FELIPE MARTÍNEZ LÓPEZ
Publicado en el periódico Tiempo, de Oaxaca, Oax., el 19 de diciembre de 2009.
Hace unos días, el presidente Felipe Calderón presentó una iniciativa de reformas para modificar la forma de hacer política en el Congreso de la Unión y los estados de la República. Se le olvidó, o quizá obvió, la necesaria reforma al presidencialismo priista que, a leguas se observa, está totalmente desfasado en estos momentos.
En general, la propuesta sólo nos ratifica la insensibilidad de la derecha política. Esta corriente política se identifica por su deseo manifiesto de la concentración del poder.
En la cuestión económica, dieron una larga batalla, casi desde inicio del siglo XX, para consolidar la propiedad privada y la desigual distribución del ingreso en el país. No fue sino, hasta finales de ese siglo, cuando, con los presidentes neoliberales priistas y después con los panistas, lograron concretar el asalto al aparato de Estado mexicano. Desde entonces, lo que venía siendo un avance paulatino, se convirtió en una cascada de leyes para legalizar la concentración del ingreso en muy pocas manos. El resultado ya lo conocemos. Según José Narro Robles, rector de la UNAM, “México es uno de los países con mayor desigualdad, ya que sólo 1 por ciento de los hogares concentra 9.2 por ciento del ingreso total nacional; mientras, en el otro extremo, 1 por ciento de las familias más pobres sólo obtiene 0.07 por ciento de dicho ingreso, es decir 130 veces menos.” (Milenio, 30/I/2009).
Su siguiente paso va a ser el intento de la concentración del poder político. La primera llamada es esta propuesta del presidente Calderón para legislar la reelección de los diputados, senadores y presidentes municipales, en un primer momento para prorrogarles el mandato por hasta 12 años. Si bien pareciera ser la zanahoria para aprobar otras disposiciones legales, en realidad es el meollo de toda la reforma y tiene una larga cola por detrás. A la reelección por un periodo de tiempo determinado, le seguirá, después, la reelección indefinida; ya encarrerados, ¿cuánto más aguantarán para proponer la reelección que realmente le interesa a la derecha política: la de gobernadores y del presidente de la República?
No está por demás observar quiénes han apoyado inmediatamente la propuesta. Obviamente, la dirigencia panista la calificó como “una propuesta ambiciosa y representa un avance fundamental”, pero también, inmediatamente la avalaron las cámaras empresariales. El Consejo Coordinador Empresarial la calificó como “una reforma orientada a apuntalar un esquema democrático auténticamente deliberativo, en el que se acaten las decisiones de las mayorías, se respeten los derechos de las minorías y se salvaguarde el régimen de libertades”. La Confederación Patronal de la República Mexicana la describió como “un parteaguas para terminar con los vicios de un sistema político que ya no responde a la realidad nacional” y el presidente de la Confederación Nacional de Cámaras Industriales, consideró que “con esta propuesta de reforma, se puede avanzar en despolitizar a la economía y lograr avances en el desarrollo del país” (Milenio, 16/XII/2009).
Publicado en el periódico Tiempo, de Oaxaca, Oax., el 19 de diciembre de 2009.
Hace unos días, el presidente Felipe Calderón presentó una iniciativa de reformas para modificar la forma de hacer política en el Congreso de la Unión y los estados de la República. Se le olvidó, o quizá obvió, la necesaria reforma al presidencialismo priista que, a leguas se observa, está totalmente desfasado en estos momentos.
En general, la propuesta sólo nos ratifica la insensibilidad de la derecha política. Esta corriente política se identifica por su deseo manifiesto de la concentración del poder.
En la cuestión económica, dieron una larga batalla, casi desde inicio del siglo XX, para consolidar la propiedad privada y la desigual distribución del ingreso en el país. No fue sino, hasta finales de ese siglo, cuando, con los presidentes neoliberales priistas y después con los panistas, lograron concretar el asalto al aparato de Estado mexicano. Desde entonces, lo que venía siendo un avance paulatino, se convirtió en una cascada de leyes para legalizar la concentración del ingreso en muy pocas manos. El resultado ya lo conocemos. Según José Narro Robles, rector de la UNAM, “México es uno de los países con mayor desigualdad, ya que sólo 1 por ciento de los hogares concentra 9.2 por ciento del ingreso total nacional; mientras, en el otro extremo, 1 por ciento de las familias más pobres sólo obtiene 0.07 por ciento de dicho ingreso, es decir 130 veces menos.” (Milenio, 30/I/2009).
Su siguiente paso va a ser el intento de la concentración del poder político. La primera llamada es esta propuesta del presidente Calderón para legislar la reelección de los diputados, senadores y presidentes municipales, en un primer momento para prorrogarles el mandato por hasta 12 años. Si bien pareciera ser la zanahoria para aprobar otras disposiciones legales, en realidad es el meollo de toda la reforma y tiene una larga cola por detrás. A la reelección por un periodo de tiempo determinado, le seguirá, después, la reelección indefinida; ya encarrerados, ¿cuánto más aguantarán para proponer la reelección que realmente le interesa a la derecha política: la de gobernadores y del presidente de la República?
No está por demás observar quiénes han apoyado inmediatamente la propuesta. Obviamente, la dirigencia panista la calificó como “una propuesta ambiciosa y representa un avance fundamental”, pero también, inmediatamente la avalaron las cámaras empresariales. El Consejo Coordinador Empresarial la calificó como “una reforma orientada a apuntalar un esquema democrático auténticamente deliberativo, en el que se acaten las decisiones de las mayorías, se respeten los derechos de las minorías y se salvaguarde el régimen de libertades”. La Confederación Patronal de la República Mexicana la describió como “un parteaguas para terminar con los vicios de un sistema político que ya no responde a la realidad nacional” y el presidente de la Confederación Nacional de Cámaras Industriales, consideró que “con esta propuesta de reforma, se puede avanzar en despolitizar a la economía y lograr avances en el desarrollo del país” (Milenio, 16/XII/2009).
Sin embargo, lo verdaderamente importante es observar que la reelección, en ningún momento ha servido para alcanzar la verdadera democracia en el país. En el siglo XIX, solo sirvió para crear la dictadura más nefasta, la de Antonio López de Santa Anna, que terminó vendiendo la mitad del país a Estados Unidos. Poco más tarde, el presidente Benito Juárez tuvo la inmensa fortuna de morirse a tiempo y no terminar en el vituperio de la permanencia en el poder; sólo se reeligió 2 periodos consecutivos, después del triunfo de la República. A fines de ese siglo, el liberal Porfirio Díaz peleó sus dos revoluciones al amparo de la consigna política de la “no reelección”, sólo para caer enredado en el fino tejido de los conservadores de su tiempo y reelegirse durante treinta años consecutivos. En el siglo XX, Francisco I. Madero levantó a México en armas con el lema del “Sufragio efectivo. No reelección”, el mismo que fue lema oficial de las autoridades priistas, hasta la llegada de los panistas al poder. A principios del siglo pasado, el general Álvaro Obregón, al igual que Porfirio Díaz y ahora el presidente Calderón, impulsaron una legislación que sólo les permitía la reelección para un periodo de gobierno. Poco después de aprobada, Díaz la hizo indefinida y a Obregón le costó la vida, ya no le dio tiempo de hacerla indefinida.