14 de julio de 2010

TRIUNFADOR

FELIPE MARTÍNEZ LÓPEZ

Publicado en el periódico Tiempo, de Oaxaca, Oax., el 10 de julio de 2010.

Las elecciones del pasado cuatro de julio sí dejaron un triunfador, como también damnificados. Viendo las elecciones a la distancia, en realidad, el único que puede hacer la V de la victoria es el presidente Felipe Calderón. No porque haya ganado el PAN, que en realidad no ganó ninguna elección, sino porque triunfó su estrategia. Una que venían trabajando desde tiempo atrás.

Todo comenzó cuando Jesús Ortega se empecinó en dirigir al PRD, después de perder tres internas consecutivas. En la cuarta se encontró con la disposición del gobierno federal y se encaminó al Tribunal Federal Electoral. Ahí le reconocieron el triunfo y derrotaron a Alejandro Encinas, un viejo ex comunista y brazo político de Andrés Manuel López Obrador. Parecía un golpe contra el Peje, aquel viejo enemigo de la batalla del 2006 y para torpedear al “gobierno legítimo” que encabezaba. Pero en realidad, el proyecto político iba más allá.

Jesús Ortega, a diferencia de Encinas, es un hombre político, en el peor sentido de la palabra, ése que denota marrullería, falta de ética y carencia absoluta de ideología. Su enigma lo supo descifrar el equipo político de Calderón y lo encumbraron en la dirección nacional de PRD. Como en los buenos tiempos de su partido de origen, el Partido Socialista de los Trabajadores, Ortega inició el acercamiento con los empresarios, empezando con los de Monterrey. Se asumió socialdemócrata y anunció la era de un nuevo partido de izquierda, rediseñado para ganar elecciones.

En ese proceso, el PAN se desdibujaba en el ámbito político nacional. Empujado por la avalancha de votos de Andrés Manuel en 2006, el presidente Calderón se colgó del clavo ardiente de la lucha contra el narcotráfico, una vieja estrategia impulsada por todos los gobiernos estadounidenses, para impedir que las mafias extranjeras disputaran el comercio interno de las drogas a sus propios “padrinos” locales. Lo que parecía ser una ceremonial parada militar, muy pronto se convirtió en la parafernalia de la fiesta de las balas, donde han caído muchos civiles y se corre el riesgo de ensuciar la imagen patriótica de las fuerzas armadas nacionales. Esa guerra calderonista, desde un principio, adquirió los tintes dramáticos de la derrota predicha de la guerra de Vietnam estadounidense. A ello se aunó la crisis económica norteamericana, que en México pasó del simple catarrito, anunciado por Cartens, a ser una verdadera neumonía, sólo salvada por las reservas internacionales acumuladas a partir de los altos precios del petróleo, pero también por un oscuro acuerdo pactado entre el PRI y el PAN para incrementar el IVA, el ISR y los impuestos al consumo suntuario. Las pasadas elecciones federales fueron el cobro de la afrenta panista, más los intereses por su ineficacia administrativa.

La integración de la nueva cámara de diputados federal mostró a un PRI fortalecido, aunque no revitalizado, con todas las posibilidades de construir una ancha carretera que condujera al regreso a Los Pinos, en 2012. El riesgo era evidente y, por eso, el gobierno federal impulsó el pragmatismo político, contra el doctrinarismo que defendió durante tanto tiempo el panista Felipe Calderón. Como en las viejas novelas de espionaje, fue “despertado” Jesús Ortega y el PRD amaneció con una alianza entre los supuestos enemigos programáticos. A principios de este año, se firmó la alianza entre la derecha y la izquierda para contender en las elecciones estatales y tratar de detener el anunciado triunfo priista. Desdibujada la ideología, los candidatos de la alianza panerredista fueron ¡los priistas! despechados por no obtener la candidatura de su partido. En esa mezcla de ex priistas, panistas y perredistas, las alianzas obtuvieron tres triunfos y están disputando, palmo a palmo, la última en Durango.

Por eso insisto en que hubo un verdadero triunfador en las pasadas elecciones. Fue el presidente Calderón y su estrategia del pragmatismo político. Hay también un perdedor: el PRI de los cacicazgos estatales. Además, hay un partido totalmente desdibujado: el PRD de los Chuchos, que no ganó ninguna elección, perdió Zacatecas y mandó al basurero de la historia a la ideología de izquierda.

Calderón ganó la permanencia de su grupo en la dirigencia nacional panista y la posibilidad de proponer al próximo candidato panista a la presidencia de la República. En el PRI se abrió la posibilidad de la fractura al disminuir los activos estatales y ganar fuerza las personalidades políticas. En el PRD, las vías se enderezaron para conducir al próximo choque de trenes de Marcelo Ebrard y López Obrador. Están, pues, puestas ya las condiciones para una verdadera batalla campal en las próximas elecciones federales para elegir presidente la República.