El estado de Oaxaca es una de las entidades con mayores índices de marginación y los más bajos de desarrollo humano. Eso dificulta su reproducción sociocultural, su continuidad histórica y nos obliga a vivir en el círculo vicioso de la pobreza y la marginación.
Esta situación tiene orígenes diversos. Destacan las causas internas, como la baja productividad agrícola, el inadecuado uso de sus recursos naturales, el bajo nivel educativo, cultura sexual reproductiva tradicional y la falta de infraestructura productiva y social. Entre las causas externas están las constantes crisis económicas nacionales, la expoliación económica, la política fiscal y monetaria del gobierno federal, la apertura comercial producto de los tratados de libre comercio, los conflictos agrarios y el escaso apoyo técnico y financiero por parte de las instituciones encargadas de ellas.
Las amenazas externas no sólo impulsan el atraso y el abandono, sino parecen condenar a los pueblos a mantenerse eternamente en este círculo vicioso. Cualquier avance, ya sea económico, educativo, social o productivo, parece ser mejor aprovechado por el círculo vicioso de la miseria y la marginación y no para una espiral virtuosa del desarrollo de las comunidades y sus habitantes. Así, por ejemplo, los ingresos por la emigración se ven drenados hacia los centros de abastecimiento comercial de la ciudad de Oaxaca, a través de la compra de materiales de construcción y auto transportes; de aquí fluyen a Monterrey, Guadalajara y el Distrito Federal. Los avances educativos se reflejan, pero en la expectativa de los jóvenes egresados de las escuelas para dejar de trabajar en el campo y dirigir su atención hacia las ciudades, otras regiones del país o a Estados Unidos.
Romper este esquema implica una gran capacidad de imaginación creadora, tanto de quienes acuden desde fuera de la comunidad, como de quienes viven en los municipios. Se trata de aprovechar las capacidades internas y las oportunidades del entorno. En ese sentido, la sinergia organizativa comunal y la posibilidad del trabajo colectivo debe ser la base para lograr mejores condiciones productivas y alcanzar la autosuficiencia, en una primera etapa, para después pasar a la acumulación financiera y proponer el establecimiento de industrias y agroindustrias en las zonas rurales, como medio para impulsar el ingreso a la globalidad, desde la perspectiva empresarial productiva, eficiente y competitiva, pero, en aquellas regiones con propiedad comunal o ejidal, basada en la apropiación colectiva de los excedentes obtenidos.
Este proceso implica la participación comunitaria e individual en todos y cada uno de los procesos de la construcción de la vida colectiva, para que los resultados obtenidos sean producto de la apropiación de cada uno de los individuos y las organizaciones del proceso de desarrollo propuesto, y el compromiso de cumplir los objetivos, las metas y las acciones establecidas. El compromiso debe ser de los actores sociales, convertidos en verdaderos sujetos sociales del desarrollo, para hacer realidad la sociedad más justa y equitativa que todos deseamos tener.
Cada uno de los actores sociales, cansados del burocratismo, quiere ver concretados los programas propuestos. Ya no quieren ser considerados menores de edad, sino contar con los apoyos reales para desarrollar sus capacidades y potencialidades. La gente de las comunidades requiere que los programas públicos atiendan a la capacitación, la organización, la economía, la cultura, la administración comunitaria, el medio ambiente y la infraestructura social básica; dejar atrás las visiones paternalistas, subsidiarias, asistenciales, y, por el contrario, impulsar la infraestructura productiva, otorgar financiamiento y dejarles impulsar sus propias propuestas de crecimiento, no sólo las económicas, sino también las sociales, culturales, políticas y ecológicas.
En las zonas rurales y urbanas se debe invertir y no simplemente gastar asistiendo a los pobres; deben ser transformados de beneficiarios a verdaderos emprendedores; revalorar al campo como el espacio donde sus habitantes están estrechamente vinculados con su entorno, viven su problemática y día con día construyen opciones para resolver sus problemas. Visto así, el reto es impulsar la capacidad para la generación de riqueza, pero buscando la equidad. Nada mejor que el impulso de las actividades empresariales, pero con apropiación colectiva de los excedentes, es decir, aprovechar las relaciones sociales solidarias y de reciprocidad, para impulsar las organizaciones productivas comunitarias. Alcanzar ese punto es el camino más viable y válido para combatir la ancestral pobreza de la mayoría de las regiones oaxaqueñas.
Nuestros pueblos han permanecido y se han desenvuelto, pese a las adversidades, porque cuentan con una estructura social altamente solidaria que les ha permitido sobrevivir a las adversidades históricas. Estas redes sociales se han concretado en un capital social de complejas interrelaciones que van desde los sistemas de cargos, la cooperación inter-pares, los compadrazgos y el valor de la palabra empeñada. El primer punto de atención para el científico social es, pues, el capital social en las comunidades.
Publicado en el periódico Tiempo, de Oaxaca, Oax., el 18 de diciembre de 2010.