Hasta donde se puede observar, el conflicto entre las camarillas priistas no se da en torno a la democracia partidista, la defensa de los militantes o un proyecto alternativo de gobierno. Hasta hoy, lo que vemos es la pugna por la dirigencia, las prerrogativas económicas y, más recientemente, la disputa por las candidaturas a cargos de elección federal. En medio de todo, está también el interés del gobierno estatal para colonizar al partido opositor.
La disputa se da entre dos grandes camarillas, que se formaron al amparo de las dos anteriores administraciones priistas. En medio de ellos juegan y son usados dos ex dirigentes partidistas calificados, en su momento, como traidores a su partido: Jorge Franco, ex presidente del Comité Directivo Estatal (CDE), acusado públicamente de haber operado a favor de la Coalición por la Paz y el Progreso gabinista en las pasadas contiendas electorales y Germán Espinosa, ex secretario general del CDE, quien trabajó abiertamente por la candidatura del actual gobernador y hoy despacha como director general de los Cobao.
Todos coinciden en que los próximos cargos federales de elección popular se decidirán a partir de la representación obtenida en el CDE. Ninguno se ha percatado que, sin gobernador priista, las barajas se repartirán en la sede del Comité Ejecutivo Nacional y ahí, quien decidirá será el próximo candidato a presidente de la república, el presidente del CEN y los dirigentes de los sectores partidistas, en ese orden.
En realidad, el encono se originó desde las propias filas del gobierno actual, porque les interesaba mostrar un partido dividido, lograr la confrontación interna y pugnar por el posible arribo de una dirigencia afín a ellos. El esquema lo han practicado los gobiernos de todo el mundo en el pasado, pero, al final, siempre la mecánica se descarrila. Así, el movimiento priista, auspiciado por el gobierno, está terminando en la confrontación de dos ex gobernadores por una o las dos senadurías de mayoría, pero también puede devenir en un amplio movimiento de democracia y participación popular.
Todos los implicados olvidan que la mayoría de los priistas ya no están de acuerdo con los viejos esquemas de imposición y sus personeros. Los priistas son una militancia que perdió su trabajo en el gobierno y sabe que no lo recuperará, a la que no le llegan ya las despensas, ni tiene con quién acudir para solucionar sus demandas de bienestar. Pensando en ellos, la dirigencia priista, los actuales y los aspirantes, debían sentarse a diseñar la mecánica para construir un nuevo partido, con estrategias claras en defensa de las demandas populares, definido como una verdadera oposición –sin apellidos, lo que implica el combate a las políticas equivocadas del gobierno actual- y la construcción del perfil de la nueva dirigencia (ni traidores ni corruptos, por ejemplo), para generar el Oaxaca de prosperidad que los oaxaqueños anhelan. En el camino de esa construcción aparecerán los nuevos liderazgos –que no dirigentes- y desaparecerán los oportunistas del momento –los que sólo buscan chamba, prerrogativas y candidaturas.
El proceso es difícil, si sólo se piensa en términos de las elecciones federales del 2012, pero quienes estén interesados en la prosperidad de los oaxaqueños, debían pensar en el 2013 como plazo mediato y en el 2016 para concluir el nuevo proyecto de futuro para Oaxaca.
Publicado en el periódico Tiempo, de Oaxaca, Oax., el 22 de julio de 2011.