15 de diciembre de 2010

OAXACA: SIMULACIONES Y TORCEDURAS DE LA LEY

No dudo que el gobernador Gabino Cué tenga las mejores intenciones del mundo. Incluso puedo aceptar que tiene un verdadero proyecto de cambio para Oaxaca. Así lo manifestó durante su pasada campaña electoral y tiene el derecho a la duda ciudadana, además de un bono electoral que puede durar todo el año siguiente.

El problema de Oaxaca es que llegó al cargo en medio de un batidillo político y no necesariamente impulsado por los mejores oaxaqueños. El grupo que se formó alrededor, del entonces candidato opositor, estaba marcado por el encono y la ambición del poder, como medio para obtener recursos económicos para vivir. No tenían proyectos de cambio, ni intención de servir a la comunidad. Eran –son- liderazgos personalistas y con ambiciones meramente personales. Vivían de los mendrugos del poder, hasta que apareció Gabino Cué, con su propio tejido de intereses.

Al asumir los cargos administrativos, nos demuestran cotidianamente lo que son y entrampan el proyecto personal del Gobernador. Los dislates de los primeros días, son la muestra más palpable de que no estaban preparados, ni capacitados, para el tamaño de la responsabilidad asumida. Ahí están quienes no cumplen con el requisito legal que, juntos, con su barullo, hicieron llegar a la Cámara de Diputados. Pero también están quienes desconocen la mecánica de la política y se asumieron santones de la herencia política.

Una de las consideraciones paradigmáticas del nuevo régimen, fue la capacidad profesional de los miembros del gabinete. El régimen anterior se había caracterizado por la entronización de sus miembros, sólo avalados por la amistad y la complicidad con el Gobernador. Fueron innumerables los funcionarios con títulos, sin aval escolar. Más que llamativos fueron los casos de la entonces secretaria de Desarrollo Rural, Lilia Mendoza, que en el régimen anterior se ostentó profesora y en el de Ruiz se licenció; lo mismo ocurrió con Bulmaro Rito Salinas que, de supuesto periodista, de repente se licenció en Ciencia de la Comunicación, sin que se le conociera escrito alguno, ni asistencia a ninguna universidad, ni siquiera las “patitos”, de presencia virtual. Pero también tuvimos, al menos, una subprocuradora de la Procuraduría General de Justicia, doña Cholita Quintana, sin título profesional, en abierta violación a la ley de esa institución y terminó siendo subsecretaria de la Contraloría.

Los resultados de la parodia los tenemos a la vista. Como nunca, el estado vivió la simulación. Sin entender la estadísticas, los funcionarios anunciaban grandes avances; hubo varios que, amparados en esa irrealidad aspiraron, incluso, a la gubernatura por la vía priista. La respuesta ciudadana también fue simple y llana: como nunca antes, la gente votó contra esa simulación y contra la corrupción, como método de gobierno.

Por eso debe preocuparle al Gobierno actual la repetición del esquema. Ya vivimos el caso de la funcionaria que obligó a torcer la ley, recientemente promulgada. El caso de la secretaria general de Gobierno fue visible, por el rango del cargo, pero entre sus subsecretarios hay otro sin título alguno. Ojalá ningún ciudadano solicite, dentro de unas semanas, los números de las cédulas profesionales de todos los funcionarios del gabinete legal, el ampliado y de los subsecretarios del régimen actual, porque, entonces, caeremos en la realidad jurídica de cambiar la ley, para adaptarla a la realidad social.

Publicado en el periódico Tiempo, de Oaxaca, Oax., el 15 de diciembre de 2010.