27 de septiembre de 2008

POLÍTICA COMO NEGOCIO.

FELIPE MARTÍNEZ LÓPEZ.

Publicado en el periódico Tiempo, de Oaxaca, Oax., el 26 de septiembre de 2008

Hace unos días concluyó el último congreso nacional del PRD. El suceso no tendría ninguna importancia, porque fue solamente la ratificación de la existencia de las belicosas tribus perredistas. Grupos que no oían, ni dejaban hablar a sus contrarios y se dedicaban solamente a denostar, con los gritos y la consigna, como método de discusión y sucedáneos de la crítica racional como procedimiento para resolver controversias.

Tampoco es nueva su imposibilidad, casi congénita, para que los delegados electos llegaran a acuerdos para conducir a su partido. De hecho, los convenios alcanzados fueron tomados fuera del recinto de la asamblea y por dirigentes que nunca fueron electos para asistir al congreso formal. Fueron arreglos extra institucionales, para dirigir a un partido que no ha aprendido a acatar reglas de convivencia institucionales.

No, lo importante de este congreso perredista es su carta de reconocimiento al fin de las ideologías políticas. Lo que tanto anunciaron los teóricos de la derecha y esperaron los pragmáticos de los gobiernos, en este congreso se pudo concretar, en toda la extensión del término y con todas las letras de las palabras. El único punto donde coincidieron, todos los dirigentes de los grupos, fue en poner fin a la ideología como objetivo de campañas políticas y como meta de la búsqueda del poder.

A diferencia de los partidos de izquierda tradicionales, cuya característica fundamental fue la lucha por las mejores condiciones de vida de los obreros, los campesinos y los trabajadores, según la época o el lugar donde hicieron campaña, los perredistas se quitaron totalmente las caretas y dejaron a un lado las posiciones teóricas y políticas, para asumir el único punto claro, preciso y conciso de ese congreso: la convocatoria para la alianza con cualquier partido, independientemente de su ideología política.

Con ese acuerdo, dijeron, podrán aliarse con el PAN o con el PRI en los procesos electorales, tanto federales como locales que vienen. El mensaje era y sigue siendo claro: las ideologías y las posiciones políticas no importan, cuando la meta final es el poder y lo que conlleva. Así entendido, el fin último son las canonjías de los altos sueldos de la burocracia gerencial y el manejo indiscriminado de los presupuestos públicos de los municipios, los estados o el Distrito Federal. Para esta nueva izquierda, de esta supuesta modernidad, lo importante es la posibilidad de tener el poder de la firma, para ejercer los presupuestos públicos, sin importar cómo llegar ni el destino final de la sociedad que aspiran a dirigir.

En realidad, es verdaderamente lamentable esta nueva cara del interés político que nos muestra esta neoizquierda mexicana, donde la política es vista como negocio o trueque, como simple mecánica de adquisición de poder y, como corolario, de riqueza personal.

La primera respuesta la tuvieron del PAN. El presidente nacional de ese partido declaró la imposibilidad de cualquier alianza con el PRD, porque sus ideologías son totalmente diferentes. Es lamentable la falta de conciencia histórica de Germán Martínez, al pretender olvidar que en Oaxaca, en 2001 y 2004, el PAN se alió con el Partido Convergencia y el PRD para impulsar a Gabino Cue a la presidencia municipal y, después, en su aventura al gobierno del estado contra Ulises Ruiz Ortiz. Al menos el PRD peca de sincero, el PAN se esconde en la santería del olvido interesado.