FELIPE MARTÍNEZ LÓPEZ
Publicado en el periódico Tiempo, de Oaxaca, Oax., el 13 de febrero de 2010.
Cuando el presidente Felipe Calderón aceptó reunirse con Gabino Cué, en enero de 2008, y decidieron impulsar una coalición opositora, no sabían que estaban armando el peor escenario político para la oposición oaxaqueña, pero que también iban a desencadenar la lucha entre doctrinarios y pragmáticos en las filas del panismo nacional. Es la lucha adelantada de la sucesión presidencial, en las filas del PAN. Por eso, siempre he insistido que al PRI no se le está complicando el proceso sucesorio por la creación de la coalición opositora, más bien, es la oposición la que se está haciendo muchas ilusiones y creando muchas expectativas. En realidad, la coalición ha generado una ambición desmedida entre quienes añoran las prebendas públicas y quienes aspiran a disfrutarlas algún día.
Si revisamos las declaraciones de los dirigentes políticos de la oposición y las de quienes aspiraron y suspiraron por la candidatura de la oposición unida, sólo encontraremos intereses de grupos y familiares, añoranzas y sueños de grandezas económicas personales. Ninguno de ellos habló jamás de proyectos de futuro para la sociedad oaxaqueña. En el fondo y en la forma, el discurso opositor se centró en la necesidad de la alternancia, definida sólo como el “quítate que ahora voy yo”.
Ése es el mensaje y el fin de la famosa alternancia por la que han luchado los panistas, fundamentalmente, porque las tribus perredistas han sido copartícipes de la corrupción y el reparto económico del presupuesto público estatal. Nadie mejor que los dirigentes del PRD para saber que el dinero público no necesita ser justificado y ni siquiera la obra pública debe ser erigida, para justificar los fondos públicos que generosamente se les entrega, sólo por garantizarle a quienes detentan el poder político estatal la posibilidad de llevarse la mejor parte de la piñata presupuestal oaxaqueña. Por eso, el pragmatismo político del PAN de Felipe Calderón y de César Nava cuajó a la perfección en el proyecto político opositor oaxaqueño del 2010.
Ningún otro mejor que Gabino Cué podía representar la posibilidad de una campaña generosa en recursos económicos, por sus padrinos de la iniciativa privada y porque su relación con López Obrador podía hacer coincidir a los partiditos de la chiquillada, para unir los recursos públicos de las prerrogativas partidistas. Así, entre todos, van a generar montos cercanos a los que el PRI y su propia coalición habrán de tener en la próxima campaña electoral. La suya será una campaña con recursos privados y con recursos públicos garantizados.
Publicado en el periódico Tiempo, de Oaxaca, Oax., el 13 de febrero de 2010.
Cuando el presidente Felipe Calderón aceptó reunirse con Gabino Cué, en enero de 2008, y decidieron impulsar una coalición opositora, no sabían que estaban armando el peor escenario político para la oposición oaxaqueña, pero que también iban a desencadenar la lucha entre doctrinarios y pragmáticos en las filas del panismo nacional. Es la lucha adelantada de la sucesión presidencial, en las filas del PAN. Por eso, siempre he insistido que al PRI no se le está complicando el proceso sucesorio por la creación de la coalición opositora, más bien, es la oposición la que se está haciendo muchas ilusiones y creando muchas expectativas. En realidad, la coalición ha generado una ambición desmedida entre quienes añoran las prebendas públicas y quienes aspiran a disfrutarlas algún día.
Si revisamos las declaraciones de los dirigentes políticos de la oposición y las de quienes aspiraron y suspiraron por la candidatura de la oposición unida, sólo encontraremos intereses de grupos y familiares, añoranzas y sueños de grandezas económicas personales. Ninguno de ellos habló jamás de proyectos de futuro para la sociedad oaxaqueña. En el fondo y en la forma, el discurso opositor se centró en la necesidad de la alternancia, definida sólo como el “quítate que ahora voy yo”.
Ése es el mensaje y el fin de la famosa alternancia por la que han luchado los panistas, fundamentalmente, porque las tribus perredistas han sido copartícipes de la corrupción y el reparto económico del presupuesto público estatal. Nadie mejor que los dirigentes del PRD para saber que el dinero público no necesita ser justificado y ni siquiera la obra pública debe ser erigida, para justificar los fondos públicos que generosamente se les entrega, sólo por garantizarle a quienes detentan el poder político estatal la posibilidad de llevarse la mejor parte de la piñata presupuestal oaxaqueña. Por eso, el pragmatismo político del PAN de Felipe Calderón y de César Nava cuajó a la perfección en el proyecto político opositor oaxaqueño del 2010.
Ningún otro mejor que Gabino Cué podía representar la posibilidad de una campaña generosa en recursos económicos, por sus padrinos de la iniciativa privada y porque su relación con López Obrador podía hacer coincidir a los partiditos de la chiquillada, para unir los recursos públicos de las prerrogativas partidistas. Así, entre todos, van a generar montos cercanos a los que el PRI y su propia coalición habrán de tener en la próxima campaña electoral. La suya será una campaña con recursos privados y con recursos públicos garantizados.
El gran problema de los panistas pragmáticos fue que se olvidaron del panismo doctrinario. Felipe Calderón se dejó guiar por el voluntarismo y la política del “haiga sido como haiga sido…” e impulsó a César Nava, un total desconocedor de las condiciones locales y regionales a concretar las alianzas entre espurios y legítimos, desoyendo los consejos Fernando Gómez Mont, quien jugaba a la división priista y el mantenimiento de la doctrina partidista.
La renuncia del Secretario de Gobernación -el segundo hombre en importancia en la estructura política nacional- a una vieja militancia familiar y personal es un verdadero hoyo al pragmatismo panista iniciado con la llegada de los “bárbaros del Norte” y consolidada con el oportunismo ramplón de los comerciantes de la política, representada por Vicente Fox y sus seguidores de segunda fila: Germán Martínez y César Nava. La renuncia de Gómez Mont no es más que la punta del iceberg que está destruyendo internamente al buque del pragmatismo panista. Es el primer bombazo a la línea de flotación de la política que muchos llamaron la mezcla del agua y el aceite.
Con su carta aduciendo “discreción profesional”, Gómez Mont le envió un mensaje al presidente y al panismo militante, acerca de su indisposición a perder posiciones ideológicas por la venta de garage de candidaturas aventureras. El panismo doctrinario se está lavando las manos, para que César Nava se entierre sólo en estas elecciones estatales de 2010. Junto con él, estarán cavando su tumba, por la ansiedad de encabezar la alianza, el senador Gabino Cué, pero también están viendo abrir la fosa los ambiciosos que ya se ven montados en lujosas camionetas, con viáticos a discreción y presupuestos a raudales, de un supuesto futuro gobierno opositor.
En Oaxaca, como en el territorio nacional, un fantasma recorre las urnas: el fantasma de Germán Martínez, aquel presidente nacional panista que, el año pasado, perdió todo y empinó al presidente Calderón.