10 de julio de 2010

REFLEXIONES POLÍTICAS

FELIPE MARTÍNEZ LÓPEZ
Publicado en el periódico Tiempo, de Oaxaca, Oax., el 7 de julio de 2010.

Los triunfos y las pérdidas en las pasadas elecciones, son un severo llamado de atención a todos los interesados en los asuntos sociales del país, no sólo de Oaxaca. En verdad, los resultados ponen en duda todas nuestras consideraciones, desde ideológicas hasta científicas.

Ahora ratificamos, con plena certeza, que las encuestas son sólo la fotografía de una intención ciudadana, válidas para un día determinado. No reflejan tendencias. Son solo instrumentos de medición para corregir tácticas y encauzar procesos. Válidas sólo para quien las contrata, sea un medio de comunicación, un partido o un candidato. La primera vez que esta enseñanza se manifestó fue en las ya lejanas elecciones presidenciales nicaragüenses, en la década de los ochenta, cuando las encuestas le daban un abrumador triunfo al sandinismo en el poder. El día de las elecciones, el electorado se encargó de echarlos del poder, que habían ganado con sangre y balas a la dictadura somocista.

En México, con la democracia entendida como alternancia en la administración pública, tenemos ahora a una ciudadanía política madura, inaugurando la era de las votaciones imprevisibles, porque difícilmente se podrá conocer el comportamiento de los votantes, sino hasta que marquen las boletas electorales. A partir de ahora, las casas encuestadoras dejarán de ser consideradas indicadoras de triunfo, aunque puedan seguir siendo instrumentos para moldear triunfos el día de las elecciones, como en la práctica ocurrió con las encuestas de Milenio. A las seis de la tarde del 4 de julio, su anunció sobre Oaxaca cerró cualquier otra expectativa de cualquiera de los contendientes, garantizando una transición pacífica. En las ya próximas elecciones presidenciales, no dudemos que la receta sea aplicada en los mismos términos y con los mismos resultados.

Estas elecciones también inauguraron el triunfo del pragmatismo político. Al menos uno de los contendientes, abrió las pesadas puertas del fin de las ideologías. Le tocó el privilegio al dirigente nacional panista, porque el del PRD ha practicado la estrategia desde su ya lejana juventud. El pragmatismo político de la unión de los “Espurios” con los “Legítimos” consolida la concepción de la democracia como simple y mera alternancia en el poder. Como en Estados Unidos y casi todo el mundo occidental, para los políticos mexicanos, la era de las ideologías y la búsqueda de nuevas formas de organización social han pasado a la historia. Ahora se trata de conservar o acceder a las administraciones públicas, por el simple placer de las prebendas, los salarios y los privilegios.

A los priistas les debe servir para entender que en los procesos electorales no funciona el esquema de los cacicazgos políticos. La venta de las candidaturas, el conflicto interno en los equipos de campaña, la imposición de los amigos y compañeras o compañeros sentimentales del gobernante en turno en los cargos de elección popular y la soberbia, son los mejores senderos para acabar en la derrota política y electoral. Un lugar en la oposición le debe servir al PRI para abrir el partido a nuevos torrentes ciudadanos, democratizar sus procesos y reencauzarse hacia la defensa de las aspiraciones populares. Por cierto, ojalá aprendan que los mariscales perdedores nunca pueden ser garantías de triunfo. Para ellos, la política y las elecciones son un negocio y no una apuesta de victoria.