FELIPE MARTÍNEZ LÓPEZ.
Publicado en el periódico Tiempo, de Oaxaca, Oax., el 16 de noviembre de 2008.
Ha comenzado en la televisión y en la prensa la parafernalia del Teletón. Especialmente en Televisa, se induce a la gente a donar dinero, apelando al sentido de solidaridad de los más pobres, los más necesitados; aquellos a quienes más afecta la crisis económica que apenas comienza a golpear el bolsillo de los mexicanos. Con la técnica del marketing, la de la publicidad comercial, para apelar a los sentimientos más profundos de los seres humanos, se induce a las personas a donar dinero, bajo la premisa que hará bien a los desvalidos que ciertamente lo necesitan. No dudo que mucha gente donará dinero, con buena voluntad. Donde no veo esa misma actitud es en la directiva de la empresa que promueve la anual sangría económica de todos los mexicanos, para un fin loable, pero cuyos resultados dejan mucho que desear.
Decía, y con mucha razón, John Maynard Keynes que las motivaciones principales de la empresa capitalistas son el egoísmo, la avaricia y la usura. Hasta hoy, en lo personal, no he conocido a un empresario que, cuando se trata de dinero, actúe con sentido de solidaridad social o generoso desprendimiento de lo material; eso me recuerda que una de las parábolas más conocidas del Cristo se refiere a que es más fácil que pase un camello por el ojo de una aguja, a que un rico entre en el reino de los cielos.
Por eso, mucho extraña que una empresa comercial, como Televisa, ceda parte de su tiempo de programación a un acto de caridad social, recaudando fondos para apoyar a los discapacitados, a quienes también, por cierto, ahora se les denomina “personas con capacidades diferentes”. Pero no solo eso, sino que también las grandes empresas, con trato directo con el público, donen impresionantes cantidades de dinero para algo tan distante del interés general de la empresa. ¿Será acaso que se equivocaron los teóricos de la economía y la sociología, y también se equivocó el guía espiritual de la cultura occidental?
Parte del velo cae cuando observamos que quienes aportan grandes sumas, el día y la noche televisado del Teletón, son las cadenas comerciales de tiendas de autoservicios y farmacias. Pero ellos no entregan el dinero, las ganancias de sus accionistas, sino lo recaudado con el famoso “redondeo”, es decir, los centavos que para completar el peso de toda compra, solicitan se donen al Teletón; cada redondeo quizá son algunos centavos, pero si contabilizamos todas las miles de operaciones realizadas diariamente en cada tienda comercial o en cada farmacia, nos percataremos que, primero, no todo lo recaudado llega a las arcas del Teletón y, segundo, las empresas entregan el dinero en su nombre y con el recibo pueden deducir esas cantidades de los impuestos que debían pagar a la Tesorería de la Federación. Pagan con dinero ajeno los impuestos que debían cubrir con el dinero propio. En la práctica, todas las empresas que donan al Teletón dejan de pagar impuestos al gobierno federal y todavía nos queda por saber ¿cuánto es realmente lo que la Fundación Televisa les factura de donación y cuánto es lo que donan realmente? Porque otro de los secretos de las fundaciones es que, como no le rinden cuentas a nadie, pueden jugar libremente con los papeles comprobatorios. Ese es el secreto de estas campañas publicitarias, que tanto sangran a la economía nacional.
Por eso, también, es precisamente la Fundación Televisa la encargada de recibir tanto dinero y la que construye y administra los hospitales beneficiados por el Teletón. En realidad, nadie sabe cuánto cuesta construir y mantener un CRIT. Aunque el terreno lo donen los gobiernos de los estados, no sabemos si la Fundación, a la hora de contabilizar los costos del proyecto, también lo incluyen para incrementar el costo global, porque, todo el dinero utilizado, independientemente de quién lo haya dado, para la construcción y el mantenimiento de los hospitales, es deducido de los impuestos que Televisa debía pagar al fisco federal y, como nadie sabe cuánto invierte la empresa y cuánto es dinero de los mexicanos y los gobiernos estatales, Televisa tiene un negocio redondo: hace caravana con sombrero ajeno, paga menos impuestos de sus estratosféricas ganancias y todavía le agradecemos su bonhomía, en nombre de la población vulnerable de México.
Para eso, las empresas crean la Fundaciones. No son para el bien común, sino para limpiar las grandes sumas de sus ganancias y pagar menos dinero a la hacienda pública. Por eso, hasta que no transparenten su ejercicio fiscal, los teletones y “redondeos” de las fundaciones y las empresas debían movernos a la reflexión y a la duda.
De esta situación, incluso el gobierno federal ya se percató. Por eso, al inicio de su gestión, el presidente Calderón impulsó una ley para que las fundaciones entregaran los recursos propuestos para donativos a la hacienda pública y que no hubiera exención de impuesto, salvo para gastos comprobados y aprobados directamente por la Secretaría de Hacienda federal. Obviamente que la propuesta no prosperó. Tirios y Troyanos: partidos, empresas y ONGs se opusieron a la iniciativa. Claro, son los principales beneficiarios del cochinito del dinero vertido sin control ciudadano ni gubernamental.