FELIPE MARTÍNEZ LÓPEZ
Publicado en el periódico Tiempo, de Oaxaca, Oax., el 20 de noviembre de 2009.
El lunes pasado, el Gobernador leyó un mensaje con motivo de su quinto informe de gobierno. El acto se celebró en el actual Museo del Palacio y lo arroparon gobernadores, ex presidente del CEN del PRI y la burocracia administrativa y política del estado. Es la sustitución del día del Gobernador en la Cámara de Diputados, para hacerlo más familiar, más manejable, más mediático. Fue un acto de lucimiento del titular del Ejecutivo y de mostrar cómo se mueven las alianzas políticas en la familia priista nacional.
El acto tuvo dos frentes: el primero, los amarres políticos del interior del Museo, con finalidad publicitaria nacional, donde todo funcionó muy bien; y, segundo, el desorden político del exterior, por la falta de firmeza en la conducción política gubernamental y la inmadurez de la supuesta dirigencia magisterial.
Dos hechos resaltan de la confrontación exterior del Museo del Palacio. Primero, la dirigencia magisterial encabezada por Santiago Chepi vive en una verdadera psicosis política. De un lado, declaran su desconocimiento a la investidura del titular del poder Ejecutivo, pero, por otra parte, llegan a acuerdos con la Secretaría General de Gobierno para respetar y no intervenir en los actos políticos del Gobernador.
El día del mensaje, hasta donde sabemos, la dirigencia seccional acordó efectuar una marcha, llegar al zócalo y desarrollar un mitin de protesta, “el contrainforme” magisterial. Debían abandonar el centro de la ciudad, antes de la llegada del Gobernador. Esos eran los acuerdos y Chepi trató de respetarlos. La mayoría de los diarios locales consignaron que Chepi anunció haber cumplido el objetivo. Habían protestado y debían retirarse. Parecía que iba a cumplir su palabra.
Su problema comenzó cuando el dirigente de la UTE y su grupo de seguidores, junto con los simpatizantes del Frente Popular Revolucionario, no se quisieron retirar, sino provocaron la confrontación con un grupo de militantes priistas y estudiantes o supuestos estudiantes de la UABJO, “porros” –dice el corresponsal de La Jornada. Fue un rápido y afortunadamente no sangriento zafarrancho, que obligó a Santiago Chepi a ir a la línea de confrontación para moderar el choque, encabezando la guerra de las consignas, en lugar de la batalla de las sillas y los golpes. Ahí se quedó, mientras los funcionarios gubernamentales dialogaban con el verdadero interlocutor de los violentos del magisterio: Rogelio Vargas Garfias.
Como se ve, todos obtuvieron su parte del pastel del día del mensaje. La dirigencia magisterial tuvo su acto de inconformidad controlada; la dirigencia de los violentos tuvo la nota de la prensa, demostrando su intransigencia y su “combatividad”; los funcionarios gubernamentales se felicitaron, porque la sangre no llegó al río. Son, pues, protestas pactadas, zafarranchos inducidos y únicamente para incrementar el costo económico de las futuras negociaciones. Todo se reduce a una concertación económica y nada más. La ideología y la lucha popular quedan allá, en el populismo de las asambleas y los discursos incendiarios de las utopías imposibles.
Publicado en el periódico Tiempo, de Oaxaca, Oax., el 20 de noviembre de 2009.
El lunes pasado, el Gobernador leyó un mensaje con motivo de su quinto informe de gobierno. El acto se celebró en el actual Museo del Palacio y lo arroparon gobernadores, ex presidente del CEN del PRI y la burocracia administrativa y política del estado. Es la sustitución del día del Gobernador en la Cámara de Diputados, para hacerlo más familiar, más manejable, más mediático. Fue un acto de lucimiento del titular del Ejecutivo y de mostrar cómo se mueven las alianzas políticas en la familia priista nacional.
El acto tuvo dos frentes: el primero, los amarres políticos del interior del Museo, con finalidad publicitaria nacional, donde todo funcionó muy bien; y, segundo, el desorden político del exterior, por la falta de firmeza en la conducción política gubernamental y la inmadurez de la supuesta dirigencia magisterial.
Dos hechos resaltan de la confrontación exterior del Museo del Palacio. Primero, la dirigencia magisterial encabezada por Santiago Chepi vive en una verdadera psicosis política. De un lado, declaran su desconocimiento a la investidura del titular del poder Ejecutivo, pero, por otra parte, llegan a acuerdos con la Secretaría General de Gobierno para respetar y no intervenir en los actos políticos del Gobernador.
El día del mensaje, hasta donde sabemos, la dirigencia seccional acordó efectuar una marcha, llegar al zócalo y desarrollar un mitin de protesta, “el contrainforme” magisterial. Debían abandonar el centro de la ciudad, antes de la llegada del Gobernador. Esos eran los acuerdos y Chepi trató de respetarlos. La mayoría de los diarios locales consignaron que Chepi anunció haber cumplido el objetivo. Habían protestado y debían retirarse. Parecía que iba a cumplir su palabra.
Su problema comenzó cuando el dirigente de la UTE y su grupo de seguidores, junto con los simpatizantes del Frente Popular Revolucionario, no se quisieron retirar, sino provocaron la confrontación con un grupo de militantes priistas y estudiantes o supuestos estudiantes de la UABJO, “porros” –dice el corresponsal de La Jornada. Fue un rápido y afortunadamente no sangriento zafarrancho, que obligó a Santiago Chepi a ir a la línea de confrontación para moderar el choque, encabezando la guerra de las consignas, en lugar de la batalla de las sillas y los golpes. Ahí se quedó, mientras los funcionarios gubernamentales dialogaban con el verdadero interlocutor de los violentos del magisterio: Rogelio Vargas Garfias.
Como se ve, todos obtuvieron su parte del pastel del día del mensaje. La dirigencia magisterial tuvo su acto de inconformidad controlada; la dirigencia de los violentos tuvo la nota de la prensa, demostrando su intransigencia y su “combatividad”; los funcionarios gubernamentales se felicitaron, porque la sangre no llegó al río. Son, pues, protestas pactadas, zafarranchos inducidos y únicamente para incrementar el costo económico de las futuras negociaciones. Todo se reduce a una concertación económica y nada más. La ideología y la lucha popular quedan allá, en el populismo de las asambleas y los discursos incendiarios de las utopías imposibles.
En realidad, los únicos exhibidos fueron los negociadores gubernamentales, porque demostraron, una vez más, que son buenos para el billete, pero malos para amarrar acuerdos. Para eso se necesita voluntad, capacidad e inteligencia –sí, la de la información.