La planeación psicótica del desarrollo estatal ha creado una dicotomía entre la realidad social y las propuestas gubernamentales. El choque cultural ha producido a una situación de aparente desidia ciudadana en las regiones de Oaxaca. Como no hay claridad sobre la idea del desarrollo, tampoco se canalizan recursos para incidir en la creación de una infraestructura productiva, acorde con los objetivos marcados por los planes estatales de desarrollo. En realidad, en las zonas rurales, como en todo el estado, se ha canalizado casi todo el recurso federal y estatal fundamentalmente para actividades de asistencia social y, otra parte importante, para la infraestructura social básica y se ha dejado de lado la infraestructura productiva.
La inversión pública, tanto federal como estatal, está encaminada a la creación de infraestructuras social básica, porque permite bajar los índices de marginación e incrementar los de desarrollo humano, aunque no necesariamente repercuta en crear las mejores condiciones sociales y mejorar los niveles de bienestar de las familias. En otras palabras, se bajan o incrementan los índices estadísticos, pero no mejoran las condiciones de vida de las personas. Por ejemplo, se han creado muchas escuelas, los índices educativos han crecido y se han mejorado los índices de desarrollo humano. Sin embargo, el incremento del nivel educativo no ha mejorado la productividad agrícola en la zona y mucho menos ha inducido a la creación de empresas con altos niveles tecnológicos y buenos salarios; en mucho lugares, el proceso educativo ha inducido a la emigración de los jóvenes, porque ha detonado aspiraciones personales imposibles de cumplir en las condiciones actuales de las zonas rurales e indígenas.
También se observa el decremento de los índices de natalidad y mortalidad, ascendiendo los municipios en la lista del desarrollo humano. Sin embargo, en esas zonas se observa cotidianamente la desnutrición infantil y la proliferación de las enfermedades endémicas, precisamente las enfermedades de la pobreza.
Hay millones de pesos invertidos en programas asistenciales, pero las casas se siguen construyendo de la manera tradicional; aunque ahora muchas tienen piso de cemento, se siguen usando como bodegas y, en algunos lugares, como corral familiar. Los programas, como Oportunidades y Procampo, dan recursos económicos a las personas y sirven para incrementar en forma mínima el Producto Interno Bruto municipal y sacar a las personas del límite de la pobreza o la pobreza extrema, pero ese dinero no les alcanza para impulsar sus capacidades y generar las mecánicas de la autosuficiencia económica, salvo el caso de la obligatoriedad de la asistencia a las escuelas, para conseguir una beca, porque ahí obtienen nuevas capacidades; sin embargo, el problema es que la educación no está enfocada a desarrollar las potencialidades de las regiones y todo el conocimiento adquirido se pierde en la emigración o en la ocupación en áreas laborales diferentes a las estudiadas.
Aunque en los planes estatales de desarrollo se enarbola la bondad de la visión empresarial privada, en la práctica no se establecen las condiciones adecuadas para generar camadas de empresarios en las escuelas superiores, ni se establece la mecánica para crear la infraestructura financiera que impulse la creación de micro y pequeñas empresas, ni mucho menos para el apalancamiento de medianas y grandes empresas. A lo más, en el estado se ha generado un proceso de atracción de cadenas comerciales, con capital completamente foráneo, en las ciudades más pobladas de la entidad.
Los programas destinados al desarrollo rural tampoco están pensados para ser aplicados en la realidad socio-económica estatal. Por ejemplo, el programa Alianza para el Campo está enfocado a apoyar a los agricultores que tienen más recursos. El 50% del total del costo de un proyecto productivo lo otorgan el estado y la federación, pero el otro 50% lo aporta el productor. En el caso de la adquisición de un tractor, el programa sólo les da 90 mil pesos y ellos deben aportar poco más de 400 mil pesos, donde se incluyen la compra de los implementos. Lo mismo ocurre en la adquisición de ganado porcino y ovino, porque, a partir de 2008, el programa no aporta recursos, sino solamente el apalancamiento para obtener crédito bancario. En realidad, Alianza para el Campo está enfocado a un sector muy reducido de la población, aquellos que ya tienen recursos económicos y no necesariamente impulsa y apoya el desarrollo económico de los pobres de Oaxaca.
Con esas condiciones, el gobierno estatal sólo ha consolidado un modelo de desarrollo que engendra pobreza y marginación, con desigualdad social.
Publicado en el periódico Tiempo, de Oaxaca, Oax., el 11 de diciembre de 2010.