14 de marzo de 2011

FOROS, PLANES Y PROGRAMAS

Han concluido los foros regionales temáticos para elaborar el Plan Estatal de Desarrollo. En el último, dos hechos saltan a la vista. Primero, el ponente magistral fue don Pedro Aspe Armella, el secretario de Hacienda que aportó sus conocimientos para que México diera el giro brutal hacia la economía de mercado y la instauración del neoliberalismo militante en el país, bajo el mando de Carlos Salinas de Gortari. Segundo, como todos los demás, fue un foro de bajo impacto mediático, sin propuestas deslumbrantes, ni trazó rumbo definido. Si trascendió, fue por la presencia del gobernador del estado y el secretario de Finanzas. De ahí en fuera, el acto transcurrió en la medianía tradicional. Es más, en los boletines ni siquiera se desglosan los temas tratados. Por eso, destaco dos asuntos que trascienden en los comunicados de prensa.

El primer problema de los foros es que se consideraron regionales, pero, curiosamente, todos se efectuaron en la ciudad de Oaxaca de Juárez; no sé si porque los funcionarios consideran que la ciudad de Oaxaca se encuentra en la región de los Valles Centrales o porque tienen una verdadera confusión entre región y territorialidad. También se anunciaron como temáticos, lo cual es comprensible porque las responsables fueron las secretarías de gobierno, lo que induce a la planeación sectorial. Sin embargo, creo que la confusión del apelativo de los foros es porque sus organizadores no terminan de vislumbrar cuál es la diferencia y las características propias de la planeación regional, la nueva vertiente de la territorial y, por último, la sectorial. Cuando logren dilucidar los términos, espero puedan continuar en la definición del tipo de planeación requerida: la tradicional, denominada “estratégica” o, ahora sí, estudiarán algo sobre la planeación prospectiva, que, por cierto, es la vertiente de moda en el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional y hasta ¡en la Sagarpa!

El segundo problema, persistente, es la confusión entre “programa” y “plan”. Un plan es un instrumento rector que propone visiones, metas y objetivos; marca rumbos y define estrategias, para alcanzar un fin determinado, pero en sentido general. Un programa es una serie de acciones u obras específicas, con calendarios definidos, fuentes de financiamiento e indicadores precisos para su medición. El programa se hace para alcanzar los objetivos trazados en el plan. Nunca es al revés. Sin plan no hay programas; aunque casi siempre hay planes, pero sin programas.

Por eso se me hace difícil creer en la existencia de un “Programa Preliminar de Gobierno” (¿alguien lo conoce?), cuando lo que parecía anunciarse era una especie de “Prontuario de Acciones Inmediatas de Gobierno”. En realidad, en todo inicio de gobierno, independientemente de la filiación política de su titular, se retoman las acciones en proceso y las abandonadas del periodo anterior, para su conclusión. Esto tiene una razón financiera comprensible. El presupuesto gubernamental anual se aprueba durante el periodo gubernamental por finalizar y el gobernador saliente es quien propone las obras a continuar en el periodo entrante. El nuevo gobierno debe utilizar un presupuesto propuesto por el saliente; por eso ejecuta acciones, no programa obras, porque eso lo hizo el saliente.

Esta sencilla cuestión administrativa no la pudieron entender los actuales intelectuales orgánicos del régimen de la Paz y el Progreso. Pero no era necesario que lo comprendieran, porque no es su especialidad académica, lo que no me explico es por qué el gobierno no contrató especialistas en la materia, lo que les hubiera ayudado a evitar muchas contradicciones y hubieran encaminado, un poco más eficazmente, las acciones gubernamentales.

Publicado en el periódico Tiempo, de Oaxaca, Oax., el 14 de marzo de 2011.