FELIPE MARTÍNEZ LÓPEZ
Publicado en el periódico Tiempo, de Oaxaca, Oax., el 5 de octubre de 2009.
Reviso rápidamente las propuestas contenidas, en sus respectivos planes estatales de desarrollo, de los gobernadores Diódoro Carrasco y José Murat para alcanzar la tan deseada meta del desarrollo.
El sexenio de Diódoro Carrasco Altamirano (1993-1998).
Su propuesta del desarrollo estaba basada en la búsqueda de la equidad social y la eficiencia administrativa del gobierno estatal. La meta central era la modernización: administrativa, económica, social, política y cultural.
Debía alcanzarse por dos vías: por un lado, retomando la idea del sexenio anterior, establecía la existencia de una sociedad organizada en torno a procesos colectivos y trabajaban colectivamente para alcanzar metas comunes; se daba y recibía apoyo en el entorno familiar, pero también se proporcionaba apoyo gratuito para efectuar las obras sociales en las comunidades. Por otra parte, se reconocía la existencia de una iniciativa privada interesada en impulsar la creación de empresas, pero requería de apoyos gubernamentales para crear la infraestructura física y social, sobre la que asentaría sus factorías para impulsar la actividad productiva en las áreas de su interés.
Para este gobierno, los empresarios privados iban a generar las posibilidades de crecimiento económico, concepto con la que identificaba al desarrollo económico estatal. Por su parte, la participación colectiva, social, debía estar enfocada fundamentalmente a la creación de la infraestructura social requerida por los pueblos. Con la participación de todos, los recursos públicos se iban a acrecentar, en cantidad proporcional a la participación de las organizaciones solidarias para suplir los pagos a las empresas privadas, tradicionales ejecutoras de la obra pública.
A la vez, las obras en caminos, agua potable, luz y drenaje, permitirían tener una sociedad cada vez más sana y cada vez más preparada para impulsar el florecimiento de las empresas privadas, los pivotes para el crecimiento económico estatal. Así, la participación colectiva era vista como forma de apoyo, para crear las condiciones adecuadas para permitir el crecimiento empresarial y el florecimiento de la industria privada en todo el Estado.
La industrialización iba a permitir el crecimiento económico para generar la riqueza social y posibilitar el desarrollo integral de la sociedad, en los ámbitos político, económico, social y cultural. A diferencia del sexenio anterior, el desarrollo no se ve como un proceso circular, ni como una dinámica constante, más bien pareciera ser un proceso iniciado con la modernización y termina cuando se alcanza el desarrollo integral.
El sexenio de José Murat Casab (1999-2004).
A diferencia de los demás administraciones y partiendo una vieja idea del sexenio de Vásquez Colmenares, este gobierno reconoce 75 microrregiones, integradas a partir de las características culturales, sociales, lingüísticas y de comunicación física comunes.
El diagnóstico del Plan Estatal de Desarrollo parte de un estudio elaborado por una universidad privada, proclamando la escasa atractividad del Estado para el establecimiento de las empresas privadas en su territorio. A partir del análisis de las posibilidades negativas, se plantea la necesidad de crear las condiciones adecuadas para permitir la creación de las empresas y las inversiones privadas necesarias para desarrollar a la entidad e impulsar el crecimiento económico sostenido. La estrategia central es la búsqueda de la productividad y la atractividad estatal para la inversión privada.
Este gobierno deja totalmente de lado la visión social contemplada en los dos anteriores. En el diagnóstico, las organizaciones sociales y productivas comunitarias dejan de existir; con su virtual desconocimiento, tampoco se establecen políticas públicas para fomentar e impulsar su organización. La fuerza principal de desarrollo es la empresa privada, fin y meta última de todas las políticas públicas para alcanzar el desarrollo.
Como en los otros sexenios, el concepto desarrollo se identifica con la idea del crecimiento económico, aunque se le agrega el adjetivo “sostenido”. Todo este proceso debía conducir a alcanzar el desarrollo integral: en lo político, económico y social, olvidándose de la cuestión cultural.
Para el plan sexenal, toda la dinámica debía estar permeada por la actividad del gobierno y la sociedad, entendiendo por ésta al sector empresarial y a los trabajadores de las empresas. Así, la entidad sería más atractiva para atraer nuevos inversionistas privados, ansiosos por nuevos destinos con ventajas comparativas, para hacer florecer sus nuevas industrias, generando mayor riqueza económica, en un círculo virtuoso que va de la industrialización al crecimiento económico, el incremento de la productividad, y una creciente atractividad para atraer a nuevos inversionistas privados.
Publicado en el periódico Tiempo, de Oaxaca, Oax., el 5 de octubre de 2009.
Reviso rápidamente las propuestas contenidas, en sus respectivos planes estatales de desarrollo, de los gobernadores Diódoro Carrasco y José Murat para alcanzar la tan deseada meta del desarrollo.
El sexenio de Diódoro Carrasco Altamirano (1993-1998).
Su propuesta del desarrollo estaba basada en la búsqueda de la equidad social y la eficiencia administrativa del gobierno estatal. La meta central era la modernización: administrativa, económica, social, política y cultural.
Debía alcanzarse por dos vías: por un lado, retomando la idea del sexenio anterior, establecía la existencia de una sociedad organizada en torno a procesos colectivos y trabajaban colectivamente para alcanzar metas comunes; se daba y recibía apoyo en el entorno familiar, pero también se proporcionaba apoyo gratuito para efectuar las obras sociales en las comunidades. Por otra parte, se reconocía la existencia de una iniciativa privada interesada en impulsar la creación de empresas, pero requería de apoyos gubernamentales para crear la infraestructura física y social, sobre la que asentaría sus factorías para impulsar la actividad productiva en las áreas de su interés.
Para este gobierno, los empresarios privados iban a generar las posibilidades de crecimiento económico, concepto con la que identificaba al desarrollo económico estatal. Por su parte, la participación colectiva, social, debía estar enfocada fundamentalmente a la creación de la infraestructura social requerida por los pueblos. Con la participación de todos, los recursos públicos se iban a acrecentar, en cantidad proporcional a la participación de las organizaciones solidarias para suplir los pagos a las empresas privadas, tradicionales ejecutoras de la obra pública.
A la vez, las obras en caminos, agua potable, luz y drenaje, permitirían tener una sociedad cada vez más sana y cada vez más preparada para impulsar el florecimiento de las empresas privadas, los pivotes para el crecimiento económico estatal. Así, la participación colectiva era vista como forma de apoyo, para crear las condiciones adecuadas para permitir el crecimiento empresarial y el florecimiento de la industria privada en todo el Estado.
La industrialización iba a permitir el crecimiento económico para generar la riqueza social y posibilitar el desarrollo integral de la sociedad, en los ámbitos político, económico, social y cultural. A diferencia del sexenio anterior, el desarrollo no se ve como un proceso circular, ni como una dinámica constante, más bien pareciera ser un proceso iniciado con la modernización y termina cuando se alcanza el desarrollo integral.
El sexenio de José Murat Casab (1999-2004).
A diferencia de los demás administraciones y partiendo una vieja idea del sexenio de Vásquez Colmenares, este gobierno reconoce 75 microrregiones, integradas a partir de las características culturales, sociales, lingüísticas y de comunicación física comunes.
El diagnóstico del Plan Estatal de Desarrollo parte de un estudio elaborado por una universidad privada, proclamando la escasa atractividad del Estado para el establecimiento de las empresas privadas en su territorio. A partir del análisis de las posibilidades negativas, se plantea la necesidad de crear las condiciones adecuadas para permitir la creación de las empresas y las inversiones privadas necesarias para desarrollar a la entidad e impulsar el crecimiento económico sostenido. La estrategia central es la búsqueda de la productividad y la atractividad estatal para la inversión privada.
Este gobierno deja totalmente de lado la visión social contemplada en los dos anteriores. En el diagnóstico, las organizaciones sociales y productivas comunitarias dejan de existir; con su virtual desconocimiento, tampoco se establecen políticas públicas para fomentar e impulsar su organización. La fuerza principal de desarrollo es la empresa privada, fin y meta última de todas las políticas públicas para alcanzar el desarrollo.
Como en los otros sexenios, el concepto desarrollo se identifica con la idea del crecimiento económico, aunque se le agrega el adjetivo “sostenido”. Todo este proceso debía conducir a alcanzar el desarrollo integral: en lo político, económico y social, olvidándose de la cuestión cultural.
Para el plan sexenal, toda la dinámica debía estar permeada por la actividad del gobierno y la sociedad, entendiendo por ésta al sector empresarial y a los trabajadores de las empresas. Así, la entidad sería más atractiva para atraer nuevos inversionistas privados, ansiosos por nuevos destinos con ventajas comparativas, para hacer florecer sus nuevas industrias, generando mayor riqueza económica, en un círculo virtuoso que va de la industrialización al crecimiento económico, el incremento de la productividad, y una creciente atractividad para atraer a nuevos inversionistas privados.
Los planes eran los sueños de dos generaciones diferentes, soñando actuar en dos oaxacas diferentes. Los resultados fueron más pobreza y más inequidad.