FELIPE MARTÍNEZ LÓPEZ
Publicado en el periódico Tiempo, de Oaxaca, Oax., el 4 de septiembre de 2010.
Durante el siglo pasado, prevalecieron tres visiones para alcanzar el desarrollo nacional. Primero, hasta la década de los 40, los gobiernos legitimados en la Revolución Mexicana plantearon como estrategia la destrucción del latifundio agrario, la creación de una inmensa red de campesinos y agricultores y, en el caso del gobierno del presidente Lázaro Cárdenas, a través del fortalecimiento de los ejidos colectivos y la colectivización de la tierra. Junto con ello, se crearon las grandes industrias estatales y las instancias financieras para apuntalar el desarrollo.
Un segundo momento comenzó a partir de 1940, con énfasis a partir de 1946, cuando la visión cambió, para impulsar la política del desarrollo industrial empresarial privado, dejando a un lado el apoyo para las organizaciones sociales, la colectivización y las cuestiones agrarias. También fue abandonada la estrategia de los ferrocarriles, para impulsar el uso de los automotores y la construcción de las nuevas carreteras para unir al país.
Fue también el inicio del período del desarrollo estabilizador, con altos niveles de crecimiento para el país; sin embargo, se podía observar la relativa debilidad de los empresarios nacionales y el escaso ahorro interno que permitiera impulsar la creación de las empresas privadas. Por eso, el gobierno debió asumir también parte de la responsabilidad para impulsar el desarrollo privado, creando las empresas estratégicas para dotar al país con la infraestructura productiva y los servicios. La empresa pública fue pensada, desde un inicio, como coadyuvadora para impulsar la acumulación de capital de los empresarios privados; también fueron creadas empresas estatales, en aquellas áreas donde había una manifiesta incapacidad del empresariado mexicano como detonador del desarrollo económico o en los sectores estratégicos para la soberanía de la nación, como en el caso del petróleo, las telecomunicaciones, la electricidad o los ferrocarriles.
El proceso se conoció como la de economía mixta, porque existían tres sectores de la economía: el social, el paraestatal y el privado. Los tres fueron los responsables de impulsar el desarrollo durante el periodo de 1940 hasta la década de los 80, con la destrucción del sistema mundial del socialismo real y el triunfo de la economía de mercado impulsada por Margaret Tatcher en Inglaterra y Ronald Reagan en Estados Unidos.
En México, la caída de los precios del petróleo, el constante incremento de precios de los productos industrializados y las tecnologías de punta nos llevaron a la década perdida de la economía. El decrecimiento económico impulsó el endeudamiento creciente. Las altas tasas de inflación y procesos de deflación nos llevaron a casi declarar la moratoria de pagos. Como en otros países latinoamericanos, estos procesos dieron pauta al Fondo Monetario Internacional y al Banco Mundial para impulsar una política de reestructuración de las economías nacionales, la privatización de las empresas estatales y al reestablecimiento de las empresas privadas como único icono, meta y fin del desarrollo económico nacional. Al mismo tiempo, se impulsó la idea del adelgazamiento gubernamental, para limitar al Estado al papel de garante de la seguridad de los ciudadanos, a dictar y hacer valer las leyes. Fue el inició del tercer momento, que continúa hasta hoy, con el modelo neoliberal de crecimiento.
En México comenzó con el arribo de Miguel de la Madrid a la presidencia de la República, con un nuevo grupo político, para quienes la Revolución y sus aspectos sociales sólo eran parte del pasado remoto. Con una profunda recesión económica el régimen negoció la deuda pública y privada externa, y, a partir de 1983, aplicó un severo programa de ajuste, para controlar la inflación e impulsar el crecimiento económico con un modelo de desarrollo basado en la exportación, sin regulación estatal, menos estatificado, basado en las reglas del mercado y donde la inversión privada fuera el motor de la acumulación de capital.
El proceso se consolidó con Carlos Salinas de Gortari. Con una nueva crisis económica, el gobierno impulsó diversas medidas económicas para orientar el crecimiento hacia la apertura comercial al mercado externo y el aumento de la producción manufacturera, pero disminuyó la actividad del sector primario, al impulsar la actividad económica hacia lugares considerados óptimos por la disponibilidad de recursos y la utilización de las ventajas comparativas, como el bajo precio la fuerza de mano de obra y la cercanía con el mercado estadounidense. En este sexenio se vendieron todas las empresas públicas y paraestatales, y se firmó el Tratado de Libre Comercio con Norteamérica. Después de él siguieron el gobierno de Zedillo y los panistas con el poder sólo para consolidar la política económica de desarrollo para unos pocos y dádivas asistenciales para la mayoría: el neoliberalismo como política de Estado. En mucho, López Portillo tuvo razón al afirmar que el suyo, fue el último gobierno de la Revolución. Todas las metas sociales de la Revolución Mexicana han sido puestas en duda y se ha propuesto su rectificación.
Publicado en el periódico Tiempo, de Oaxaca, Oax., el 4 de septiembre de 2010.
Durante el siglo pasado, prevalecieron tres visiones para alcanzar el desarrollo nacional. Primero, hasta la década de los 40, los gobiernos legitimados en la Revolución Mexicana plantearon como estrategia la destrucción del latifundio agrario, la creación de una inmensa red de campesinos y agricultores y, en el caso del gobierno del presidente Lázaro Cárdenas, a través del fortalecimiento de los ejidos colectivos y la colectivización de la tierra. Junto con ello, se crearon las grandes industrias estatales y las instancias financieras para apuntalar el desarrollo.
Un segundo momento comenzó a partir de 1940, con énfasis a partir de 1946, cuando la visión cambió, para impulsar la política del desarrollo industrial empresarial privado, dejando a un lado el apoyo para las organizaciones sociales, la colectivización y las cuestiones agrarias. También fue abandonada la estrategia de los ferrocarriles, para impulsar el uso de los automotores y la construcción de las nuevas carreteras para unir al país.
Fue también el inicio del período del desarrollo estabilizador, con altos niveles de crecimiento para el país; sin embargo, se podía observar la relativa debilidad de los empresarios nacionales y el escaso ahorro interno que permitiera impulsar la creación de las empresas privadas. Por eso, el gobierno debió asumir también parte de la responsabilidad para impulsar el desarrollo privado, creando las empresas estratégicas para dotar al país con la infraestructura productiva y los servicios. La empresa pública fue pensada, desde un inicio, como coadyuvadora para impulsar la acumulación de capital de los empresarios privados; también fueron creadas empresas estatales, en aquellas áreas donde había una manifiesta incapacidad del empresariado mexicano como detonador del desarrollo económico o en los sectores estratégicos para la soberanía de la nación, como en el caso del petróleo, las telecomunicaciones, la electricidad o los ferrocarriles.
El proceso se conoció como la de economía mixta, porque existían tres sectores de la economía: el social, el paraestatal y el privado. Los tres fueron los responsables de impulsar el desarrollo durante el periodo de 1940 hasta la década de los 80, con la destrucción del sistema mundial del socialismo real y el triunfo de la economía de mercado impulsada por Margaret Tatcher en Inglaterra y Ronald Reagan en Estados Unidos.
En México, la caída de los precios del petróleo, el constante incremento de precios de los productos industrializados y las tecnologías de punta nos llevaron a la década perdida de la economía. El decrecimiento económico impulsó el endeudamiento creciente. Las altas tasas de inflación y procesos de deflación nos llevaron a casi declarar la moratoria de pagos. Como en otros países latinoamericanos, estos procesos dieron pauta al Fondo Monetario Internacional y al Banco Mundial para impulsar una política de reestructuración de las economías nacionales, la privatización de las empresas estatales y al reestablecimiento de las empresas privadas como único icono, meta y fin del desarrollo económico nacional. Al mismo tiempo, se impulsó la idea del adelgazamiento gubernamental, para limitar al Estado al papel de garante de la seguridad de los ciudadanos, a dictar y hacer valer las leyes. Fue el inició del tercer momento, que continúa hasta hoy, con el modelo neoliberal de crecimiento.
En México comenzó con el arribo de Miguel de la Madrid a la presidencia de la República, con un nuevo grupo político, para quienes la Revolución y sus aspectos sociales sólo eran parte del pasado remoto. Con una profunda recesión económica el régimen negoció la deuda pública y privada externa, y, a partir de 1983, aplicó un severo programa de ajuste, para controlar la inflación e impulsar el crecimiento económico con un modelo de desarrollo basado en la exportación, sin regulación estatal, menos estatificado, basado en las reglas del mercado y donde la inversión privada fuera el motor de la acumulación de capital.
El proceso se consolidó con Carlos Salinas de Gortari. Con una nueva crisis económica, el gobierno impulsó diversas medidas económicas para orientar el crecimiento hacia la apertura comercial al mercado externo y el aumento de la producción manufacturera, pero disminuyó la actividad del sector primario, al impulsar la actividad económica hacia lugares considerados óptimos por la disponibilidad de recursos y la utilización de las ventajas comparativas, como el bajo precio la fuerza de mano de obra y la cercanía con el mercado estadounidense. En este sexenio se vendieron todas las empresas públicas y paraestatales, y se firmó el Tratado de Libre Comercio con Norteamérica. Después de él siguieron el gobierno de Zedillo y los panistas con el poder sólo para consolidar la política económica de desarrollo para unos pocos y dádivas asistenciales para la mayoría: el neoliberalismo como política de Estado. En mucho, López Portillo tuvo razón al afirmar que el suyo, fue el último gobierno de la Revolución. Todas las metas sociales de la Revolución Mexicana han sido puestas en duda y se ha propuesto su rectificación.