El borrador del Plan Estatal de Desarrollo (PED), entregado a la Cámara de Diputados, dice haberse utilizado el método de la planeación estratégica para su elaboración. Después de haber leído el texto, entendemos que se quiso aplicar la metodología, pero nunca se pudo aterrizar en los procesos planteados.
Esta situación se comprende, porque la metodología se utiliza fundamentalmente para planeación empresarial, de negocios, en donde los indicadores son claros y precisos: se habla de pérdidas y ganancias, en cantidades medibles de pesos y centavos. La metodología la tiene muy clara uno de los integrantes del “grupo redactor” del PED, los especialistas del Centro de Estudios Estratégicos del Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey, campus ciudad de México, pero nunca la pudieron entender, mucho menos aplicar, los integrantes de los grupos “gran visión”, “grupo operativo” y los otros del “grupo redactor”. Tienen razón, los oaxaqueños son burócratas y algunos profesores universitarios, pero no son planificadores de empresas, ni planificadores del desarrollo; a lo sumo, son empíricos y entusiastas del “bien común”.
Por eso, desde el inicio de la administración cometieron un error muy grave: desaparecieron la Coordinación General del Comité Estatal de Planeación para el Desarrollo de Oaxaca (Coplade). Esta anomalía administrativa tiene como origen la pugna por la definición de quién controla las decisiones de asignación de los recursos federales. Los tecnócratas locales creen que debe ser la Secretaría de Finanzas, porque evalúan el desarrollo en términos de ingresos y egresos, mientras que los políticos y planificadores consideran que debe haber un área especializada, multidisciplinaria, para atender un proceso que tiene esas características precisamente.
En Oaxaca, al final triunfaron los tecnócratas y desaparecieron la Coordinación General del Coplade, pero su acción enredó el proceso de planeación. En la Ley Orgánica del Poder Ejecutivo, las funciones del Coplade quedaron dispersas entre dos instancias gubernamentales. A la Oficina del Gobernador se le asignó la planeación y a la Secretaría de Finanzas las funciones de programación y presupuestación. En medio de ese enredo burocrático, se les olvidó que la Ley de Planeación establece, como fecha límite, la publicación del Plan en el Periódico Oficial antes del 31 de mayo de este año.
También olvidaron que la ley establece procesos muy claros para la planificación del desarrollo estatal. En el artículo tercero, dice que el Plan debe fijar “objetivos, metas, estrategias y prioridades”. El documento entregado a los diputados, en el tema sectorial, sólo contiene objetivos, estrategias y líneas de acción; los redactores olvidaron las metas y el establecimiento de las prioridades. En la parte de las políticas transversales y la regionalización, sólo esbozaron diagnósticos y políticas generales. Ese olvido tiene un antecedente: el Plan Nacional de Desarrollo de Vicente Fox, donde, también con una visión empresarial, se elaboró un documento hoy perdido en el olvido, por su intrascendencia e inoperancia.
Por cierto, en la Ley Orgánica del Poder Ejecutivo no se faculta a ninguna dependencia para evaluar las acciones operativas de las dependencias gubernamentales. Quizá por ese olvido legal, al final del borrador del PED, los redactores se vieron obligados a incluir un anexo donde se comprometen a “diseñar e implementar el Sistema de Seguimiento y Evaluación”, un organismo que, según la Ley de Planeación, le corresponde al hoy fantasmal Coplade.
Publicado en el periódico Tiempo, de Oaxaca, Oax., el 28 de junio de 2011.