FELIPE MARTÍNEZ LÓPEZ
Publicado en el periódico Tiempo, de Oaxaca, Oax., el 3 de agosto de 2009.
A mediados del mes pasado, el defensor del presunto asesino de Brad Will anunció que había conseguido un amparo para impedir una supuesta extradición de su cliente a Estados Unidos. Muchos interesados en el tema nos preguntamos del origen de la presunción. La respuesta casi la tuvimos cuando, el 29 de julio supimos que, lentamente, las argucias legales se les van cerrando y cada día ven más cercana la sentencia de culpabilidad de Juan Manuel Martínez Moreno. Su última esperanza era la presión de la propaganda mediática impulsada por las ONGs nacionales y las organizaciones periféricas de derechos humanos de la guerrilla, además de aquellas recién surgidas en Estados Unidos, para convencer a las autoridades norteamericanas de la existencia de una investigación policíaca sesgada en México.
Ya les había fallado la presión de la Comisión Nacional de Derechos Humanos, porque el actual Presidente de esa malograda institución ha logrado generalizar la desconfianza en sus recomendaciones. Por eso, no les quedó más que utilizar a sus correligionarios en Estados Unidos para presionar al Departamento de Estado y a algunos representantes federales. Así, no hace mucho tiempo, algunos políticos norteamericanos se pronunciaron para exigir la necesidad de una investigación imparcial, con la presencia de organismos internacionales, para garantizar la pulcritud de los procedimientos. Bajo la presión del gobierno norteamericano, la Procuraduría General de la República impulsó una reconstrucción de hechos en los lugares del asesinato. Para las conclusiones, invitaron a integrantes de la Real Policía Montada canadiense, quienes estuvieron en el lugar de los hechos, el 14 de julio pasado. Sin embargo, a diferencia de la estrategia planeada, a los appistas les salió el tiro por la culata.
El resultado de la investigación, publicado en el periódico Milenio, el 29 de julio pasado, confirmó las conclusiones ya presentadas por la anterior procuradora de justicia de Oaxaca, Lizbeth Caña Cadeza, en noviembre de 2006 y confirmadas por la PGR en investigaciones posteriores: el asesinato de Brad Will fue hecho por un solo tirador, quien le disparó casi a quemarropa y en ángulo oblicuo; el segundo disparo fue hecho cuando era trasladado del lugar donde cayó, hacia el vehículo para llevarlo a la Cruz Roja. El asesino es uno de los supuestos camaradas del camarógrafo. Ésa es la verdadera miseria humana generada en movimientos radicalizados y entre personas sin preparación académica, inducidos a la radicalización política. No miden las consecuencias de sus acciones y ven el asesinato como algo cotidiano para alcanzar sus metas: “el fin justifica los medios”, creen haber entendido de Maquiavelo.
En alguno de mis artículos he lanzado la hipótesis de la posibilidad de que el asesino pudo haber tenido en mente aquella vieja escena donde un periodista norteamericano es asesinado a mansalva por un militar nicaragüense. Hecho que desencadenó el abandono de Estados Unidos al entonces presidente Somoza y el posterior triunfo de la revolución sandinista. Nadie me quita de la cabeza que el desquiciado quiso repetir la historia, para generar una tensión internacional que obligara al gobierno federal mexicano a destituir al gobernador oaxaqueño. Sin embargo, las cosas por su propio peso caen.
Así como la marejada de la violencia appista se desvaneció en medio de la decisión de la fuerza pública federal para imponer la paz social en Oaxaca y así como el llamado revolucionario de la Sección 22 se diluyó al obtener la nivelación salarial por zona de vida cara y las prebendas del gobierno estatal a sus dirigentes, la pleamar también está poniendo en su lugar al, hasta hoy, supuesto asesino de Brad Will, quien será el único y el último de los pobres ilusos que purguen una condena carcelaria, sin saber que fueron utilizado políticamente para que algunos llegaran a las diputaciones federales, a las senadurías, incluyendo las suplencias, y para que se resolvieran las disputas entre las camarillas políticas oaxaqueñas. Espero que ésta sea una enseñanza para movimientos futuros y para detener fantasías asesinas de los resentimientos sociales mal encaminados.
Publicado en el periódico Tiempo, de Oaxaca, Oax., el 3 de agosto de 2009.
A mediados del mes pasado, el defensor del presunto asesino de Brad Will anunció que había conseguido un amparo para impedir una supuesta extradición de su cliente a Estados Unidos. Muchos interesados en el tema nos preguntamos del origen de la presunción. La respuesta casi la tuvimos cuando, el 29 de julio supimos que, lentamente, las argucias legales se les van cerrando y cada día ven más cercana la sentencia de culpabilidad de Juan Manuel Martínez Moreno. Su última esperanza era la presión de la propaganda mediática impulsada por las ONGs nacionales y las organizaciones periféricas de derechos humanos de la guerrilla, además de aquellas recién surgidas en Estados Unidos, para convencer a las autoridades norteamericanas de la existencia de una investigación policíaca sesgada en México.
Ya les había fallado la presión de la Comisión Nacional de Derechos Humanos, porque el actual Presidente de esa malograda institución ha logrado generalizar la desconfianza en sus recomendaciones. Por eso, no les quedó más que utilizar a sus correligionarios en Estados Unidos para presionar al Departamento de Estado y a algunos representantes federales. Así, no hace mucho tiempo, algunos políticos norteamericanos se pronunciaron para exigir la necesidad de una investigación imparcial, con la presencia de organismos internacionales, para garantizar la pulcritud de los procedimientos. Bajo la presión del gobierno norteamericano, la Procuraduría General de la República impulsó una reconstrucción de hechos en los lugares del asesinato. Para las conclusiones, invitaron a integrantes de la Real Policía Montada canadiense, quienes estuvieron en el lugar de los hechos, el 14 de julio pasado. Sin embargo, a diferencia de la estrategia planeada, a los appistas les salió el tiro por la culata.
El resultado de la investigación, publicado en el periódico Milenio, el 29 de julio pasado, confirmó las conclusiones ya presentadas por la anterior procuradora de justicia de Oaxaca, Lizbeth Caña Cadeza, en noviembre de 2006 y confirmadas por la PGR en investigaciones posteriores: el asesinato de Brad Will fue hecho por un solo tirador, quien le disparó casi a quemarropa y en ángulo oblicuo; el segundo disparo fue hecho cuando era trasladado del lugar donde cayó, hacia el vehículo para llevarlo a la Cruz Roja. El asesino es uno de los supuestos camaradas del camarógrafo. Ésa es la verdadera miseria humana generada en movimientos radicalizados y entre personas sin preparación académica, inducidos a la radicalización política. No miden las consecuencias de sus acciones y ven el asesinato como algo cotidiano para alcanzar sus metas: “el fin justifica los medios”, creen haber entendido de Maquiavelo.
En alguno de mis artículos he lanzado la hipótesis de la posibilidad de que el asesino pudo haber tenido en mente aquella vieja escena donde un periodista norteamericano es asesinado a mansalva por un militar nicaragüense. Hecho que desencadenó el abandono de Estados Unidos al entonces presidente Somoza y el posterior triunfo de la revolución sandinista. Nadie me quita de la cabeza que el desquiciado quiso repetir la historia, para generar una tensión internacional que obligara al gobierno federal mexicano a destituir al gobernador oaxaqueño. Sin embargo, las cosas por su propio peso caen.
Así como la marejada de la violencia appista se desvaneció en medio de la decisión de la fuerza pública federal para imponer la paz social en Oaxaca y así como el llamado revolucionario de la Sección 22 se diluyó al obtener la nivelación salarial por zona de vida cara y las prebendas del gobierno estatal a sus dirigentes, la pleamar también está poniendo en su lugar al, hasta hoy, supuesto asesino de Brad Will, quien será el único y el último de los pobres ilusos que purguen una condena carcelaria, sin saber que fueron utilizado políticamente para que algunos llegaran a las diputaciones federales, a las senadurías, incluyendo las suplencias, y para que se resolvieran las disputas entre las camarillas políticas oaxaqueñas. Espero que ésta sea una enseñanza para movimientos futuros y para detener fantasías asesinas de los resentimientos sociales mal encaminados.