FELIPE MARTÍNEZ LÓPEZ
Publicado en el periódico Tiempo, de Oaxaca, Oax., el 28 de septiembre de 2009.
Hay dos claras muestras de desesperación en la política que incide en Oaxaca: por un lado, la del gobierno federal y el CEN panista por detener su inminente derrota en 2012, que los induce a la pifia de aliarse con el primero que se les pone enfrente, y, segundo, la de la dirigencia formal del PRI en el Estado de Oaxaca. A pesar de su aparente semejanza, ninguna tiene bases idénticas.
El gobierno federal tiene muestras clara para sumir que 2012 será de pesadilla para sus ansias de poder. Sin ningún candidato posicionado, ante la prematura muerte del Delfín Mouriño, y las escasas luces de los secretarios de Estado, el panorama partidista es aterrador; pero, además, con las secuelas de “la crisis que llegó de fuera” con el número de desempleados y la carestía de la vida en constante ascenso, la credibilidad política del gobierno federal va en caída libre. Además, no cuentan con el espantajo de un dictadorzuelo de opereta encabezando las encuestas, para espantar a los dueños del dinero; por el contrario, el rival anunciado va de la mano con las televisoras y los magnates, además de navegar en las olas de los suspiros de las damas mexicanas, por cierto, el sector mayoritario en las listas de votantes.
Por lo demás, el PAN parte de un diagnóstico mal encaminado, aunque no equívoco. Mal encaminado porque la dirigencia considera que desplazando a los gobernadores priistas tienen el triunfo asegurado; por eso, la consigna de aliarse con quien sea fue una indicación desde las más altas esferas del poder, como bien lo ha documentado en este diario Adrián Ortiz, pero quienes votan son los ciudadanos y no los gobernadores, y lo hacen por una estructura organizativa y no por la “ingeniería electoral”. Pero tampoco andan muy errados –en el diagnóstico-, pero sólo pueden triunfar si el Ejecutivo –estatal o federal- duda o se inclina por la traición partidista, como fue el caso del triunfo nacional del PAN, cuando Zedillo y su secretario de Gobernación, Diódoro Carrasco –hoy panista y, como dicta el clásico, en política no hay coincidencias- desmontaron aquel PRI que funcionaba como Secretaría de Acción Electoral del gobierno federal, para darle el triunfo al que consideraban el más manejable opositor: Vicente Fox, el primer “Juanito” de la política nacional.
De los demás coalicionistas no hay mucho por analizar, las tribus perredistas se van a aliar con quien sea, porque no tienen ni ideología ni masas ante quienes justificarse. Sólo buscan espacios de poder, para acomodar a las amantes, las esposas, los hermanos o los primos; para ellos, el poder es un asunto familiar o de prebendas económicas como las concesiones de taxis, mototaxis, puestos ambulantes y dinero de proyectos nunca puestos a producir; sus únicos opositores son los priistas, porque compiten vanamente por las mismas bases sociales. Los Convergentes tienen la misma plataforma: son ex priistas ansiosos de recuperar el poder, del que sienten despojados. Del Partido del Trabajo, ni que decir: si acompañaron a Ulises Ruiz en el 2004, ¿quién no puede ser su candidato?
Ésa es la desesperación federal: la aristocracia pueblerina se junta con la pelusa, para detener la catástrofe que ven venir. Pero la humareda la ha hecho visible la desesperación de la “Burbuja” política oaxaqueña, porque ahora sí se sienten acotados para tratar de influir en el ánimo del dedo elector priista oaxaqueño. No debía de ser. Como le dije a David Colmenares, que andaba sudando la calentura de la candidatura priista en 1992, la decisión sobre el sucesor se tomó el mismo día cuando se decidió la candidatura por las senadurías oaxaqueñas. Todo lo demás, es parte de la parafernalia priista. Pero, además, no debían preocuparse. El PRI no descabeza a sus opositores internos, salvo cuando ellos deciden, por sí mismos, poner casa ajena; mientras tanto, tienen el Poder Judicial a su disposición y los dos primeros años del nuevo sexenio para traicionar a su protector en turno.
Publicado en el periódico Tiempo, de Oaxaca, Oax., el 28 de septiembre de 2009.
Hay dos claras muestras de desesperación en la política que incide en Oaxaca: por un lado, la del gobierno federal y el CEN panista por detener su inminente derrota en 2012, que los induce a la pifia de aliarse con el primero que se les pone enfrente, y, segundo, la de la dirigencia formal del PRI en el Estado de Oaxaca. A pesar de su aparente semejanza, ninguna tiene bases idénticas.
El gobierno federal tiene muestras clara para sumir que 2012 será de pesadilla para sus ansias de poder. Sin ningún candidato posicionado, ante la prematura muerte del Delfín Mouriño, y las escasas luces de los secretarios de Estado, el panorama partidista es aterrador; pero, además, con las secuelas de “la crisis que llegó de fuera” con el número de desempleados y la carestía de la vida en constante ascenso, la credibilidad política del gobierno federal va en caída libre. Además, no cuentan con el espantajo de un dictadorzuelo de opereta encabezando las encuestas, para espantar a los dueños del dinero; por el contrario, el rival anunciado va de la mano con las televisoras y los magnates, además de navegar en las olas de los suspiros de las damas mexicanas, por cierto, el sector mayoritario en las listas de votantes.
Por lo demás, el PAN parte de un diagnóstico mal encaminado, aunque no equívoco. Mal encaminado porque la dirigencia considera que desplazando a los gobernadores priistas tienen el triunfo asegurado; por eso, la consigna de aliarse con quien sea fue una indicación desde las más altas esferas del poder, como bien lo ha documentado en este diario Adrián Ortiz, pero quienes votan son los ciudadanos y no los gobernadores, y lo hacen por una estructura organizativa y no por la “ingeniería electoral”. Pero tampoco andan muy errados –en el diagnóstico-, pero sólo pueden triunfar si el Ejecutivo –estatal o federal- duda o se inclina por la traición partidista, como fue el caso del triunfo nacional del PAN, cuando Zedillo y su secretario de Gobernación, Diódoro Carrasco –hoy panista y, como dicta el clásico, en política no hay coincidencias- desmontaron aquel PRI que funcionaba como Secretaría de Acción Electoral del gobierno federal, para darle el triunfo al que consideraban el más manejable opositor: Vicente Fox, el primer “Juanito” de la política nacional.
De los demás coalicionistas no hay mucho por analizar, las tribus perredistas se van a aliar con quien sea, porque no tienen ni ideología ni masas ante quienes justificarse. Sólo buscan espacios de poder, para acomodar a las amantes, las esposas, los hermanos o los primos; para ellos, el poder es un asunto familiar o de prebendas económicas como las concesiones de taxis, mototaxis, puestos ambulantes y dinero de proyectos nunca puestos a producir; sus únicos opositores son los priistas, porque compiten vanamente por las mismas bases sociales. Los Convergentes tienen la misma plataforma: son ex priistas ansiosos de recuperar el poder, del que sienten despojados. Del Partido del Trabajo, ni que decir: si acompañaron a Ulises Ruiz en el 2004, ¿quién no puede ser su candidato?
Ésa es la desesperación federal: la aristocracia pueblerina se junta con la pelusa, para detener la catástrofe que ven venir. Pero la humareda la ha hecho visible la desesperación de la “Burbuja” política oaxaqueña, porque ahora sí se sienten acotados para tratar de influir en el ánimo del dedo elector priista oaxaqueño. No debía de ser. Como le dije a David Colmenares, que andaba sudando la calentura de la candidatura priista en 1992, la decisión sobre el sucesor se tomó el mismo día cuando se decidió la candidatura por las senadurías oaxaqueñas. Todo lo demás, es parte de la parafernalia priista. Pero, además, no debían preocuparse. El PRI no descabeza a sus opositores internos, salvo cuando ellos deciden, por sí mismos, poner casa ajena; mientras tanto, tienen el Poder Judicial a su disposición y los dos primeros años del nuevo sexenio para traicionar a su protector en turno.
La batahola priista en la Cámara federal fue, como dijera Salman Rushdie, “el último suspiro del Moro”. No va a hacer historia, porque ésta comenzará a escribirse hasta el próximo año, cuando, curiosamente, en las tierras juaristas –Oaxaca y Veracruz- puede resurgir la figura del Benemérito anticonservador, constitucionalista y laico.