25 de septiembre de 2009

COALICIONES ELECTORALES

FELIPE MARTÍNEZ LÓPEZ

Publicado en el periódico Tiempo, de Oaxaca, Oax., el 25 de septiembre de 2009.

En 1989, cuando el Muro de Berlín se hacía polvo, Francis Fukuyama, anunciada, con bombos y platillos, el fin de la Historia. En realidad, se cerraba el periodo histórico de las ideologías confrontadas y se abría paso al aventurerismo, la simulación, el pragmatismo y la ambición como normas del quehacer y la acción política.

Desde entonces vimos como, en nombre de los intereses del pueblo -ese inasible fantasma- muchos actores políticos brincaban, como profesionales del trapecio, de un partido a otro, sólo para acceder o seguir disfrutando de las mieles de la administración pública. Fueron cosa cotidiana, también, las alianzas entre partidos disímbolos ideológicamente. El ideal y el interés de clase se echaron al cesto de la basura, para esgrimir el banal interés de llegar al poder, por el poder mismo.

En México, ocurrió con personas a quienes su partido de origen no satisfacía sus intereses políticos inmediatos; pasar a otro partido les representaba la posibilidad de la candidatura o el cargo administrativo de forma automática. Así vimos a Ifigenia Navarrete, Cuauhtémoc Cárdenas, Porfirio Muñoz Ledo, Marcelo Ebrard, Manuel Camacho Solís y al mismo Andrés Manuel López Obrador dejar las filas del PRI, para integrarse a las candidaturas del PRD. O ahora, cuando López Obrador deja al PRD para integrar una probable alianza entre el PT y Convergencia, para enfrentar la naciente candidatura de Marcelo Ebrard, su antiguo protegido.

Con el mismo sentido, en Chiapas, Tlaxcala y Guerrero, el PAN y el PRD encabezaron alianzas electorales para derrotar al antiguamente invencible PRI; con una característica adicional: el candidato triunfante era un distinguido priista, molesto por no ser el elegido de ese partido. Así, el grupo triunfante era una maraña de interés, sin ninguna ideología ni programa, sino amalgamados solamente por el interés de manejar el presupuesto público de esas entidades.

Precisamente, por esa política del trapecio y las alianzas entre supuestos enemigos ideológicos, en todas las encuestas recientemente levantadas hay un definido rechazo de la población contra los partidos políticos y los representantes populares. La gente del común no tiene ya un marco de referencia para definir sus intereses hacia una agrupación política o persona, porque terminan aliados con quienes decían combatir. Es el dramático caso de Héctor Sánchez López, cobrando una miseria -en términos de su supuesto capital político- en la administración del Gobernador al que enfrentó y denostó en la pasada campaña electoral.

Es el mismo camino que siguen el PAN y el PRD, con la coalición electoral anunciada recientemente y donde, seguramente, habrán de integrarse el PT y Convergencia por la Democracia. Van por el Gobierno, por el presupuesto o, si se quiere, por la “caja chica” para la próxima campaña federal. Como bien lo dicen sus dirigentes, como el agua y el aceite, no se mezclan, sino sólo se amalgaman, por el interés del dinero público. No hay proyecto, no hay programa, ni lo habrá, porque no los conduce el interés público, sino sólo el interés personal. Que bueno que así sea, porque será la demostración práctica de la política real oaxaqueña. Lo único malo, para el PAN, el partido gobernante en el país, es que una derrota en Oaxaca será la primera gota de la cascada nacional que culminará en el retorno del PRI a esos Los Pinos tan deseado.