22 de septiembre de 2008

CIUDAD DE PRIMERA.

FELIPE MARTÍNEZ LÓPEZ.
Publicado en el periódico Tiempo, de Oaxaca, Oax., el 21 de septiembre de 2008.

Oaxaca es una ciudad de primera… pero por la gran dificultad de meter la segunda velocidad en los vehículos. Es el chiste más socorrido de nuestros visitantes al sufrir la gran cantidad de baches, topes y la desincronización de los semáforos de nuestras calles.

Año con año, conforme trascurre el período de lluvia, las calles de la ciudad se llenan de hoyancos y el desgaste natural de los pavimentos hace que se dificulte la fluidez de la vialidad. Siendo la principal ciudad del estado, es muy difícil concebir la inexistencia de un servicio eficiente de obra pública municipal, no sólo para arreglar los baches, sino para repavimentar las calles de la ciudad. Especialmente, porque, primero, Petróleos Mexicanos (Pemex), desde hace ya un buen tiempo, le dona al gobierno estatal y a los municipios que lo solicitan, el asfalto necesario para arreglar sus calles; pero, además, el municipio contaba o cuenta con una planta de asfalto propia, por lo que debía abaratarse el costo del arreglo de las calles de la ciudad.

Por otra parte, durante los meses de noviembre a febrero, la maquinaria de la Secretaría de Obras Públicas, como la de Camino y Aeropistas de Oaxaca, se encuentra inutilizada, porque las dependencias no cuentan con recursos para efectuar obra pública estatal, pero el ayuntamiento citadino sí tiene dinero y mano de obra suficientes para dedicarlos a la repavimentación de las calles de la ciudad. Si cada año se hicieran estos trabajos, difícilmente tendríamos tantos hoyos y calles descascaradas durante y después de la temporada de lluvias, como ocurre actualmente.

En segundo lugar, otra gran dificultad para la vialidad es la gran cantidad de topes que existen en las calles, fuera del Centro Histórico. Pareciera una maldición que, conforme cada ayuntamiento se dedica a pavimentar las calles de las colonias circundantes a la ciudad, los vecinos beneficiados inmediatamente ponen topes, a cada veinte metros, de ser posible. Así, no solo entorpecen el tráfico vehicular, sino también ayudan a contaminar el ambiente, por el gasto excesivo de gasolina que se genera cada vez que un vehículo reduce su velocidad y vuelve a acelerar.

Desafortunadamente, pareciera ser que, conforme menor es la preparación escolar de la gente en las colonias, mayor es la cantidad y frecuencia de los topes que ponen en las calles, porque, al no contar con vehículos, no tienen conocimiento del daño que causan las bardas que a veces se les ocurre construir. Pareciera ser que los vecinos quisieran evitar el lodo de las calles, pero, a la vez, quisieran revivir el entorno natural de sus pueblos de origen y donde sólo transitan por las calles las carretas, mulas y algunos burros. En las colonias donde no existen topes, para la desgracia de quienes ahí viven, son los profesores de las escuelas quienes pelean, a brazo partido, para poner los topes frente a las escuelas. Esto se puede observar con mayor claridad en la colonia Reforma, donde los vecinos han impedido la construcción de topes en las calles, pero se han encontrado con los profesores de las escuelas primarias, quienes repiten la cultura de los topes, como sucede en las calles de tierra de los pueblos de donde proceden.

El otro gran problema es la desincronización de los semáforos. Pareciera ser una condenación que los directores del tránsito y los regidores de Vialidad de la ciudad de Oaxaca consideren a los semáforos como un obstáculo a la fluidez del tránsito y no para agilizarlo. Hasta donde se puede observar, las únicas calles con los semáforos sincronizados son Juárez y Melchor Ocampo. Después de ellas, todos los semáforos parecieran estar ordenados para dificultar el tráfico vehicular. Por eso, cuando en las calles con cierta fluidez el gobierno municipal pone un semáforo, inmediatamente se convierten en verdaderos embudos para el tráfico vehicular. Si a eso le sumamos los autobuses urbanos, transitando en doble fila y rebasándose para ganar el pasaje, tendremos una idea más precisa de los tapones producidos por los semáforos. También, para quienes conducen en nuestras calles, es verdaderamente desesperante observar que, cuando en una cuadra un semáforo da la luz verde, en la esquina siguiente el semáforo pone la luz roja, para detener el tráfico vehicular.

Hay absurdos, como el semáforo del entronque de la avenida Niños Héroes con la calle Netzahualcóyotl, donde a falta de un semáforo más adecuado, quienes arreglaron la “vuelta inglesa” se les ocurrió poner uno que da el siga a la izquierda, viniendo sobre Niños Héroes, pero llega un momento que detiene el flujo vehicular, sin ningún tráfico proveniente de Calzada de la República. Es el ejemplo más notable de la desincronización de los semáforos.

Por eso, sí es cierto que vivimos en una ciudad de primera, pero no por la calidad de los servicios, sino por la deficiencia en la vialidad de nuestra ciudad.