FELIPE MARTÍNEZ LÓPEZ
Publicado en el periódico Tiempo, de Oaxaca, Oax., el 31 de agosto de 2009.
El bajo desempeño económico de nuestra entidad arroja resultados desastrosos en los índices sociales, como el de marginación. En 30 años, Oaxaca ha escalado dos lugares, para situarse sólo por encima de Chiapas y Guerrero, Estados con los que comparte la base indígena, la propiedad comunal de las tierras y la organización solidaria de las comunidades.
Sin embargo, a pesar de constatar, con los datos duros de los diagnósticos de los planes estatales de desarrollo, que la población estatal se organiza a partir de la solidaridad colectiva; a pesar de confirmar que el 67% de las tierras del Estado tienen vocación forestal fundamentalmente, y, de ellas, la totalidad de los bosques se encuentran en los terrenos comunales y ejidales; además de que la totalidad de los recursos minerales metálicos y no metálicos se encuentran también en las tierras comunales y ejidales, todos los gobiernos estatales, a la hora de establecer la planificación del desarrollo, irremediablemente repiten el esquema federal de impulsar la industrialización mediante el establecimiento y el fortalecimiento de la empresa privada, como motor del crecimiento económico, identificando este concepto con el desarrollo tan deseado.
Hasta hoy, los gobiernos estatales no han terminado de comprender que el esquema de industrialización privada, propuesto por la federación, funciona sólo de la zona Centro hacia el Norte del país, donde la propiedad privada de la tierra y los ejidos son la forma de propiedad predominante en la posesión de los territorios. Esa incomprensión de la realidad estatal ha permitido que todos los planes estatales de desarrollo insistan en la necesidad de incrementar la productividad económica, identificándola con la industrialización privada y la tecnificación, para lo cual impulsan, entre otros programas, un proceso educativo de vinculación entre las aulas e industrias estatales inexistentes.
Con mayor o menor énfasis, todos los gobiernos oaxaqueños insisten en este modelo de crecimiento económico. Por eso, las casi tres décadas que han transcurrido, desde que se inició el proceso de planificación del desarrollo, primero en el gobierno federal, después en el estatal, han dado por resultado constantes y permanentes bajos índices de desarrollo, pero los datos del incesante crecimiento de la pobreza y la marginación no han sido prueba suficiente para que las administraciones hagan un alto para analizar el proceso seguido hasta hoy o para meditar sobre las causas de la persistencia de la pobreza, la marginación y la desigualdad. Si así lo hicieran, se darían cuenta de la realidad comunal y solidaria que los propios diagnósticos gubernamentales muestran y se percatarían que han estado planeando un desarrollo utópico y basado en una irrealidad. Así, el propio gobierno ha sido el generador del círculo vicioso del atraso y la marginación.
Los gobiernos oaxaqueños han planificado el proceso de desarrollo sobre una base falsa. Los diagnósticos de los planes muestran una sociedad y una situación socioeconómica, política, cultural y física que es inmediatamente desechada y olvidada, en el momento de establecer los objetivos, las metas y las políticas públicas para alcanzarlas. La base social oaxaqueña, la organización de la sociedad, jamás ha sido considerada en la planificación del proceso de crecimiento económico. Sobre una base de propiedad comunal, los gobiernos han querido impulsar la industrialización privada; sobre una sociedad con organización solidaria, han querido implantar el egoísmo y la avaricia de la empresa privada.
Ése es el error básico que impulsa nuestro círculo vicioso de más pobreza y marginación. Y luego, nuestros gobernantes se asombran cuando los pueblos se enfurecen y asaltan las instalaciones de las empresas privadas o cuando no las dejan establecerse en sus territorios. Lo más fácil es acusar, entonces, a la propiedad comunal, y a la sociedad india que la cobija y defiende, como obstáculos del desarrollo, sin terminar de entender que el proceso de desarrollo, para Estados como Oaxaca, no solo pasa por la propiedad privada, ni solo por las empresas de apropiación privada del excedente producido.
Publicado en el periódico Tiempo, de Oaxaca, Oax., el 31 de agosto de 2009.
El bajo desempeño económico de nuestra entidad arroja resultados desastrosos en los índices sociales, como el de marginación. En 30 años, Oaxaca ha escalado dos lugares, para situarse sólo por encima de Chiapas y Guerrero, Estados con los que comparte la base indígena, la propiedad comunal de las tierras y la organización solidaria de las comunidades.
Sin embargo, a pesar de constatar, con los datos duros de los diagnósticos de los planes estatales de desarrollo, que la población estatal se organiza a partir de la solidaridad colectiva; a pesar de confirmar que el 67% de las tierras del Estado tienen vocación forestal fundamentalmente, y, de ellas, la totalidad de los bosques se encuentran en los terrenos comunales y ejidales; además de que la totalidad de los recursos minerales metálicos y no metálicos se encuentran también en las tierras comunales y ejidales, todos los gobiernos estatales, a la hora de establecer la planificación del desarrollo, irremediablemente repiten el esquema federal de impulsar la industrialización mediante el establecimiento y el fortalecimiento de la empresa privada, como motor del crecimiento económico, identificando este concepto con el desarrollo tan deseado.
Hasta hoy, los gobiernos estatales no han terminado de comprender que el esquema de industrialización privada, propuesto por la federación, funciona sólo de la zona Centro hacia el Norte del país, donde la propiedad privada de la tierra y los ejidos son la forma de propiedad predominante en la posesión de los territorios. Esa incomprensión de la realidad estatal ha permitido que todos los planes estatales de desarrollo insistan en la necesidad de incrementar la productividad económica, identificándola con la industrialización privada y la tecnificación, para lo cual impulsan, entre otros programas, un proceso educativo de vinculación entre las aulas e industrias estatales inexistentes.
Con mayor o menor énfasis, todos los gobiernos oaxaqueños insisten en este modelo de crecimiento económico. Por eso, las casi tres décadas que han transcurrido, desde que se inició el proceso de planificación del desarrollo, primero en el gobierno federal, después en el estatal, han dado por resultado constantes y permanentes bajos índices de desarrollo, pero los datos del incesante crecimiento de la pobreza y la marginación no han sido prueba suficiente para que las administraciones hagan un alto para analizar el proceso seguido hasta hoy o para meditar sobre las causas de la persistencia de la pobreza, la marginación y la desigualdad. Si así lo hicieran, se darían cuenta de la realidad comunal y solidaria que los propios diagnósticos gubernamentales muestran y se percatarían que han estado planeando un desarrollo utópico y basado en una irrealidad. Así, el propio gobierno ha sido el generador del círculo vicioso del atraso y la marginación.
Los gobiernos oaxaqueños han planificado el proceso de desarrollo sobre una base falsa. Los diagnósticos de los planes muestran una sociedad y una situación socioeconómica, política, cultural y física que es inmediatamente desechada y olvidada, en el momento de establecer los objetivos, las metas y las políticas públicas para alcanzarlas. La base social oaxaqueña, la organización de la sociedad, jamás ha sido considerada en la planificación del proceso de crecimiento económico. Sobre una base de propiedad comunal, los gobiernos han querido impulsar la industrialización privada; sobre una sociedad con organización solidaria, han querido implantar el egoísmo y la avaricia de la empresa privada.
Ése es el error básico que impulsa nuestro círculo vicioso de más pobreza y marginación. Y luego, nuestros gobernantes se asombran cuando los pueblos se enfurecen y asaltan las instalaciones de las empresas privadas o cuando no las dejan establecerse en sus territorios. Lo más fácil es acusar, entonces, a la propiedad comunal, y a la sociedad india que la cobija y defiende, como obstáculos del desarrollo, sin terminar de entender que el proceso de desarrollo, para Estados como Oaxaca, no solo pasa por la propiedad privada, ni solo por las empresas de apropiación privada del excedente producido.