FELIPE MARTÍNEZ LÓPEZ
Publicado en el periódico Tiempo, de Oaxaca, Oax., el 17 de julio de 2010.
Dos semanas después de las elecciones del 4 de julio, la resaca electoral ha bajado y estamos viendo el tamaño de los resultados. En general, vemos a una “izquierda” desdibujada, perdedora y a una derecha confundida ante el reto del futuro inmediato. El PRI se ha dividido en dos grandes segmentos: están quienes ven hacia el futuro político y trabajan en la construcción de un partido triunfador, pero también conviven ahí los caciques obnubilados en la prepotencia y la soberbia.
En la “izquierda” opositora hay tres grandes corrientes, dos de ellas definidas en torno a las próximas elecciones presidenciales, la de Manuel Camacho Solís y la de Andrés Manuel López Obrador, mientras la otra retoma su viejo camino de la entrega y el esquirolaje ideológico, es la “izquierda” institucionalizada de los Chuchos, quienes controlan la estructura del PRD. Estos últimos tienen muy claro que nunca podrán acceder al poder, por sí mismos y, por eso, se dirigen al camino fácil de la entrega ideológica y política con quienes detentan el poder, hoy sabemos que, para ellos, la ideología no importa, les da lo mismo servir al priismo dinosáurico o al panismo conservador.
Los principales voceros de la “izquierda” institucionalizada son: Jesús Ortega, quien ahora podemos deducir que negoció la presidencia nacional del PRD y está cumpliendo los posibles compromisos contraídos, aún a costa de desdibujar a la izquierda perredista. Guadalupe Acosta Naranjo, quien tiene la encomienda de inducir la alianza legislativa federal, para aprobar lo antes impensable: IVA a alimentos y medicinas, junto con las reformas estructurales como la del trabajo, para legalizar la contratación por horas y la desaparición de los derechos sindicales, además de la reelección inmediata e indefinida de los diputados, senadores y presidentes municipales, como paso previo a la de los gobernadores y presidente de la República. Junto a ellos, Graco Ramírez se encamina a la consolidación de una posible alianza entre el PRD y el PAN, para llegar juntos a la presidencia de la República en 2012, “cohabitación” le llaman los franceses, “gobierno de coalición”, dice el más viejo de los ex miembros del Partido Socialista de los Trabajadores.
En el PAN de Calderón saben que solos no pueden ganar. En las pasadas elecciones perdieron no sólo Aguascalientes y Tlaxcala, sino también les arrebataron todos los municipios y 15 de las 16 diputaciones de Baja California. Sus candidatos en los otros estados corrieron la misma suerte, desde Xóchitl Gálvez en Hidalgo, hasta la candidata de Quintana Roo.
Los supuestos triunfos panistas no pintan para el futuro. En Oaxaca, Gabino Cué salió de las caballerizas de Andrés Manuel López Obrador, con quien recorrió el estado a fines del año pasado; su último cargo, senador de la República, se lo debe a las altísimas votaciones que obtuvo el Peje en 2006; su lealtad política está más que clara, con miras a las próximas elecciones presidenciales. El otro triunfo reclamado por César Nava fue en Sinaloa, donde un senador priista abanderó la coalición opositora. Poco antes de aceptar la nominación, acudió a la inauguración de la fundación del líder priista del Senado de la República, Manlio Fabio Beltrones; hace unos días, cuando llegó a despedirse de los senadores, la prensa habló de un guiño cómplice entre Manlio y él, mientras el líder de los senadores panistas le decía que era un verdadero triunfador. En Puebla, la verdadera triunfadora es Elba Esther Gordillo, con un político que fue secretario de Finanzas de un gobernador priista, entre otros cargos. Es decir, donde el PAN tuvo candidatos propios, perdió; donde compitió con candidatos de otras fuerzas, triunfó la coalición, pero no es garantía para que en las próximas elecciones presidenciales, estos gobernadores conduzcan al rebaño político a votar por el candidato de Felipe Calderón.
El PRI tuvo pírricas victorias y grandes pérdidas. Llegó y salió con 9 gubernaturas, pero perdió estados grandes, con cientos de miles de electores. Lo único bueno del caso es que los priistas comprobaron que la ingeniería electoral es un mito y que las elecciones, vistas como negocios particulares, son un irremediable camino al fracaso. Los mariscales perdedores, esos que en lo personal no han podido llegar a ser candidatos de sus partidos, son, también, augurios de la derrota. En todos los estados donde se impuso la soberbia, los descalabros electorales fueron inminentes. La derrota y el entrampamiento de los caciques estatales deja sólo dos senderos a los priistas: el camino de la tersa negociación con el gobierno federal, impulsado desde el Senado de la República, y el de la rispidez y la confrontación política que impulsan desde el Estado de México, después del incumplimiento de los acuerdos de Nava y Calderón.
Publicado en el periódico Tiempo, de Oaxaca, Oax., el 17 de julio de 2010.
Dos semanas después de las elecciones del 4 de julio, la resaca electoral ha bajado y estamos viendo el tamaño de los resultados. En general, vemos a una “izquierda” desdibujada, perdedora y a una derecha confundida ante el reto del futuro inmediato. El PRI se ha dividido en dos grandes segmentos: están quienes ven hacia el futuro político y trabajan en la construcción de un partido triunfador, pero también conviven ahí los caciques obnubilados en la prepotencia y la soberbia.
En la “izquierda” opositora hay tres grandes corrientes, dos de ellas definidas en torno a las próximas elecciones presidenciales, la de Manuel Camacho Solís y la de Andrés Manuel López Obrador, mientras la otra retoma su viejo camino de la entrega y el esquirolaje ideológico, es la “izquierda” institucionalizada de los Chuchos, quienes controlan la estructura del PRD. Estos últimos tienen muy claro que nunca podrán acceder al poder, por sí mismos y, por eso, se dirigen al camino fácil de la entrega ideológica y política con quienes detentan el poder, hoy sabemos que, para ellos, la ideología no importa, les da lo mismo servir al priismo dinosáurico o al panismo conservador.
Los principales voceros de la “izquierda” institucionalizada son: Jesús Ortega, quien ahora podemos deducir que negoció la presidencia nacional del PRD y está cumpliendo los posibles compromisos contraídos, aún a costa de desdibujar a la izquierda perredista. Guadalupe Acosta Naranjo, quien tiene la encomienda de inducir la alianza legislativa federal, para aprobar lo antes impensable: IVA a alimentos y medicinas, junto con las reformas estructurales como la del trabajo, para legalizar la contratación por horas y la desaparición de los derechos sindicales, además de la reelección inmediata e indefinida de los diputados, senadores y presidentes municipales, como paso previo a la de los gobernadores y presidente de la República. Junto a ellos, Graco Ramírez se encamina a la consolidación de una posible alianza entre el PRD y el PAN, para llegar juntos a la presidencia de la República en 2012, “cohabitación” le llaman los franceses, “gobierno de coalición”, dice el más viejo de los ex miembros del Partido Socialista de los Trabajadores.
En el PAN de Calderón saben que solos no pueden ganar. En las pasadas elecciones perdieron no sólo Aguascalientes y Tlaxcala, sino también les arrebataron todos los municipios y 15 de las 16 diputaciones de Baja California. Sus candidatos en los otros estados corrieron la misma suerte, desde Xóchitl Gálvez en Hidalgo, hasta la candidata de Quintana Roo.
Los supuestos triunfos panistas no pintan para el futuro. En Oaxaca, Gabino Cué salió de las caballerizas de Andrés Manuel López Obrador, con quien recorrió el estado a fines del año pasado; su último cargo, senador de la República, se lo debe a las altísimas votaciones que obtuvo el Peje en 2006; su lealtad política está más que clara, con miras a las próximas elecciones presidenciales. El otro triunfo reclamado por César Nava fue en Sinaloa, donde un senador priista abanderó la coalición opositora. Poco antes de aceptar la nominación, acudió a la inauguración de la fundación del líder priista del Senado de la República, Manlio Fabio Beltrones; hace unos días, cuando llegó a despedirse de los senadores, la prensa habló de un guiño cómplice entre Manlio y él, mientras el líder de los senadores panistas le decía que era un verdadero triunfador. En Puebla, la verdadera triunfadora es Elba Esther Gordillo, con un político que fue secretario de Finanzas de un gobernador priista, entre otros cargos. Es decir, donde el PAN tuvo candidatos propios, perdió; donde compitió con candidatos de otras fuerzas, triunfó la coalición, pero no es garantía para que en las próximas elecciones presidenciales, estos gobernadores conduzcan al rebaño político a votar por el candidato de Felipe Calderón.
El PRI tuvo pírricas victorias y grandes pérdidas. Llegó y salió con 9 gubernaturas, pero perdió estados grandes, con cientos de miles de electores. Lo único bueno del caso es que los priistas comprobaron que la ingeniería electoral es un mito y que las elecciones, vistas como negocios particulares, son un irremediable camino al fracaso. Los mariscales perdedores, esos que en lo personal no han podido llegar a ser candidatos de sus partidos, son, también, augurios de la derrota. En todos los estados donde se impuso la soberbia, los descalabros electorales fueron inminentes. La derrota y el entrampamiento de los caciques estatales deja sólo dos senderos a los priistas: el camino de la tersa negociación con el gobierno federal, impulsado desde el Senado de la República, y el de la rispidez y la confrontación política que impulsan desde el Estado de México, después del incumplimiento de los acuerdos de Nava y Calderón.