FELIPE MARTÍNEZ LÓPEZ.
Publicado en el periódico Tiempo, de Oaxaca, Oax., el 26 de octubre de 2008.
Muy pocos ponen en duda que el último periodo de gobierno con un proyecto cultural, fue durante la administración de Margarita Dalton Palomo al frente del Instituto Oaxaqueño de las Culturas (IOC). Desde entonces, el gobierno estatal ha ido de tumbo en tumbo, confundiendo los espectáculos y presentaciones artísticas con el proyecto de desarrollo y fomento de las culturas oaxaqueñas.
En el afán de mostrar la supuesta importancia del desarrollo cultural, este régimen impulsó la transformación del IOC en una Secretaría de Cultura, con lo que de paso dejaron en claro que para ellos, la cultura era una sola –quizá la reconocida como occidental- y no la diversidad de manifestaciones artísticas y culturales que producen los muchos pueblos de Oaxaca, como se reflejaba en el nombre de la anterior institución.
Lo que el gobierno nunca observó es que el mal era de fondo. Nadie se puso a pensar en la inexistencia de un proyecto cultural gubernamental y, por lo mismo, cualquier modificación del nombre solo era un cambio burocrático más, beneficiando solamente al nombrado secretario y subsecretarios, por los altos sueldos que perciben.
El problema principal en el área cultural del gobierno del Estado es la incapacidad para comprender que la presentación de eventos artísticos y alguno que otro espectáculo de corte popular, no es el fin último de la administración, sino su función está en la posibilidad de crear las condiciones para impulsar el florecimiento de las artes y las manifestaciones culturales. Las sumas millonarias en pasajes, viáticos y sueldos para pagar a artistas famosos en otros tiempos y lugares del planeta, no compensan el abandono burocrático de las venas artísticas de un estado que ha dado muestra de ser una inmensa cantera de creadores y artistas locales.
Hace apenas tres sexenios, Oaxaca se caracterizaba por tener una verdadera explosión de poesía y literatura. En las librerías locales, incluso en los quioscos de periódicos y revistas, era posible encontrar folletos artesanales, con las obras de los poetas y literatos oaxaqueños. Hoy en día, no existe una sola editorial del gobierno estatal que publique la producción literaria oaxaqueña. Aquel florecimiento de la escritura local, se ha convertido en un punto de inflexión para los negocios de las imprentas particulares, donde los autores deben pagar ediciones privadas. El único pobre intento editorial del gobierno estatal se refugia en el IEEPO, donde, en verdadera clandestinidad, se imprimen textos que desaparecen en los subterráneos del vacío social.
Todos sabemos que Oaxaca es tierra de músicos. Sin embargo, no hay una sola instancia de gobierno que fomente la creación artística de los oaxaqueños, ni siquiera de nombre hay un área burocrática que grabe y ayude a comercializar la producción musical de los oaxaqueños.
Estas dos áreas las tomó sólo como ejemplo, porque nos conducen a la equivocada idea gubernamental de que sólo es arte aquello que se vende, lo que produce ganancias. En pos de la idea del arte empresarial, del artista-empresario, el gobierno del Estado ha abandonado las políticas de fomento cultural y artístico. Se cree que si Luis Miguel ha logrado triunfar, ¿por qué los músicos oaxaqueños no pueden convertirse en exitosos canta autores y colarse al esquema comercial privado para ganar dinero? Si las editoriales nacionales e internacionales pelean las obras de Pérez-Reverte, ¿por qué los autores oaxaqueños no entran al circuito comercial, para difundir sus escritos?
La equivocación de la concepción del fomento cultural ha llegado a tal grado, que, desde el sexenio pasado, se ha intentado frenar la gratuidad de las presentaciones artísticas. Desde entonces, para los funcionarios gubernamentales, un espectáculo o una presentación artística sólo tiene valor si los oaxaqueños están dispuestos a pagar para poder presenciarlos. Es sabido de algunas discusiones en la pomposamente llamada Secretaría de Cultura, donde se discute la imposibilidad de traer obras musicales, porque los oaxaqueños no tiene dinero para pagar la entrada. A ese absurdo ha llegado el intento de la privatización de la cultura y las artes en Oaxaca.
Por eso, no es ninguna novedad la noticia de que pintores de otras entidades han acaparado los mercados nacionales de arte pictórico, porque los artistas oaxaqueños no tienen acceso a ellos. Me imagino que los actuales directivos de la burocracia cultural han de estar más que felices del hecho: al fin, el mercado ha logrado imponer su mano invisible en la comercialización de las pinturas.
Tampoco nos debe llamar la atención el anuncio de que el Planetario Nundehui será entregado a la Fundación Harp Helú. Es otra muestra más de cómo el gobierno municipal y estatal están demostrando su incompetencia y su falta de conocimiento para el desarrollo de las culturas. Es la aceptación de la incapacidad administrativa gubernamental para impulsar una política de fomento cultural y, que, desgraciadamente, se considere que sólo donde hay riqueza se puede producir cultura, porque, tampoco las fundaciones empresariales son generadoras de arte y cultura. Cuando mucho se convierten en canales de comercialización de los artistas y las obras de arte que atesoran sus patrones.
Publicado en el periódico Tiempo, de Oaxaca, Oax., el 26 de octubre de 2008.
Muy pocos ponen en duda que el último periodo de gobierno con un proyecto cultural, fue durante la administración de Margarita Dalton Palomo al frente del Instituto Oaxaqueño de las Culturas (IOC). Desde entonces, el gobierno estatal ha ido de tumbo en tumbo, confundiendo los espectáculos y presentaciones artísticas con el proyecto de desarrollo y fomento de las culturas oaxaqueñas.
En el afán de mostrar la supuesta importancia del desarrollo cultural, este régimen impulsó la transformación del IOC en una Secretaría de Cultura, con lo que de paso dejaron en claro que para ellos, la cultura era una sola –quizá la reconocida como occidental- y no la diversidad de manifestaciones artísticas y culturales que producen los muchos pueblos de Oaxaca, como se reflejaba en el nombre de la anterior institución.
Lo que el gobierno nunca observó es que el mal era de fondo. Nadie se puso a pensar en la inexistencia de un proyecto cultural gubernamental y, por lo mismo, cualquier modificación del nombre solo era un cambio burocrático más, beneficiando solamente al nombrado secretario y subsecretarios, por los altos sueldos que perciben.
El problema principal en el área cultural del gobierno del Estado es la incapacidad para comprender que la presentación de eventos artísticos y alguno que otro espectáculo de corte popular, no es el fin último de la administración, sino su función está en la posibilidad de crear las condiciones para impulsar el florecimiento de las artes y las manifestaciones culturales. Las sumas millonarias en pasajes, viáticos y sueldos para pagar a artistas famosos en otros tiempos y lugares del planeta, no compensan el abandono burocrático de las venas artísticas de un estado que ha dado muestra de ser una inmensa cantera de creadores y artistas locales.
Hace apenas tres sexenios, Oaxaca se caracterizaba por tener una verdadera explosión de poesía y literatura. En las librerías locales, incluso en los quioscos de periódicos y revistas, era posible encontrar folletos artesanales, con las obras de los poetas y literatos oaxaqueños. Hoy en día, no existe una sola editorial del gobierno estatal que publique la producción literaria oaxaqueña. Aquel florecimiento de la escritura local, se ha convertido en un punto de inflexión para los negocios de las imprentas particulares, donde los autores deben pagar ediciones privadas. El único pobre intento editorial del gobierno estatal se refugia en el IEEPO, donde, en verdadera clandestinidad, se imprimen textos que desaparecen en los subterráneos del vacío social.
Todos sabemos que Oaxaca es tierra de músicos. Sin embargo, no hay una sola instancia de gobierno que fomente la creación artística de los oaxaqueños, ni siquiera de nombre hay un área burocrática que grabe y ayude a comercializar la producción musical de los oaxaqueños.
Estas dos áreas las tomó sólo como ejemplo, porque nos conducen a la equivocada idea gubernamental de que sólo es arte aquello que se vende, lo que produce ganancias. En pos de la idea del arte empresarial, del artista-empresario, el gobierno del Estado ha abandonado las políticas de fomento cultural y artístico. Se cree que si Luis Miguel ha logrado triunfar, ¿por qué los músicos oaxaqueños no pueden convertirse en exitosos canta autores y colarse al esquema comercial privado para ganar dinero? Si las editoriales nacionales e internacionales pelean las obras de Pérez-Reverte, ¿por qué los autores oaxaqueños no entran al circuito comercial, para difundir sus escritos?
La equivocación de la concepción del fomento cultural ha llegado a tal grado, que, desde el sexenio pasado, se ha intentado frenar la gratuidad de las presentaciones artísticas. Desde entonces, para los funcionarios gubernamentales, un espectáculo o una presentación artística sólo tiene valor si los oaxaqueños están dispuestos a pagar para poder presenciarlos. Es sabido de algunas discusiones en la pomposamente llamada Secretaría de Cultura, donde se discute la imposibilidad de traer obras musicales, porque los oaxaqueños no tiene dinero para pagar la entrada. A ese absurdo ha llegado el intento de la privatización de la cultura y las artes en Oaxaca.
Por eso, no es ninguna novedad la noticia de que pintores de otras entidades han acaparado los mercados nacionales de arte pictórico, porque los artistas oaxaqueños no tienen acceso a ellos. Me imagino que los actuales directivos de la burocracia cultural han de estar más que felices del hecho: al fin, el mercado ha logrado imponer su mano invisible en la comercialización de las pinturas.
Tampoco nos debe llamar la atención el anuncio de que el Planetario Nundehui será entregado a la Fundación Harp Helú. Es otra muestra más de cómo el gobierno municipal y estatal están demostrando su incompetencia y su falta de conocimiento para el desarrollo de las culturas. Es la aceptación de la incapacidad administrativa gubernamental para impulsar una política de fomento cultural y, que, desgraciadamente, se considere que sólo donde hay riqueza se puede producir cultura, porque, tampoco las fundaciones empresariales son generadoras de arte y cultura. Cuando mucho se convierten en canales de comercialización de los artistas y las obras de arte que atesoran sus patrones.