28 de febrero de 2010

OBITUARIOS DEL DESARROLLO

FELIPE MARTÍNEZ LÓPEZ

Publicado en el periódico Tiempo, de Oaxaca, Oax., el 27 de febrero de 2010.

Una corriente de pensadores casi ha decretado el fin de la era del concepto de desarrollo. Wolfgang Sachs, dice: “Los últimos cuarenta años pueden ser denominados la era del desarrollo. Esta época está llegando a su fin. Ha llegado el momento de escribir su obituario.” Gustavo Esteva ha cerrado el epitafio al agregar: “El desarrollo es hoy el emblema de un mito en agonía y un lema político para vender productos tóxicos”. Para ellos, el actual concepto de desarrollo surgió del discurso de toma de posesión del presidente norteamericano Harry Truman, el 20 de enero de 1949, cuando se pronunció por: “…emprender un nuevo programa audaz que permita que los beneficios de nuestros avances científicos y nuestro progreso industrial sirvan para la mejoría y el crecimiento de las áreas subdesarrolladas. El viejo imperialismo - la explotación para beneficio extranjero no tiene ya cabida en nuestros planes. Lo que pensamos es un programa de desarrollo basado en los conceptos de un trato justo democrático.”

Como se puede observar la idea del desarrollo del presidente Truman estaba basada en la existencia de un proceso que identificaba al desarrollo con los avances de la ciencia y el crecimiento industrial; por eso, precisamente, las instituciones financieras internacionales y las académicas identificaron el concepto con el crecimiento económico y se estableció como una meta que se alcanzaría al tener los índices económicos de la sociedad industrial norteamericana. Para estos autores, las posteriores adjetivaciones del concepto sólo sirvieron para enmascarar el fracaso del término que, paradójicamente, dicen, ha sido el más popular y usado para describir las intenciones de crecimiento de las sociedades latinoamericanas.

Coincido en las críticas, pero no acepto el acta de defunción. El mismo Gustavo Esteva dice que la visión trumaniana utilizó el concepto con fines políticos, para enfrentar a la Unión Soviética y debilitar el colonialismo inglés; no fue pensado como un concepto académico para explicar una realidad. El problema fue que muchos académicos lo retomaron, pero sólo para justificar la perspectiva política del hombre del poder. Por eso, incluso, Rostow, un economista, subtituló su obra académica como “un manifiesto no comunista”, para establecer recetas para el despegue económico de los países subdesarrollados. En eso radica la tergiversación originaria del concepto. Sin embargo, el concepto va más allá de la unilateralidad de la concepción económica y tiene una larga historia que se remonta desde el siglo XVIII, como el mismo Esteva lo manifiesta: “Doscientos años de construcción social del significado histórico-político del término 'desarrollo' fueron objeto de usurpación exitosa y metamorfosis grotesca”.

Pero voy más allá. No es el término el que ha permanecido durante dos siglos, sino son las situaciones sociales que lo engendraron los que han persistido y persistirán, a pesar de todos los embates que los beneficiarios de las sociedades industrializadas han impulsado para desterrar todas las otras formas de organización social. Siguiendo a Michel Maffesoli, puedo decir que el individuo, tan caro a la sociedad occidental, no ha logrado desterrar a la persona de las sociedades comunitarias; dicho de otra forma, las sociedades occidentales aún contienen en su interior a las comunidades tradicionales y, en la era de la modernidad líquida, se están dando nuevas formas de organización comunitaria a partir de los nodos de contradicciones de las sociedades posmodernas, como acertadamente lo dice Zygmunt Bauman.

Las persistencias y las resistencias de las otras formas de organización social, diferentes a la sociedad capitalista norteamericana de la posguerra, ha conducido al largo debate sobre el concepto de desarrollo. En ese lapso, la idea se ha enriquecido, pero también se ha complicado. Las nuevas visiones propuestas por las Naciones Unidas y retomadas por las universidades, para incluir en el concepto la idea de lo social y después de lo cultural, hasta llegar a la sustentabilidad, las capacidades y la libertad, nos muestran un concepto vivo y en constante evolución. Que no logra aprehender en su totalidad a la realidad, es parte de la problemática de las ciencias sociales; pero eso no implica su descalificación como concepto heurístico, siempre y cuando se le desligue de su desviación política trumaniana.

A pesar de las críticas, el desarrollo, como concepto, es más actual que nunca. Pero es un proceso tan complicado, que sólo los especialistas lo diseccionan; el problema es que los legos lo difunden, en términos equivocados.