FELIPE MARTÍNEZ LÓPEZ.
Publicado en el periódico Tiempo, de Oaxaca, Oax., el 13 de marzo de 2009.
Según todas las encuestas, el triunfo del PRI en las próximas elecciones federales no está a discusión. De continuar las tendencias, el PRI obtendría entre el 40 y el 42% de la votación total, por cierto, casi la misma cantidad de votos que obtuvo Roberto Madrazo en las elecciones pasadas, pero muy por arriba de lo que puede obtener el PAN y, obviamente, superará con creces la escasa votación del PRD. A partir de ahí, muchos analistas y los mismos dirigentes priistas se han vanagloriado del retorno del PRI al poder, en 2012.
Muchos comentaristas, de los que estuvieron y están a favor del PRD, se desgarran las vestiduras para argumentar que las encuestas son una fotografía momentánea, pero que todavía espera un largo trecho y una larga campaña electoral para cantar victoria; para ellos, el PRI no debe retornar al poder. Por su parte, los panistas se suelta las greñas y se echan cenizas en la cabeza, como en la antigua Roma, y se lanzan movidos por la ira y la cólera contra el molino de viento del narcotráfico, tratando de influir en la gente y evitar su voto por el PRI. Por su parte, los dirigentes priistas cantan victoria anticipadamente y comienzan el golpeteo interno, pensando que el retorno a la presidencia la República está a la vuelta de la esquina.
Tirios y troyanos no se han percatado que el triunfo en las próximas elecciones federales no es el retorno priista al poder, por dos cuestiones fundamentales. Primero, porque en estas próximas elecciones solo se decidirá la composición de la Cámara de Diputados, una de las instancias legislativas, donde el PRI actualmente ocupa el tercer lugar y, de triunfar, dará el salto para posicionarse en el primer lugar. Pero el sistema político actual es presidencialista. El presidente de la República tiene todos los resortes del poder y el Poder Legislativo solo emite leyes. Así que no nos engañemos. El PRI no regresa al poder. A lo más, tendrá la primacía en la Cámara de Diputados, pero tampoco la controlará, porque el PAN le seguirá en la cantidad de diputados y el PRD se convertirá en el partido bisagra, ya no tan confrontado con el panismo de Felipe Calderón, a partir del triunfo de los pragmáticos “Chuchos” perredistas.
En segundo lugar, el PRI va a triunfar, no porque la gente lo vea regenerado o como alternativa de gobierno. El PRI va a triunfar porque en estas elecciones intermedias acude a las urnas el voto duro de los partidos. Según algunas encuestas, en estas elecciones saldrá a votar más o menos el 35%% de los votantes efectivos. Aquellos que son movidos por la publicidad y por las personalidades en las campañas presidenciales, se van a quedar guardados en sus casas e irán a las urnas electorales quienes votan por los emblemas y los colores partidistas. Esa es la ventaja priista en este momento.
Dentro de cuatro años, nuevamente la población flotante de los electores, esos que votan por las personalidades y son impulsados por la campaña mediática de las televisoras y la radio, quienes definirán el próximo proceso electoral federal, sí saldrán a las calles e impulsarán la mínima ventaja del triunfo del próximo presidente de la República. Y, ¡ay! del PRI si, en ese momento, no sabe escoger a un buen candidato y se queda en el terreno de las cofradías, por cierto, esas que hoy dominan a buena parte de la estructura priista local y federal, y manejan las relaciones políticas con el gobierno federal.
Publicado en el periódico Tiempo, de Oaxaca, Oax., el 13 de marzo de 2009.
Según todas las encuestas, el triunfo del PRI en las próximas elecciones federales no está a discusión. De continuar las tendencias, el PRI obtendría entre el 40 y el 42% de la votación total, por cierto, casi la misma cantidad de votos que obtuvo Roberto Madrazo en las elecciones pasadas, pero muy por arriba de lo que puede obtener el PAN y, obviamente, superará con creces la escasa votación del PRD. A partir de ahí, muchos analistas y los mismos dirigentes priistas se han vanagloriado del retorno del PRI al poder, en 2012.
Muchos comentaristas, de los que estuvieron y están a favor del PRD, se desgarran las vestiduras para argumentar que las encuestas son una fotografía momentánea, pero que todavía espera un largo trecho y una larga campaña electoral para cantar victoria; para ellos, el PRI no debe retornar al poder. Por su parte, los panistas se suelta las greñas y se echan cenizas en la cabeza, como en la antigua Roma, y se lanzan movidos por la ira y la cólera contra el molino de viento del narcotráfico, tratando de influir en la gente y evitar su voto por el PRI. Por su parte, los dirigentes priistas cantan victoria anticipadamente y comienzan el golpeteo interno, pensando que el retorno a la presidencia la República está a la vuelta de la esquina.
Tirios y troyanos no se han percatado que el triunfo en las próximas elecciones federales no es el retorno priista al poder, por dos cuestiones fundamentales. Primero, porque en estas próximas elecciones solo se decidirá la composición de la Cámara de Diputados, una de las instancias legislativas, donde el PRI actualmente ocupa el tercer lugar y, de triunfar, dará el salto para posicionarse en el primer lugar. Pero el sistema político actual es presidencialista. El presidente de la República tiene todos los resortes del poder y el Poder Legislativo solo emite leyes. Así que no nos engañemos. El PRI no regresa al poder. A lo más, tendrá la primacía en la Cámara de Diputados, pero tampoco la controlará, porque el PAN le seguirá en la cantidad de diputados y el PRD se convertirá en el partido bisagra, ya no tan confrontado con el panismo de Felipe Calderón, a partir del triunfo de los pragmáticos “Chuchos” perredistas.
En segundo lugar, el PRI va a triunfar, no porque la gente lo vea regenerado o como alternativa de gobierno. El PRI va a triunfar porque en estas elecciones intermedias acude a las urnas el voto duro de los partidos. Según algunas encuestas, en estas elecciones saldrá a votar más o menos el 35%% de los votantes efectivos. Aquellos que son movidos por la publicidad y por las personalidades en las campañas presidenciales, se van a quedar guardados en sus casas e irán a las urnas electorales quienes votan por los emblemas y los colores partidistas. Esa es la ventaja priista en este momento.
Dentro de cuatro años, nuevamente la población flotante de los electores, esos que votan por las personalidades y son impulsados por la campaña mediática de las televisoras y la radio, quienes definirán el próximo proceso electoral federal, sí saldrán a las calles e impulsarán la mínima ventaja del triunfo del próximo presidente de la República. Y, ¡ay! del PRI si, en ese momento, no sabe escoger a un buen candidato y se queda en el terreno de las cofradías, por cierto, esas que hoy dominan a buena parte de la estructura priista local y federal, y manejan las relaciones políticas con el gobierno federal.