16 de octubre de 2009

CULTURA CIUDADANA

FELIPE MARTÍNEZ LÓPEZ

Publicado en el periódico Tiempo, de Oaxaca, Oax., el 16 de octubre de 2009.

Hace unos días estuve en la ciudad de Puebla. Me impresionó ver que, a sólo tres horas de Oaxaca, tenemos una ciudad de la que mucho debíamos aprender. Cierto, Puebla no tiene los hermosísimos monumentos históricos de Oaxaca. Tampoco cuenta, salvo en Cholula, con sitios arqueológicos tan impresionantes y hermosos como Monte Albán, Mitla, Lambityeco, Yagul. Pero es una ciudad para disfrutarla.

Es ya verdaderamente cosmopolita. Su población ha crecido, atraída por el desarrollo industrial y comercial, pero también por las excelentes escuelas de educación superior. Allá van los hijos de los oaxaqueños que les pueden pagar una educación superior particular, incluso llegan a la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla. Como Oaxaca, Puebla ha visto crecer sus zonas periféricas y sus ciudades satélites. Los gobiernos y las empresas privadas han creado fraccionamientos, nuevas colonias y casi pequeñas ciudades; pero ahí comienzan las diferencias. No están trepados en los cerros circundantes, tampoco son ciudades perdidas, ni asentamientos irregulares. Pero, lo más interesantes es que, ni ahí, ni el Centro Histórico poblano existe un solo tope. ¡En Puebla, no hay topes!

Además, es impresionante, para un oaxaqueño, que los semáforos estén sincronizados. Saben que los semáforos sirven para agilizar el tránsito vial y no para entorpecer el paso de los vehículos. A pesar de tener calles tan angostas, como las de Oaxaca, en Puebla es muy difícil encontrar bocacalles congestionadas por los camiones o el atascamiento vehicular. En el Centro Histórico de la ciudad no corre el transporte urbano; es para los transeúntes, pero también para los automovilistas. No hay camiones rebasándose unos a otros o tratando de ganarse el pasaje. Incluso, los taxistas son mucho más educados, hasta para manejar. Por cierto, el Zócalo poblano no está cerrado al tráfico vehicular y no hay calles solo para peatones. Obviamente, tampoco hay comercio ambulante obstaculizando el tráfico vehicular y las banquetas de los peatones.

¿Qué nos diferencia de la sociedad poblana? Porque también tienen pobres en las ciudades y en la Sierra, donde viven los indígenas. Además, a finales de los sesenta, fue el centro de una de las rebeliones universitarias más difíciles y sangrienta. Sin embargo, hoy no tienen organizaciones supuestamente sociales que peleen proyectos productivos mediante la presión y el chantaje. Hasta ahora, no he leído sobre una carretera poblana bloqueada o tomada por alguna organización, para exigir el cumplimiento de sus demandas. Sus hermosas casas coloniales, de cantera y cerámica de Talavera, tampoco están pintarrajeadas. Ahí no hay Sección 22 radicalizada, ni APPOs ensoberbecidos. Cuando un ciudadano trasgrede la ley, va a dar a la Comisaría o a la cárcel.

Hago esta reflexión, porque creo que en Oaxaca necesitamos rehacer nuestras redes de convivencia y nuestros códigos de conducta. Fue una apuesta que este gobierno estatal no quiso tomar, sumido en la arrogancia de una “Burbuja” que se consideró sobredotada y, al final, terminó siendo el ejemplo claro de lo que no se debe ser ni hacer en la política. Es la primera recomendación que debemos tomar en cuenta de los devaneos de la Suprema Corte de Justicia. Lo siguiente, es vernos en el espejo poblano para tratar de imitarlos, porque han superado, con creces, la infamia de la frase: “Guano, perico y poblano…”