El miércoles pasado se reunió, por segunda ocasión, el Coplade. El hecho reviste importancia, primero, porque ahora sabemos que sigue existiendo y, aunque la nota no lo aclara, parece estar dirigido desde la Secretaría de Finanzas. Segundo, el gobernador parece muy claro: no se trata de combatir la pobreza y la marginación, sino sólo de abatir los índices; es la vieja política de disfrazar la pobreza, aunque siga persistiendo.
Llama la atención la afirmación del gobernador, en el sentido de que “después de 12 años de ausencia de un procedimiento en el ejercicio de los recursos públicos, ahora se está poniendo orden para que éstos se manejen con transparencia, honradez y eficiencia”. Los hechos parecen demostrar lo contrario. En casi 10 meses de gobierno, el Coplade se ha reunido en dos ocasiones. El primero fue el acto protocolario de instalación y de arranque de la última de las cuatro tandas de consultas para integrar el Plan Estatal de Desarrollo; este último fue más de carácter discursivo y de inicio de actividades y no un encuentro de evaluación que, por lo avanzado del año, se debió esperar. A estas alturas del ejercicio administrativo, el Coplade se reunía para analizar los subejercicios y el avance de la obra programada. Después de esta reunión, los anteriores gobiernos tenían una ida clara del monto probable para el refrendo anual.
Para quienes lo desconozcan, el Coplade es la instancia del gobierno estatal donde se planifican las políticas públicas y es la única autorizada para concertar la inversión con las dependencias federales y con los municipios oaxaqueños. De ahí su importancia y relevancia. También por eso, la sorda pugna que se estableció desde establecimiento del gobierno electo, primero entre Benjamín Robles y Alfredo de la Rosa, en ese entonces jefe de la Oficina del Gobernador, y después entre esa oficina y la Secretaría de Finanzas, para precisar quién tendría la titularidad de la planeación estatal.
Esperemos que ahora, definidas las funciones, las actividades de planeación, programación y presupuestación caminen como la ley lo ordena, aunque las funciones de evaluación todavía tengan un largo camino para su concreción, porque, según se anunció en el Plan Estatal de Desarrollo, tanto los indicadores de seguimiento, como la instancia evaluadora de las actividades públicas, siguen en el proceso de su integración ¡10 meses después de iniciado el gobierno del cambio y la alternancia!
Por eso también debe inquietarnos la afirmación del gobernador: “Este gobierno no será de kilómetros de montos, sino más bien de modificación de indicadores, y creemos que la planeación, el orden y la focalización de recursos regionales podrán abatir los rezagos.” Palabras más, palabras menos, la indicación es abatir los indicadores, es decir los datos estadísticos, aunque las consecuencias de la pobreza, la miseria y la marginación sigan en pie. Es casi como combatir los dolores de una enfermedad, pero sin remediar el origen real del mal.
Para quienes creíamos que las políticas asistencialistas: dar dádivas a los viejitos en las ciudades más pobladas, ayuda a algunas madres desempleadas o uniformes para escolares, eran políticas pasajeras en tanto conocían la realidad del estado, las palabras gubernamentales vienen a confirmar que el asistencialismo no es pasajero, sino la verdadera política estatal: encubrir las apariencias, aunque todo siga igual.
Publicado en el periódico Tiempo, de Oaxaca, Oax., el 23 de septiembre de 2011.