FELIPE MARTÍNEZ LÓPEZ.
Publicado en el periódico Tiempo, de Oaxaca, Oax., el 15 de febrero de 2009.
¡Qué impresionantes avances, estos si saben gobernar! Es la expresión que el presidente Calderón quisiera escuchar de labios de todos los mexicanos. Para su desgracia, lo que piensan y opinan muchos mexicanos es que fue una verdadera locura entregarle el poder a dos panistas que no atan ni desatan: un loco y un enano.
A estas alturas, se ha comprobado fehacientemente que Vicente Fox siempre estuvo mal de sus facultades mentales —Sacra Rota Romana dixit— e, incluso, físicamente tenía serios problemas hormonales, según declaraciones de sus propios ex amigos. Enredado en sus problemas psicológicos y físicos, dejó a otros gobernar el país. Como él mismo lo declaró, encargó el changarro para dedicarse a la frivolidad de recién casado y de político en campaña permanente, mientras su “pareja presidencial” se despachaba con la cuchara grande. La que gobernaba era una mujer a la que nadie eligió y nos mostró que, en su ambición desmedida de poder y de dinero, no le importó despedazar su matrimonio, tratando de alcanzar las luces fantasmagóricas del poder; en el camino fue sembrando de riqueza el sendero de los hijos de su primer matrimonio.
Ciertamente, Vicente Fox no estaba preparado para gobernar. Ni siquiera pudo terminar su carrera de licenciado en administración empresas y debió entregar el Plan Estatal de Desarrollo de Guanajuato como si fuera su tesis profesional, cuando esos documentos los elaboran las instancias administrativas de los gobiernos estatales. Este empresario fracasado despedazó todas las empresas puestas en sus manos. Su última hazaña fue endeudar tanto la agroindustrial familiar a su cargo, que debió rescatarla el Fobaproa de tan negros recuerdos.
Su paso por la Coca-Cola lo describe de cuerpo entero una entrevista de Félix Cortés Camarillo. Cuando le preguntó cuántos libros leía al mes, Fox le respondió que no leía libros, pero le podía preguntar cuántas rejas de refrescos vendía al día. Tampoco funcionó en la Coca-Cola, aunque diga que su fortuna se la debe a esa empresa. Lo cierto es que su rancho —no el de la mamá— y su fortuna, fueron hechos con el dinero de la presidencia de la República. Nada fue más claro cuando, aprovechando la visita de George Bush, ordenó que, con dinero del municipio de San Francisco del Rincón y presupuesto, presumiblemente del Estado Mayor Presidencial, se agregaran estancias y se remodelara la casa materna, además de sentar las bases del rancho que después mostró como si fuera el trofeo de un triunfador de las finanzas privadas.
Fox la primera desgracia para los panistas. El primer desastre para ese partido, que llegó a la presidencia de la República abanderando el cambio y el ejercicio honesto del dinero público. Ni cambiaron nada, ni demostraron honestidad. Por el contrario, mantuvieron los peores esquemas de los dinosaurios priistas, y nos endosaron a malos administradores públicos, pero, eso sí, muy buenos para los negocios personales.
El siguiente administrador panista es Felipe Calderón. Para estos momentos, también ha demostrado fehacientemente su enanez política y administrativa. Hasta hoy, ninguna de las iniciativas importantes aprobadas en las cámaras federales tiene su sello. Por el contrario, todas las iniciativas llevan la marca de Manlio Fabio Beltrones, el coordinador de la bancada priista en el senado de la República. Incluso, la última reforma importante, la de Pemex, fue orquestada y consensuada entre los priistas y los perredistas, aunque Calderón, al final, se haya vanagloriado de ella y la declaró la mejor reforma posible. Sin embargo, hace unos días dio muestra clara de su incontinencia verbal, al denostar la misma reforma que había ensalzado unos meses antes.
Esa es la estatura política de nuestro gobernante. Se refleja también en su lucha contra el crimen organizado; una batalla donde las bajas gubernamentales son tan altas, que Calderón debió meterse al enrarecido ambiente de la procuración de justicia, para tratar de demostrar que está haciendo algo. La operación limpieza no es más que circo, maroma y teatro, en una lucha sin un objetivo estratégico preciso y, por lo mismo, condenado al fracaso táctico inmediato.
Pero no es sólo eso. La crisis económica nos está demostrando su descontrol, incluso sobre los de casa. El conflicto entre el secretario de Hacienda y el director del Banco de México sobre las expectativas de crecimiento, es la prueba palpable de que Calderón no tiene la menor idea sobre el país donde gobierna. Además, no quisiera escuchar ninguna declaración sobre la magnitud de la crisis que ya está aquí. Por cierto, la que él inició el año pasado con las alzas indiscriminadas en los precios de la gasolina, el diesel y el gas, que desencadenaron una cascada de alzas en los precios de los alimentos y los productos industrializados. Ese proceso inflacionario se vino a agravar con la crisis mundial propiciada por los norteamericanos con sus fraudes financieros. La magnitud del problema es tal, que el catarrito pronosticado por Casterns se ha convertido en neumonía y, a partir de julio próximo, en una enfermedad terminal, afortunadamente, para el panismo gubernamental.
Todas las afrentas económicas, sociales y políticas que los gobiernos panistas han infringido a la población se las van a cobrar en las próximas elecciones federales. Lo bueno es que será apenas el comienzo. En el 2012, estoy convencido que el pueblo de México corregirá el error: ni locos ni enanos en la presidencia de la República.
Publicado en el periódico Tiempo, de Oaxaca, Oax., el 15 de febrero de 2009.
¡Qué impresionantes avances, estos si saben gobernar! Es la expresión que el presidente Calderón quisiera escuchar de labios de todos los mexicanos. Para su desgracia, lo que piensan y opinan muchos mexicanos es que fue una verdadera locura entregarle el poder a dos panistas que no atan ni desatan: un loco y un enano.
A estas alturas, se ha comprobado fehacientemente que Vicente Fox siempre estuvo mal de sus facultades mentales —Sacra Rota Romana dixit— e, incluso, físicamente tenía serios problemas hormonales, según declaraciones de sus propios ex amigos. Enredado en sus problemas psicológicos y físicos, dejó a otros gobernar el país. Como él mismo lo declaró, encargó el changarro para dedicarse a la frivolidad de recién casado y de político en campaña permanente, mientras su “pareja presidencial” se despachaba con la cuchara grande. La que gobernaba era una mujer a la que nadie eligió y nos mostró que, en su ambición desmedida de poder y de dinero, no le importó despedazar su matrimonio, tratando de alcanzar las luces fantasmagóricas del poder; en el camino fue sembrando de riqueza el sendero de los hijos de su primer matrimonio.
Ciertamente, Vicente Fox no estaba preparado para gobernar. Ni siquiera pudo terminar su carrera de licenciado en administración empresas y debió entregar el Plan Estatal de Desarrollo de Guanajuato como si fuera su tesis profesional, cuando esos documentos los elaboran las instancias administrativas de los gobiernos estatales. Este empresario fracasado despedazó todas las empresas puestas en sus manos. Su última hazaña fue endeudar tanto la agroindustrial familiar a su cargo, que debió rescatarla el Fobaproa de tan negros recuerdos.
Su paso por la Coca-Cola lo describe de cuerpo entero una entrevista de Félix Cortés Camarillo. Cuando le preguntó cuántos libros leía al mes, Fox le respondió que no leía libros, pero le podía preguntar cuántas rejas de refrescos vendía al día. Tampoco funcionó en la Coca-Cola, aunque diga que su fortuna se la debe a esa empresa. Lo cierto es que su rancho —no el de la mamá— y su fortuna, fueron hechos con el dinero de la presidencia de la República. Nada fue más claro cuando, aprovechando la visita de George Bush, ordenó que, con dinero del municipio de San Francisco del Rincón y presupuesto, presumiblemente del Estado Mayor Presidencial, se agregaran estancias y se remodelara la casa materna, además de sentar las bases del rancho que después mostró como si fuera el trofeo de un triunfador de las finanzas privadas.
Fox la primera desgracia para los panistas. El primer desastre para ese partido, que llegó a la presidencia de la República abanderando el cambio y el ejercicio honesto del dinero público. Ni cambiaron nada, ni demostraron honestidad. Por el contrario, mantuvieron los peores esquemas de los dinosaurios priistas, y nos endosaron a malos administradores públicos, pero, eso sí, muy buenos para los negocios personales.
El siguiente administrador panista es Felipe Calderón. Para estos momentos, también ha demostrado fehacientemente su enanez política y administrativa. Hasta hoy, ninguna de las iniciativas importantes aprobadas en las cámaras federales tiene su sello. Por el contrario, todas las iniciativas llevan la marca de Manlio Fabio Beltrones, el coordinador de la bancada priista en el senado de la República. Incluso, la última reforma importante, la de Pemex, fue orquestada y consensuada entre los priistas y los perredistas, aunque Calderón, al final, se haya vanagloriado de ella y la declaró la mejor reforma posible. Sin embargo, hace unos días dio muestra clara de su incontinencia verbal, al denostar la misma reforma que había ensalzado unos meses antes.
Esa es la estatura política de nuestro gobernante. Se refleja también en su lucha contra el crimen organizado; una batalla donde las bajas gubernamentales son tan altas, que Calderón debió meterse al enrarecido ambiente de la procuración de justicia, para tratar de demostrar que está haciendo algo. La operación limpieza no es más que circo, maroma y teatro, en una lucha sin un objetivo estratégico preciso y, por lo mismo, condenado al fracaso táctico inmediato.
Pero no es sólo eso. La crisis económica nos está demostrando su descontrol, incluso sobre los de casa. El conflicto entre el secretario de Hacienda y el director del Banco de México sobre las expectativas de crecimiento, es la prueba palpable de que Calderón no tiene la menor idea sobre el país donde gobierna. Además, no quisiera escuchar ninguna declaración sobre la magnitud de la crisis que ya está aquí. Por cierto, la que él inició el año pasado con las alzas indiscriminadas en los precios de la gasolina, el diesel y el gas, que desencadenaron una cascada de alzas en los precios de los alimentos y los productos industrializados. Ese proceso inflacionario se vino a agravar con la crisis mundial propiciada por los norteamericanos con sus fraudes financieros. La magnitud del problema es tal, que el catarrito pronosticado por Casterns se ha convertido en neumonía y, a partir de julio próximo, en una enfermedad terminal, afortunadamente, para el panismo gubernamental.
Todas las afrentas económicas, sociales y políticas que los gobiernos panistas han infringido a la población se las van a cobrar en las próximas elecciones federales. Lo bueno es que será apenas el comienzo. En el 2012, estoy convencido que el pueblo de México corregirá el error: ni locos ni enanos en la presidencia de la República.