19 de enero de 2011

Techado del Auditorio Guelaguetza: monumento a la corrupción

Pudo haber sido la obra magna del sexenio anterior, pero terminó siendo un verdadero monumento a la corrupción. Sólo los necios y costumbristas pueden negar la necesidad de una techumbre para el Auditorio Guelaguetza; sobre esa base, el gobierno anterior abrió otra veta más para el dinero mal habido.

Como no era la especialidad del hermano cómodo, debieron contratar a una empresa internacional para construirla. Para no variar en la nacionalidad, contrataron a la empresa española Isolux Corsan Construcción S.A. de C.V, para levantar la “Cubierta Velaría”. El proyecto original estimaba un costo aproximado de 40 millones de pesos, pero, con los estiras y aflojes acostumbrados en las obras públicas, el contrato se fijó en 65 millones 932 mil 950 pesos, para cubrir 4 palcos semicirculares y el escenario del auditorio, un total de 12 mil 500 metros cuadrados.

Siendo un auditorio al aire libre, el plan inicial contempló el armado y la cubierta sostenidos desde el exterior, para que las columnas no impidieran la visibilidad del escenario. En la maqueta original el techado es impecable, armonioso, práctico, útil. Hasta ahí, las cosas iban bien, pero el perverso interés trastocó la arquitectura por el chorro de dinero dirigido a las campañas políticas y los bolsillos de los beneficiarios del régimen. Entonces se percataron que habían materiales susceptibles de ser sustituidos por otros de menor calidad, pero cobrados como los mejores; encontraron, también, conceptos no planeados y, como en todo el sexenio anterior, se revisó el contrató hasta en tres ocasiones; en la última, el gobierno se comprometió a pagar otros 40 millones de pesos más. Así, la techumbre tendría una cubierta a base de membrana sintética de alta resistencia, capaz de tolerar cualquier inclemencia del tiempo.

La nueva versión, a un costo de 106 millones de pesos, es verdaderamente abominable. Con un blanco “destrúyeme las pupilas”, como decimos coloquialmente, es un verdadero adefesio, no por falta de majestuosidad, sino por el material utilizado. El director de la empresa constructora, Octavio Pastrana, culpó a la empresa Toldomatic de la mala calidad del material con que fueron confeccionadas las lonas (velarías). Aquella “membrana sintética de alta resistencia”, terminó siendo una lona común que se rasgó con los primeros aires de fines del otoño pasado. Ahí comenzó la mala suerte de la empresa constructora.

Si hubieran terminado los trabajos en los periodos establecidos, el tiempo y la utilidad encubrirían las maldades de la obra, pero la desidia gubernamental alargó la firma contractual, después, la Sección 22 tomó el auditorio y destruyeron la grúa. Entre hoyos y estructuras a medio construir, la última guelaguetza sexenal se efectuó en el estadio “Benito Juárez”. A nadie le importaba la conclusión de la techumbre. Su finalidad principal se había cumplido: dinero frasco para lo que se ofreciera.

Llegó el nuevo gobierno y las caras largas, pero el nuevo secretario de las Infraestructuras sabe de negocios, financiamiento, construcciones y motivaciones ocultas. En lugar de revisar las tropelías contractuales, como habían sido los compromisos de campaña, ahora hace política. La techumbre del Auditorio Guelaguetza esperará a que la primera consulta popular se haga realidad. Apostándole al olvido o dando tiempo para el acomodo de los nuevos intereses, tendremos monumento a la corrupción durante un buen tiempo por delante.

Publicado en el periódico Tiempo, de Oaxaca, Oax., el 19 de enero de 2011.