Uno de nuestros problemas, al inicio del siglo XXI, es la persistencia de la inequidad, el desequilibrio y la desigual distribución de la riqueza en el país y en Oaxaca. Aquí conviven áreas muy desarrolladas, rodeadas de un mar de comunidades muy marginadas, atrasadas y empobrecidas. En los Valles Centrales de Oaxaca coexiste un centro metropolitano, con todo el confort de los países desarrollados, junto a colonias marginadas y, desde los cerros de la periferia, los vecinos de los municipios colindantes observan, hechizados por la magia de la ilusión, las engañosas luces del desarrollo turístico y de servicios de la ciudad de Oaxaca.
Cómo avanzar si, desde el mismo proceso de conceptuar la realidad, su explicación, hasta la mecánica para superar las dificultades, han generado enredos conceptuales y equivocaciones administrativas.
A fines de la década de los sesenta, cuando en Oaxaca se iniciaba el proceso de la planificación para el desarrollo, el ingeniero Sergio de la Peña abrió un seminario sobre desarrollo de la comunidad con los siguientes claros y contundentes conceptos sobre el desarrollo: “Yo propondría que se entendiese por desarrollo, el lograr que existan igualdad de oportunidades para todas las personas de una comunidad, de una sociedad… Muy frecuentemente se hace referencia al desarrollo, como un problema de aumento o aceleración del crecimiento del ingreso por persona, por habitante, por habitante ocupado, etc. Bueno, esos son en realidad indicadores, no es obviamente el desarrollo”.
A pesar que, en 1968, quienes iniciaban el Plan Oaxaca para la planificación del desarrollo estatal tenían muy claro que los datos económicos no eran necesariamente el desarrollo tan buscado, con el tiempo esa claridad se fue perdiendo. Después, el principal problema fue el enfoque: se partió de la base de la economía y las abstracciones generadas por esta ciencia, cuando de lo que se trataba era observar a quienes viven en el mundo concreto, entender sus relaciones y, a partir de su realidad, plantear las alternativas de transformación. “Primero la gente”, dice Michael M. Cernea y aclara que el fin último de todo proyecto es el bienestar de la gente, a partir de sus propias formas organizativas.
Entender el proceso que le ha permitido a la gente de las pequeñas comunidades y a los marginados de las ciudades vivir y reproducirse durante milenios y sobrevivir a la posmodernización del mercado mundial, es el gran reto de las ciencias sociales; pero, también, aplicar las experiencias para la producción teórica y para retroalimentar el saber social de nuestras ciencias.
En realidad, la capacidad de resistencia de las sociedades ha sido subvalorada, pero, en la práctica, muchos de los esfuerzos de los grupos y las ideas dominantes por cambiar sus estilos, hábitos de vida y formas de organización social se han estrellado en el muro callado de una resistencia mal entendida como sumisión, cuando, cotidianamente, los oprimidos continúan practicando los modos de acción y desarrollando las relaciones que los estratos dominantes pretenden modificar o cambiar. Ése es el sentido de la resiliencia que debemos aprovechar.
Reconocer, analizar, sintetizar y generalizar lo propio, buscando encontrar sus características universales, es el gran reto de las ciencias sociales de América Latina y de México, especialmente. En nuestro caso, acercarnos a las comunidades y abrevar de su experiencia para crear y recrear el conocimiento científico social, exige el paso por lo concreto del territorio, para hablar de la dimensión regional del conocimiento y del desarrollo regional, como punto de partida para comprender el espacio como base de los planteamientos, hasta llegar a la particularidad de lo local, de las relaciones sociales ahí concentradas, como punto de partida para el análisis y la acción.
Desde esta perspectiva, el planteamiento del desarrollo local, con énfasis en la participación colectiva, nos debe llevar a la construcción de una teoría basada en lo social, a partir de actores sociales con posibilidades de convertirse en sujetos sociales, viviendo en sistemas sociales solidarios y con altísimas tasas de capital social. Ésta es una verdadera alternativa de desarrollo. Sólo así estaremos hablando de la sociología del desarrollo, que según Cernea: “…ofrece el argumento teórico para elaborar un modelo diferente de proyectos en el cual los protagonistas sociales constituyen el elemento central, el núcleo alrededor del cual todos los demás recursos deben ordenarse para la acción…”
Publicado en el periódico Tiempo, de Oaxaca, Oax., el 4 de diciembre de 2010.