19 de abril de 2009

IGLESIA DOCTRINARIA.

FELIPE MARTÍNEZ LÓPEZ.

Publicado en el periódico Tiempo, de Oaxaca, Oax., el 17 de abril de 2009.

El día de ayer, una Comisión Diocesana de Justicia y Paz, encabezada por el cura Wilfredo Mayrén Peláez, suscribió un desplegado para negar la intervención del sacerdote Martín Octavio García Ortiz, párroco de San Pedro Ocotlán, en el conflicto entre una empresa minera y un grupo de vecinos de ese municipio. A la negativa de su activismo para fomentar el encono, el divisionismo y el conflicto, inmediatamente aclaran la responsabilidad del cura, pero en un proceso de concienciación del pueblo “en asuntos de trascendencia social”. Pero no sólo eso, la autonombrada Comisión Diocesana se hace responsable de todo activismo político en el que los curas están o puedan estar involucrados de ahora en adelante. La justificación es clara y llana, su nueva pastoral no es la religión, es la política: “reafirmamos que…su trabajo social está inspirado y respaldado por un trabajo espiritual que se cimenta en la conciencia, en la dignidad y en la salvación integral de las personas y no solo de las ‘almas’” (Noticias, 15/04/2009).

El hecho en sí es grave, porque la iglesia católica mexicana, la institución, no es una organización cívica o política nacional, porque responde al interés de un Estado extranjero, el Vaticano, y le deben obediencia a un jefe político extranjero, el Papa. Por eso, precisamente, desde principios del siglo XIX, los liberales lucharon para separar la política nacional de la intervención eclesial. Fue la lucha por el Estado laico, que concluyó con el fusilamiento de Maximiliano de Habsburgo en el Cerro de las Campanas.

Sin embargo, la Jerarquía nunca dejó de lado la posibilidad de intervención, en cuanto algún gobierno le abría una pequeña rendija para hacer activismo político. A fines de ese siglo, ese resquicio lo abrió Porfirio Díaz y fue necesaria otra larga y cruenta historia para detener los avances de la Jerarquía durante la Guerra de los Cristeros: esa misma guerra donde intervinieron los parientes de Vicente Fox y por cuyos destinos tanto detesta a Benito Juárez. Los acuerdos para solucionar ese conflicto confinaron a los curas al interior de los templos, los conventillos, las escuelas y su gestión para el desarrollo del naciente Partido Acción Nacional.

Debieron pasar cerca de 50 años para que una alianza del PAN y el PRI neoliberal de Carlos Salinas de Gortari volviera a darle un nuevo aire a las organizaciones eclesiales, al modificar la Constitución para reconocer la personalidad jurídica de las iglesias. En la creencia de que la Jerarquía comprendería los vientos de la modernidad, Salinas abrió la Caja de Pandora, ahí de donde nuevamente salen los curas para hacer política, para enfrentar a los que consideran herederos de su defenestración histórica: los gobiernos priistas.

La Jerarquía eclesial sí tiene conciencia histórica, por eso no tiene ningún conflicto con el gobierno federal, porque saben que es uno de ellos quien despacha actualmente en los Pinos. Tampoco enfrentan al PRD o a la pléyade de pequeños satélites que le rodean: son los enemigos débiles, a quienes en su momento pondrán en su lugar. En Oaxaca son sus aliados momentáneos, porque coinciden en la lucha de intereses que Wilfredo Mayrén Peláez representa. La misma que encabezó para exigir la construcción de una gasolinera en San Pablo Huixtepec hace unos años y la misma que ha dejado una cauda de sangre en los conflictos agrarios entre los pueblos donde ha desempeñado su trabajo doctrinal: ahí confluyen los intereses monetarios personales y los políticos de la Jerarquía católica más conservadora del país.