FELIPE MARTÍNEZ LÓPEZ
Publicado en el periódico Tiempo, de Oaxaca, Oax., el 22 de septiembre de 2010.
No hay nada peor que una administración de ineptos, en un periodo de transición gubernamental. Mucho menos cuando la preocupación central es tapar los hoyos administrativos, ante el inminente arribo de un gobierno contrario, al menos de palabra. Eso ocurre en las obras públicas, tanto del gobierno estatal como del municipal.
Según la Agrupación de Profesionales del Desarrollo Urbano, 32 kilómetros de calles citadinas requieren mantenimiento preventivo; 30 kilómetros, correctivo; 16 kilómetros, intensivo y, en 15 kilómetros es necesaria su rehabilitación total, con refuerzos estructurales. (Tiempo, 3/IX/2010) El dato técnico lo padecemos diariamente. No hay una sola calle, salvo las encementadas recientemente, sin una serie de hoyancos. Lo peor del caso es que las barrancas rebasaron el asfalto y han aflorado las piedras de la base de las calles; además, algunos vecinos, de buena fe, han rellenado los hoyos con tierra y cascajo. Esto ha ocasionado que muchos vehículos ya traen los parabrisas estrellados, por la lluvia de piedras que levantan los camiones pesados y de pasajeros que transitan por las calles de la ciudad.
A nadie del gobierno le preocupa el estado de las calles de la ciudad y de los municipios conurbados. Tal pareciera que todos los responsables de las obras públicas estuvieran ansiando el cambio de administración, para descargar la responsabilidad en otros. Eso se infiere de las declaraciones de Armando González Bernabé, secretario de Obras Públicas, cuando afirma que “no se podrán realizar trabajos eficientes de bacheo y repavimentación hasta que se termine la temporada de lluvias, para que el asfalto pueda tener condiciones idóneas de secado y se adhiera a la superficie”. (Tiempo, 10/IX/2010)
Como la temporada de lluvias concluye casi con el final del periodo gubernamental estatal, este flamante funcionario estará más preocupado en empacar sus pertenencias personales y en revisar con su director administrativo el blanqueo de las actas administrativas de la entrega-recepción, que en el arreglo de las calles. Por lo demás, el contrato de empresas privadas ya no les puede redituar beneficio alguno, porque corren el riesgo de que, con el empalme con la nueva administración, algunos de los contratistas hable de la mecánica de la corrupción y entregue pruebas tangibles del ya famosísimo “ten por ciento” de cada obra.
Por su parte, en Obras Públicas municipales “nadan de a muertito”, quizá aplicando la máxima popular de que “en boca cerrada no entran moscas” o porque no sepan exactamente a quien competa la responsabilidad. En el municipio capitalino hay una Coordinación General de Desarrollo Urbano, Obras Públicas y Ecología, donde cobra Raúl Antonio Corzo Jiménez; una Dirección General de Desarrollo Urbano y Ecología a cargo de René de Jesús Martínez P. Vasconcelos y la Dirección General de Obras Públicas, donde suponemos despacha Ernesto Valle Jiménez. Una verdadera maraña burocrática que, nos imaginamos, les impide actuar con eficiencia y eficacia, al menos para saber que PEMEX siempre dona el asfalto, el municipio tenía o tiene una planta procesadora del material y cuenta o contaba con maquinaria, trasporte y una plantilla de trabajadores para el bacheo y pavimentación de calles.
Enredados en la corrupción y la negligencia, nos van a dejar con las calles llenas de zanjas y barrancas, mientras huyen a disfrutar del producto de los años de Hidalgo, aquellos donde cada quien se lleva algo.
Publicado en el periódico Tiempo, de Oaxaca, Oax., el 22 de septiembre de 2010.
No hay nada peor que una administración de ineptos, en un periodo de transición gubernamental. Mucho menos cuando la preocupación central es tapar los hoyos administrativos, ante el inminente arribo de un gobierno contrario, al menos de palabra. Eso ocurre en las obras públicas, tanto del gobierno estatal como del municipal.
Según la Agrupación de Profesionales del Desarrollo Urbano, 32 kilómetros de calles citadinas requieren mantenimiento preventivo; 30 kilómetros, correctivo; 16 kilómetros, intensivo y, en 15 kilómetros es necesaria su rehabilitación total, con refuerzos estructurales. (Tiempo, 3/IX/2010) El dato técnico lo padecemos diariamente. No hay una sola calle, salvo las encementadas recientemente, sin una serie de hoyancos. Lo peor del caso es que las barrancas rebasaron el asfalto y han aflorado las piedras de la base de las calles; además, algunos vecinos, de buena fe, han rellenado los hoyos con tierra y cascajo. Esto ha ocasionado que muchos vehículos ya traen los parabrisas estrellados, por la lluvia de piedras que levantan los camiones pesados y de pasajeros que transitan por las calles de la ciudad.
A nadie del gobierno le preocupa el estado de las calles de la ciudad y de los municipios conurbados. Tal pareciera que todos los responsables de las obras públicas estuvieran ansiando el cambio de administración, para descargar la responsabilidad en otros. Eso se infiere de las declaraciones de Armando González Bernabé, secretario de Obras Públicas, cuando afirma que “no se podrán realizar trabajos eficientes de bacheo y repavimentación hasta que se termine la temporada de lluvias, para que el asfalto pueda tener condiciones idóneas de secado y se adhiera a la superficie”. (Tiempo, 10/IX/2010)
Como la temporada de lluvias concluye casi con el final del periodo gubernamental estatal, este flamante funcionario estará más preocupado en empacar sus pertenencias personales y en revisar con su director administrativo el blanqueo de las actas administrativas de la entrega-recepción, que en el arreglo de las calles. Por lo demás, el contrato de empresas privadas ya no les puede redituar beneficio alguno, porque corren el riesgo de que, con el empalme con la nueva administración, algunos de los contratistas hable de la mecánica de la corrupción y entregue pruebas tangibles del ya famosísimo “ten por ciento” de cada obra.
Por su parte, en Obras Públicas municipales “nadan de a muertito”, quizá aplicando la máxima popular de que “en boca cerrada no entran moscas” o porque no sepan exactamente a quien competa la responsabilidad. En el municipio capitalino hay una Coordinación General de Desarrollo Urbano, Obras Públicas y Ecología, donde cobra Raúl Antonio Corzo Jiménez; una Dirección General de Desarrollo Urbano y Ecología a cargo de René de Jesús Martínez P. Vasconcelos y la Dirección General de Obras Públicas, donde suponemos despacha Ernesto Valle Jiménez. Una verdadera maraña burocrática que, nos imaginamos, les impide actuar con eficiencia y eficacia, al menos para saber que PEMEX siempre dona el asfalto, el municipio tenía o tiene una planta procesadora del material y cuenta o contaba con maquinaria, trasporte y una plantilla de trabajadores para el bacheo y pavimentación de calles.
Enredados en la corrupción y la negligencia, nos van a dejar con las calles llenas de zanjas y barrancas, mientras huyen a disfrutar del producto de los años de Hidalgo, aquellos donde cada quien se lleva algo.