro: “Las etapas del crecimiento económico. Un manifiesto no comunista”, del economista Walter Whitman Rostow, donde, tomando el símil del proceso del despegue de un avión, establecía cinco etapas del desarrollo necesarias de cubrir para alcanzar el desarrollo: 1) las sociedades tradicionales, 2) condiciones previas al despegue, 3) despegue, 4) marcha hacia la madurez y 5) sociedad de consumo de masas; posteriormente añadió la sexta etapa de la calidad. El éxito de esta teoría en la economía y su importación a los procesos de desarrollo de los países pobres, impulsó la identificación entre "desarrollo económico" y "modernización", identificando este último término con la transformación de las sociedades tradicionales en sociedades capitalistas.
Las críticas a la teoría del desarrollo como "modernización socioeconómica" se han dividido en dos bandos contrapuestos. Por un lado están los "conservadores", partidarios de reducir al máximo la intervención del Estado en el mercado, como se recomendaba en algunas de las etapas modernizadoras; y, por el otro, los "neo marxista", quienes definen la teoría de la modernización como una ideología para ocultar la relación de dependencia y servidumbre de los países pobres con respecto a los ricos. Entre los segundos, destaca especialmente Samir Amín, al establecer que el subdesarrollo no es una etapa anterior al desarrollo, sino una situación permanente de "periferia" respecto al "centro".
Con el paso del tiempo, poco a poco el mundo se percató que la ideología del desarrollo, inspirado en la teoría económica de Rostow, no consideraba el problema de los recursos no renovables, como el petróleo, ni los límites ecológicos del crecimiento. Ambos aspectos se pusieron de manifiesto durante la década de los setenta y, desde entonces, ha crecido la conciencia del sinsentido de crecer a costa del entorno ambiental, pues a mediano y largo plazo es suicida. La conciencia de los límites ecológicos del crecimiento condujo la formulación del concepto "desarrollo sustentable".
A partir de los años 80, particularmente tras el eco de los trabajos de Amartya Sen, los organismos de Naciones Unidas comenzaron a reconocer la posibilidad de incrementar el crecimiento económico sin producir un incremento paralelo de bienes sociales como la salud, la educación, la libertades básicas o una distribución equitativa de la renta entre la población. La conciencia de la insuficiencia del concepto de desarrollo, entendido como crecimiento económico, condujo a la noción de "desarrollo humano" o "desarrollo social".
Desde entonces, se ha llegado a la conclusión entre los teóricos del desarrollo, que el desarrollo nunca debe confundirse con el mero crecimiento económico; debe entenderse como proceso multilineal donde estén considerados el despliegue de las capacidades humanas de toda la población, la equitativa distribución de la riqueza socialmente producida y el respeto o el restablecimiento del equilibrio ecológico. En esos términos, el desarrollo debe centrarse en tres cuestiones básicas: la vida digna, la sociedad justa y la relación con el medio ambiente.