FELIPE MARTÍNEZ LÓPEZ
Publicado en el periódico Tiempo, de Oaxaca, Oax., el 11 de diciembre de 2009.
A grandes rasgos, podemos plantear la existencia de tres grandes tipos de derecha: la conservadora, la liberal y la filantrópica.
La derecha conservadora es la vinculada a los grandes intereses económicos. Los clásicos griegos la definieron como oligarquía. Es, pues, una derecha oligárquica, que busca incrementar la riqueza de unos pocos propietarios, sin importarle la mecánica utilizada ni la cantidad de sufrimiento humano generado. En su origen, esta derecha se consolidó con el esclavismo y de ahí esta actitud antihumana para obtener ganancias económicas, sin importarles reglas sociales, leyes o enunciados éticos. Hoy en día, son quienes impulsan los golpes militares y ven con afecto los gobiernos duros y represivos.
La derecha liberal es la que supo leer y comprendió el mensaje de las grandes hecatombes sociales que originaron el desquiciamiento de la derecha conservadora; para ellos, los movimientos y las revoluciones sociales son fuentes de conocimiento para evitar desgracias políticas futuras. Es una derecha ilustrada, que ha estudiado y toma conciencia de los movimientos sociales que han decapitado, política y físicamente, a la derecha conservadora; pero también comprenden que esos movimientos llevan a la destrucción de la base económica que los sustenta. Es la derecha de las reformas, del cambiar un poco, para que todo siga igual.
Junto a ellos, convive una curiosidad social: la derecha filantrópica, a quienes les mueve un sentimiento de culpa hacía lo que su estrato económico, su clase social, ha logrado mediante la explotación humana. Sin plantearse modificar la estructura económica, la desigualdad y la injusticia social prevaleciente, pretende apoyar a individuos de los otros estratos para paliar sus grandes carencias económicas y sociales. La derecha filantrópica no ve los problemas sociales, para ellos sólo existen individuos con dificultades económicas y sociales, y, por eso, su propuesta es darles asistencia y dádivas para sobrellevar, no solucionar, los problemas económicos que la propia organización económica que esa derecha defiende y ejecuta, les está produciendo.
Una de las características fundamentales de la derecha es su insistencia y persistencia para negar todo trato a estratos sociales o agrupaciones; para ellos, la sociedad no debía existir, sino solo individuos, porque, en la medida en que segregan a las personas, evitan las fuerzas organizadas capaces de enfrentarlos y producir problemas sociales y políticos. Cuando atomiza la participación social y logran tratar sólo con individuos, adquieren mayor ventaja sobre los demás.
La supuesta igualdad legal, basada en la igualdad de las personas ante la ley, sin considerar la existencia de la desigualdad económica que esta derecha ha hecho a través de la historia, es, en la práctica, una verdadera falacia. A pesar de ello, insisten en ese trato para establecer relaciones con su entorno social, sin entender que la sociedad busca participación y no solamente interlocución: igualdad económica, para entrar en el terreno de la verdadera libertad.
Ése es el entorno donde se han empantanado las utopías sociales de los últimos tres siglos. Es tiempo de intentar nuevos caminos. Igualdad jurídica y económica son los caminos que pueden conducir a la sociedad democrática y con justicia social que tanto ha negado la derecha, en cualquier lugar geográfico y en cualquier tiempo de la historia.
Publicado en el periódico Tiempo, de Oaxaca, Oax., el 11 de diciembre de 2009.
A grandes rasgos, podemos plantear la existencia de tres grandes tipos de derecha: la conservadora, la liberal y la filantrópica.
La derecha conservadora es la vinculada a los grandes intereses económicos. Los clásicos griegos la definieron como oligarquía. Es, pues, una derecha oligárquica, que busca incrementar la riqueza de unos pocos propietarios, sin importarle la mecánica utilizada ni la cantidad de sufrimiento humano generado. En su origen, esta derecha se consolidó con el esclavismo y de ahí esta actitud antihumana para obtener ganancias económicas, sin importarles reglas sociales, leyes o enunciados éticos. Hoy en día, son quienes impulsan los golpes militares y ven con afecto los gobiernos duros y represivos.
La derecha liberal es la que supo leer y comprendió el mensaje de las grandes hecatombes sociales que originaron el desquiciamiento de la derecha conservadora; para ellos, los movimientos y las revoluciones sociales son fuentes de conocimiento para evitar desgracias políticas futuras. Es una derecha ilustrada, que ha estudiado y toma conciencia de los movimientos sociales que han decapitado, política y físicamente, a la derecha conservadora; pero también comprenden que esos movimientos llevan a la destrucción de la base económica que los sustenta. Es la derecha de las reformas, del cambiar un poco, para que todo siga igual.
Junto a ellos, convive una curiosidad social: la derecha filantrópica, a quienes les mueve un sentimiento de culpa hacía lo que su estrato económico, su clase social, ha logrado mediante la explotación humana. Sin plantearse modificar la estructura económica, la desigualdad y la injusticia social prevaleciente, pretende apoyar a individuos de los otros estratos para paliar sus grandes carencias económicas y sociales. La derecha filantrópica no ve los problemas sociales, para ellos sólo existen individuos con dificultades económicas y sociales, y, por eso, su propuesta es darles asistencia y dádivas para sobrellevar, no solucionar, los problemas económicos que la propia organización económica que esa derecha defiende y ejecuta, les está produciendo.
Una de las características fundamentales de la derecha es su insistencia y persistencia para negar todo trato a estratos sociales o agrupaciones; para ellos, la sociedad no debía existir, sino solo individuos, porque, en la medida en que segregan a las personas, evitan las fuerzas organizadas capaces de enfrentarlos y producir problemas sociales y políticos. Cuando atomiza la participación social y logran tratar sólo con individuos, adquieren mayor ventaja sobre los demás.
La supuesta igualdad legal, basada en la igualdad de las personas ante la ley, sin considerar la existencia de la desigualdad económica que esta derecha ha hecho a través de la historia, es, en la práctica, una verdadera falacia. A pesar de ello, insisten en ese trato para establecer relaciones con su entorno social, sin entender que la sociedad busca participación y no solamente interlocución: igualdad económica, para entrar en el terreno de la verdadera libertad.
Ése es el entorno donde se han empantanado las utopías sociales de los últimos tres siglos. Es tiempo de intentar nuevos caminos. Igualdad jurídica y económica son los caminos que pueden conducir a la sociedad democrática y con justicia social que tanto ha negado la derecha, en cualquier lugar geográfico y en cualquier tiempo de la historia.