23 de noviembre de 2009

DERECHA EDUCATIVA

FELIPE MARTÍNEZ LÓPEZ

Publicado en el periódico Tiempo, de Oaxaca, Oax., el 23 de noviembre de 2009.

Hace unos días, las declaraciones de dos distinguidas panistas nos dejaron muy en claro cuál es el pensamiento sobre la educación de la derecha mexicana.

En primer término, la senadora María Teresa Orduño, presidenta de la Comisión de Educación del Senado, en un acto oficial, proclamó: “No me vengan con esa demagogia de que nadie puede apretárselo (el cinturón)”, porque “donde quiera hay grasita” y “no se vale echarle la pelotita a Calderón”. Fue una ríspida y molesta respuesta a la demanda del director del Instituto Politécnico Nacional, en representación de casi un centenar de instituciones del sistema tecnológicos para exigir los recursos necesarios del presupuesto de egresos de la federación. Ni tardo ni perezoso, el titular de la Secretaría de Educación Pública, el también panista Alonso Lujambio, ahí mismo la vanaglorió: “gente como Teresa Ortuño prestigia la política”, y le agradeció su “inteligencia, entusiasmo y pasión”. (La Jornada, 11/XI/200)

Definitivamente, no he visto a un funcionario federal panista que abra la boca, si no es para decir sandeces, ratificar su absoluta ignorancia política y su total indiferencia a los requerimientos de una sociedad que exige educación de calidad, salud pública, apoyos para incrementar su productividad y sensibilidad política. La expresión de la senadora, en realidad, no es su sentir personal. Es toda una visión de clase que se refleja en el partido político de derecha que la postuló. El PAN es donde por excelencia milita la derecha mexicana, aunque hay uno que otro desperdigado en los otros partidos políticos; sin embargo, actualmente el panismo ha ido corriendo hacia una derecha conservadora, ésa cuyos más fieles exponentes son el grupo conocido “El Yunque”.

En el caso de la educación, su meta y fin es desaparecer la educación pública laica y gratuita. Su ideal es que en las escuelas se enseñe religión, y, a partir de esas normas, establecer el control social e inhibir la curiosidad científica por encontrar nuevas respuestas a viejas soluciones dadas por las instituciones eclesiásticas. La mejor época, para estos políticos, fue la edad media, donde se leía poco, eran pocos quienes conocían las letras y solo leían escritos religiosos. Ése es su mundo feliz. Pero también están contra la educación gratuita, especialmente contra las instituciones de educación superior estatales. Para ellos, es inconcebible que el Estado costee la formación de una masa de profesionales, que debían estar dedicados al trabajo manual y al servicio de la aristocracia mexicana. Su ideal es sólo tener universidades privadas, donde estudiaran sólo los hijos de quienes pueden pagar y sólo las carreras técnicas que requiere las empresas privadas. Para ellos, las humanidades son una verdadera pérdida de tiempo y las ciencias sociales son la cuna del terror.

Por eso, tampoco me extrañó cuando la delegada de la Secretaría del Trabajo y Previsión Social en Oaxaca, María Guadalupe González Ruiz, convocó a las universidades y tecnológicos a reconvertir su oferta educativa para ofrecer “las carreras técnicas, las cuales tienen mucha mayor demanda en centros de trabajo”. Esta dama fue más precisa, porque agregó: “La iniciativa privada dejó de requerir de profesionales de la medicina, el derecho o la contaduría pública”. (Tiempo, 16/XI/2009). Estoy seguro que también estaba pensando en los sociólogos, economistas, antropólogos, psicólogos, filósofos, arqueólogos; todas esas corrientes de pensamiento que analizan el comportamiento humano y el social, y cuyos trabajos han transformado a las sociedades, desde fines del siglo XVIII. Para ellos, como claramente lo dijo Vicente Fox, los mexicanos solo debían entender las artes necesarias para prepararse y ser buenos jardineros en Estados Unidos. Pero también para ser buenas cocineras, sirvientas, choferes y empleados de las empresas privadas, estoy seguro que agregaría la delegada federal panista.

Para la fortuna de los mexicanos y los oaxaqueños, la cámara federal no las escuchó y le dio un buen presupuesto a la educación pública nacional, incluyendo a Oaxaca, donde los profesores de la Sección 22, golpe a golpe y consigna a consigna, están haciendo realidad los sueños más absurdos de esta derecha nacional: privatizar la educación, porque se han incrementado las escuelas particulares y crear analfabetos funcionales, con sus continuos paros educativos. Especialmente en Oaxaca, los extremos se unen.